por Aníbal Ricci
Voy conduciendo rumbo a Viña del Mar. Los faros halógenos permiten advertir las grietas en medio de una noche sin luna. Millahue está cerrando y soy el último en comprar media docena de pasteles. El santuario de Lo Vásquez está iluminado, pero no es época de peregrinación. Al día siguiente estaré corriendo entre el Coracero y el balneario de Reñaca. Ajusto la respiración para no malgastar oxígeno antes de llegar. A mitad del trayecto se encapota el cielo y las nubes aceleran la oscuridad. Escasos autos en la costanera mientras las casas encienden sus luces. Un trueno anuncia un frente de mal tiempo y de inmediato un rayo ilumina el horizonte. Por lo general es al revés, la velocidad de la luz supera a la del sonido. Estoy exhausto y la vereda da paso a un sendero de tierra. De pronto caigo de bruces sobre unos arbustos. La luz intensa impactó de lleno y perdí coordinación. Los pensamientos a altas pulsaciones son oníricos, solían estar distanciados de la realidad, llenos de esperanza. Un mundo donde todo es posible, aunque ahora estoy tendido bajo la tormenta. Permanezco diez minutos sin poder levantarme mientras la confusión no logra hilar una idea. Camino de vuelta al departamento observando las llaves y me desplomo apenas traspaso el umbral.
Despierto al día siguiente con un sueño difícil de retener. El corazón sufrió un paro con el rayo, muchas imágenes inundan el cerebro, más bien una pesadilla. Recordé esa vez rumbo a la Batuta. Había fumado unos porros y me asaltó la psicosis. Era consciente del sistema circulatorio y las arterias sufrían estragos con el alza de presión. La sangre agitaba los órganos y violentaba cada capilar del cuerpo. Tuve que abandonar el habitáculo y dejar las puertas abiertas. Llegué a la discoteca desorientado y la música irreal. No estaba volado, aunque apenas sentía la columna vertebral. Observo desde el palco a Lucybell, sus letras eclécticas tienen menos sentido que otras veces. Las venas ennegrecidas no ejercen su función. La sangre más oscura de lo habitual va contaminando vísceras y no puedo eslabonar escenas lúcidas.
Ayer la tormenta arreciaba y hoy el sol irradia su calor. El motor de partida ha dejado de funcionar, ni siquiera tengo ánimos de un café. Empaqué mis cosas y conduje directo a casa. Le oculté a mi esposa lo sucedido. Todo el trayecto pensé en estrellar el coche contra algún obstáculo. Nunca tuve pensamientos suicidas, menos querría hacerle daño a otra familia. Embestiría un furgón con niños en el asiento trasero. Mi mujer dio a luz dos gemelos y no quiero llegar a casa. Hizo una once y no tenía hambre. Pensaba en mi colega de oficina, en invitarla otro día a beber unas copas. Mañana acudiría al trabajo y la verdad pensaba en cómo sabotear el nuevo proyecto. Mi jefe no era mala persona, pero tendría que pagar por sus órdenes absurdas. Esos informes detallados de cada presentación y la rendición de fondos. Desconfía de todo y creerá que estoy desviando fondos. Vendo un sistema de administración para colegios, un software que ahorra tiempo y dinero, los profesores no merecen esta herramienta, son unos desagradecidos. No les gusta que los evalúen, la verdad que a mí tampoco, pero tengo algo a mi favor.
La educación es pésima en este país y los culpables son los maestros. Ellos son los flojos que no usan el sistema informático. Mi compañero de trabajo es experto en desplegar las páginas, lo voy a contradecir en público, quiero que este proyecto fracase. El trabajo es para los esclavos y no quiero que el dueño gane dinero. Al llegar a casa mi esposa me recibe amablemente, me cuenta que llevó a los hijos al pediatra. Hijos me resulta una palabra extraña, tener que trabajar para darles de comer a estas criaturas que lloran toda la noche.
Al almuerzo bebimos una botella de vino. Victoria es atractiva y está casada con un neandertal. La seduciré durante el próximo viaje de negocios. Ella es alta, una amazona en realidad. Tiene tres hijos pequeños, me importa un comino. Mi mujer es más convencional. Bonita, pero de una belleza que no mueve las hormonas.
El rayo me ha cambiado, hace pocas semanas planeábamos ir a Brasil de vacaciones, ahora estoy buscando excusas, un nuevo proyecto inexistente, en realidad estoy saboteando la empresa. Mi mujer no bebe porque les da leche a los gemelos. La mala suerte de haber engendrado dos a la vez. Cuando nacieron fue increíble, pero de verdad no siento placer al llegar a casa. Ojalá le diera leucemia y envenenara a estos niños con su sangre.
El último viaje a Puerto Montt salimos a bailar. Seduje a Victoria y me quedé en su cuarto. Su abdomen me embrujó, odio las estrías de mi mujer. Sus tetas crecieron durante el embarazo, pero estas otras son firmes de gimnasio. Presentamos el software en cada municipalidad y en los trayectos ponemos la música a máximo volumen. Conozco de memoria las bondades del sistema, pero estoy dedicado a compartir cuartos de hotel, el proyecto me da lo mismo. Antes pensaba en hacer un posgrado en el extranjero, observo los senos de Victoria mientras pongo quinta en la caja de cambios. Ciento sesenta kilómetros por hora me parecen adecuados, vamos atrasados y quisiera silenciar esa cara de caliente. Chocar de frente y acabar con pensamientos lujuriosos, pero todavía quedan meses antes de que descubran el sabotaje. Los alcaldes de las comunas modestas me dan risa y la alcaldesa de Concepción se cree una reina. Está bastante buena, pero rodeada de un séquito de hombres babosos. Victoria es una mujer atractiva, la alcaldesa no eclipsa sus cualidades de hembra.
Disfrutamos de un espumante y pienso en mi mujer. Tengo sexo con ella, pero son las tetas de Victoria las que me seducen. ¿No se dará cuenta? La verdad es que engañarla resulta satisfactorio. Tenemos sexo antes de partir a la reunión. Puerto Varas es otra cosa, el restorán mucho más elegante.
Todo este caos iba bien hasta que una subalterna envidiosa fue con el chisme. Mi mujer no se entera de nada, pero de vuelta en la capital aparece el neandertal en mi oficina. Saca un revolver y me insulta. Victoria es realmente impresionante. Se apoya en el escritorio y me apunta con el arma. Beso el cuerpo desnudo y esas tetas me vuelven loco. El trasero esculpido en piedra y la penetro extasiado. Los insultos dan lo mismo, el olor de su sexo. Desquiciado le arrebato el revolver y lo empujo contra la puerta. La hembra vale la pena, es mucha gata para tan poco gato. Me envalentona y disparo el arma. Varias veces la descargo y su cuerpo cae de bruces. No puedo contenerme. Su danza sensual y su cara de orgasmo. Esos senos se balancearon mientras estuve a punto de morir. El placer es enorme, cada disparo acrecienta el placer. La secretaria abre la puerta y me sorprende con el arma empuñada. La miro directo a los ojos en actitud lasciva. Será mi próxima conquista, supongo que la fiscalía me hará declarar. Fue en defensa propia, la verdad es que tenía ganas de romper su familia en pedazos. Victoria tendría que criar sola a sus hijos. Mi mujer se enteraría de todo este desastre. Eran celos infundados, mi defensa la cosa menos verosímil. No siento remordimientos y el lunes volveré al trabajo. La secretaria me recibirá entre temerosa y algo impresionada. Aprovecharé el papel de víctima como arma de seducción. Engañaré a mi esposa otra vez, se concretará el viaje a Brasil. Una luna de miel gozando de la piscina a medianoche. Sobornaré al tipo de la administración y nos dejará embriagarnos. La luz de los focos atraviesa las ondas y se reflejan en el fondo. Reconozco el poder del rayo y sus ramificaciones eléctricas. Tendremos sexo y los pensamientos viajarán a velocidad luz, oscuridad oculta tras cada impulso. Ideas confusas que no cristalizan en algo concreto. Acabo de despertar de una pesadilla, pero esta maldad quema por dentro.
El pasado será un sustituto que permite recomponer daños neuronales. Elvis ha dejado el edificio y el amor ya no corre por mis venas. Los recuerdos ya no tienen sentido y me enredo en emociones extrañas. Las conversaciones cariñosas de verdad trastornan. Si logro transportarme al pasado quizás deje atrás estas ideas suicidas. Dejo a los niños y me desplazo rumbo a la oficina. Conduzco un Audi que aísla de los problemas y desaparecen las emociones. El sistema de sonido es sofisticado y disfruto del espacio exterior. Nos separamos hace años, aunque mi tristeza dilata el tiempo y me enfrasca en pensamientos confusos. Mis hijos no llenarán el vacío y requiero de otras mujeres, de otros extractos y recuerdos para lograr revivir tiempos pasados. El placer es un pasatiempo exquisito y el futuro no distingue límites entre el bien y el mal.
Ingreso a la oficina y reviso las próximas etapas del proyecto. La activación de ciertas zonas del cerebro ha permitido cambiar de objetivos. Mi mente se bifurca en distintas direcciones, pero en todas ellas no puedo aplacar la tristeza. El amor no viaja en el tiempo, se va desvaneciendo conforme avanzan las experiencias. Cada vez es más difícil conversar con mis hijos. Prefiero refugiarme en el trabajo y transferir lo que he aprendido a los colegas. Son mentes a las que es difícil explicar nuevos conocimientos, sus emociones resultan convencionales. Los sentimientos hacia mis hijos se han vuelto violentos. Siento que mi corazón se acelera, seducir mujeres ya no presenta ningún reto. Necesito de fármacos para dormir y las conversaciones ajenas me resultan agotadoras. No quiero asesinar a nadie, aunque mis instintos son cada vez más retorcidos. El sexo ya no es satisfactorio y siento deseos de violentar a otra mujer. Mi exesposa no creyó las mentiras y yo no merecía esas recriminaciones. Requiero encontrar una salida lo antes posible. El futuro buscará replicar este infierno, un horizonte contaminado desde el punto de partida.
Estoy por llegar a Reñaca y mis zancadas borran todo vestigio. El miedo me sofoca y abro la puerta del habitáculo para lanzarme al vacío. Estoy en todos los lugares al mismo tiempo y no puedo estar junto a esta mujer.
Se deja llevar por la vida y emprende la misma rutina todos los días. Existe en todas las dimensiones y posee capacidades que transcurren en el mismo instante. Posee la facultad de criticarme en cada una de mis decisiones. Por eso no puedo estar cerca de su presencia. La existencia parece no tener ningún objetivo. Vivo reaccionando a los obstáculos de cada día. Parece lógico, pero la rutina no deja ver el horizonte. La muerte es un cazador y debo decidir antes de que llegue la puesta de sol. Huyo de mis celadores y me largo a correr. Cruzo calles y avenidas y no me importan los otros. A cada zancada siento el viento en mi rostro mientras observo los estragos del rayo mortal.
Me critica todo el tiempo y estoy aprendiendo a ser inútil. De verdad, la odio tanto como yo me odio. Le digo una pesadez al desayuno, al almuerzo y a la cena. Todos los días hago lo imposible por alejarla. Han pasado los años y ella me sigue observando desde otro lugar. Era agobiante que una mujer ofrendara su vida por alguien como yo. Siento el peso de su preocupación hasta el infinito. Una eternidad que debo sobrellevar a cada instante. Este dilema tiene elementos de comedia, pero tras el rayo todo se volvió trágico.
Esta historia inició de buena manera, pero el protagonista dejó de conformarse y el vacío existencial llenó de oscuridad todo su universo.
ESTÁ EN LA BIBLIOTECA NACIONAL.