Por Pedro Lastra

Sr. Director de la Academia Chilena de la Lengua, Dr. Alfredo Matus; Autoridades universitarias; Autores de la Gramática de la Libertad; Sres. Académicos; Amigos:

Empezaré por declarar que la publicación del libro que han editado los doctores Iván Jaksic, Fernando Lolas y nuestro director Alfredo Matus, deberá ser considerada como un acontecimiento cultural para nuestra comunidad. A probar esta aserción estarán destinadas las breves páginas que constituyen mi comentario y mi glosa de esta Gramática de la libertad que incluye textos fundamentales de Andrés Bello sobre lengua y literatura.

GRAMÁTICA Y LIBERTAD son, pues, las palabras claves de este acucioso y sabio trabajo de los autores. Y pues ellas lo son, me he inclinado por un acercamiento al sentido de esas voces que apunte a un despliegue más rico de significaciones que las ofrecidas a primera vista. Por gramática entendemos todos lo que señaló Andrés Bello en el inicio de su obra famosa: “La gramática de una lengua es el arte de hablar correctamente, esto es, conforme al buen uso, que es el de la gente educada”.

El primer diccionario compuesto por la Real Academia Española y publicado entre 1726 y 1739, conocido como Diccionario de Autoridades, la define a su vez de manera bastante cercana, como “El arte de bien hablar y escribir. Es común a todas las lenguas, y particular a cada una…”; pero luego agrega una fascinante afirmación, al señalar que [es]principio y fundamento de todas las ciencias… “ Principio y fundamento de todas las ciencias, porque el lenguaje lo es, y así lo manifiestan los autores de esta antología en su Presentación (palabra que no hace justicia al alcance de sus páginas prologales, que constituyen en rigor una introducción ensayística indispensable para tratar con los estudios y creaciones de Bello que han reunido en las cuatro secciones o áreas de su libro, a continuación del discurso pronunciado por Andrés Bello en la instalación de la Universidad de Chile el 17 de septiembre de 1843, esa síntesis magistral de su proyecto cultural.

De acuerdo con el sentido que abre la señalada notación del Diccionario de Autoridades, en un párrafo de esta presentación se lee:

El lenguaje era, para Bello, un mecanismo de orden, que buscaba establecer tanto en los ámbitos nacional e internacional, como en el individual. […] además, en una perspectiva más filosófica y ética, una flecha dirigida hacia los más altos niveles de reflexión y de adquisición del conocimiento. Representaba un medio de contacto directo con los más grandes logros del pensamiento y de las humanidades, de modo que el ciudadano no utilizara su lengua como un mero instrumento de participación pública, sino que contara con un tesoro para la dirección de su vida y la realización de sus aspiraciones.

La extensión de la cita es pertinente para mi propósito de marcar el carácter de centralidad que tiene la primera palabra del título de este libro. Ya se ve por lo dicho que Gramática, en este caso, no es la gramática en el sentido en que solemos usarla en el discurrir cotidiano, sino que apunta a una connotación esencial, esa que el Diccionario de Autoridades señaló como “principio y fundamento de todas las ciencias”.

Pero el título agrega que se trata de una Gramática de la libertad, y esta alianza es igualmente novedosa, porque predica de la gramática un valor que no solemos asociar naturalmente a ella. Pero otra cosa es si entendiendo correctamente, como creo, el sentido en que lo pensaron los autores de este libro, leemos los textos propuestos aquí como principios sustanciales y fundamentos de la libertad, y esto en la dimensión más amplia que es posible atribuir a esa palabra. Al finalizar su Discurso de instalación de la Universidad de Chile, uno de los textos fundacionales de nuestra independencia cultural, Bello resumió su fe literaria con esa expresión: “Libertad en todo”. Y agregó:

La libertad, como contrapuesta, por una parte, a la docilidad servil que lo recibe todo sin examen, y por otra a la desarreglada licencia que se rebela contra la autoridad de la razón y contra los más nobles y puros instintos del corazón humano, será sin duda el tema de la universidad en todas sus diferentes secciones.

Teóricos como Pierre Guiraud han propuesto la noción de signo valorizado para caracterizar, especialmente en el análisis poético, el temple de ánimo y la irradiación de las significaciones de una obra, atendiendo a la recurrencia de una voz que aparece una y otra vez en una pieza poética determinada o en una obra mayor. Tal recurrencia dice claramente cómo las palabras, más que expresar, crean y hacen patente no sólo la atmósfera sino el ámbito de sentido más profundo de la obra que leemos. Lo que se nos aparece en un primer acercamiento como repetición no se describe bien con ese término, pues al reaparecer la misma palabra en el decurso de la escritura siempre significa algo más de lo implicado en la primera formulación. Me siento inclinado a aplicar esa idea (que ha preocupado también a Yuri Lotman) a diversos pasajes o momentos de los escritos de Bello, consciente desde luego que esto resalta más en sus textos poéticos, pero sin que esté ausente en diversos lugares de su prosa, como puede verse en los textos antologados en la obra que hoy celebramos. He mencionado el Discurso de instalación de la Universidad; me permitiré sumar ahora otras menciones semejantes –es decir, la libertad como signo valorizado- pues, aunque provienen de un estudio firmado no solo por Bello sino también por Juan García del Río, podemos atribuir a nuestro autor el fraseo de tales preocupaciones por el idioma en ese y con ese sentido. Se trata de las páginas publicadas primero en la Biblioteca Americana, editada en Londres en 1823 y reimpresas tres años después en El Repertorio Americano, igualmente en Londres, en 1826. El solo hecho de esa reimpresión es indicativo de la importancia que sus autores, y Bello en particular en este caso, concedían a sus “Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar y uniformar la ortografía en América”, en cuyas líneas finales se enfatiza “… nuestro celo por la propagación de las luces en América; único medio de radicar una libertad racional, y con ella los bienes de la cultura civil y de la prosperidad pública”.

Años después, en 1835, en uno de los párrafos iniciales del prólogo de sus Principios de ortología y métrica de la lengua castellana insistirá en esta idea, con las variaciones del caso y atrayendo una vez más la palabra esencial que comentamos: “… en las letras, como en las artes y en la política, la verdadera fuente de todos los adelantamientos y mejoras es la libertad”.

Así lo supieron discípulos suyos como Miguel Luis Amunátegui, quien en esa utilísima fuente de consulta que es su Vida de don Andrés Bello, registró muchas de las ocasiones en que esas multiplicadas valencias de la voz libertad aparecían en el diálogo o en los escritos de su maestro; por ejemplo, al hablar del permanente interés de Bello por las tareas educativas, como supuesto de una plenitud del bien siempre buscado por él: “La ilustración era en su concepto la condición indispensable de la libertad”, dice Amunátegui.

Entre los muchos aciertos de esta Gramática de la libertad me parece importante destacar de manera especial algunos aspectos que convierten su publicación en un hito insoslayable en ese vasto proceso investigativo de la vida y la obra del mayor humanista que se ha dado entre nosotros. Abarcar ese proceso, que en el orden bibliográfico ya constituye en sí mismo una biblioteca, era una tarea muy compleja, pues es mucho lo que todo estudioso se sentiría tentado a incluir y a comentar en una antología propuesta como guía para lectores.

Lo dice con claridad ese prólogo, que yo me apresuro a reconocer como un verdadero y clarificador ensayo introductorio, doblemente estimable por la concisión, propiedad y sabiduría de la exposición  y de su contenido, que sólo en once páginas orienta la lectura y la comprensión de las áreas consideradas a continuación del Discurso de 1843. Ellas son “Estudios gramaticales”, “Estudios literarios y filológicos”, “Poesía” y “Epistolario”. Leo algunas líneas del párrafo final de aquel prólogo: “Toda la producción intelectual de Bello fragua una gran arquitectura gramatical, en el sentido epistemológico más amplio –incluyendo sus obras jurídicas, literarias, educativas-, una gran “gramática de la emancipación”, como se ha dicho. Aunque tal vez fuera más cabal concebirla como “gramática de la libertad”, pues este es el valor supremo que aletea e impulsa su espíritu, su pensamiento y su magisterio”.

Esto es lo que toca a la presentación de este libro. El otro aspecto que finalmente quiero poner de relieve es la oportunidad con que se recogen y disponen aquí algunos de los textos fundacionales de una convicción americanista que Bello formuló tempranamente en las singulares empresas que fueron sus revistas Biblioteca Americana y El Repertorio Americano, empresas realizadas en ejemplar comunión intelectual con el escritor colombiano Juan García del Río. Ambas revistas se han visto siempre, y con justicia, como piedras miliares de una declaración de independencia cultural de Hispanoamérica. Las silvas “Alocución a la poesía” y “A la agricultura de la zona tórrida”, poemas de Bello que aparecen como pórticos de esas publicaciones, proponen y desarrollan famosamente la exaltación de lo americano y constituyen el vasto programa de una acción creadora del futuro continental. Esas silvas aparecen aquí en la sección tercera de la antología, y su lectura contextualizada por la introducción de los compiladores y por la suma del contenido procurará una visión aún más entrañada de ese fervor americanista que aún nos alcanza.

Lo mismo digo de la inclusión del estudio sobre La Araucana, datado en 1841, y que aquí tiene su sitio en la sección “Estudios literarios y filológicos”: son páginas que a pesar de lo mucho que se ha escrito y avanzado desde entonces en el análisis, comentario y circunstancias originales del gran poema, mantienen una atendible y estimulante vigencia.

He mencionado las revistas de aquellos años de la permanencia de Bello en Londres. Libros muy cercanos a nosotros han registrado las enormes dificultades que Bello sobrellevó en ese periodo de su vida –pienso sobre todo en El otro Andrés Bello, de Emir Rodríguez Monegal; en Andrés Bello. La pasión por el orden, de Iván Jaksic; en Siete ensayos sobre Andrés Bello, el escritor, de Juan Durán Luzio; en Andrés Bello: Una biografía cultural, de Luis Bocaz. Imaginar esas precariedades, desolaciones y desencuentros vividos en una tierra extraña y superarlas entregándose a vastas y difíciles tareas, impuestas a sí mismo por el amor a la patria americana, es una historia intelectual y emocional que no se puede seguir sin una profunda admiración. Pues bien: entre esas tareas estuvo la publicación de sus revistas fundacionales. La primera apareció en dos entregas desiguales, y suma 530 páginas; la segunda, en cuatro entregas, llegó a 1300 páginas aproximadamente.

Es muy ilustrativo revisar ahora el contenido de esas revistas, en parte muy apreciable de autoría de Andrés Bello o debido, probablemente, a sugerencias suyas, contenido que en su momento habrá sido entendido como un derrotero cultural para los hispanoamericanos de allá y de acá, por lo que debemos celebrar que cuatro textos incluidos en Gramática de la libertad procedan de esas revistas. Por mucho que algunos de ellos, como las dos silvas americanas, hayan sido muy difundidas desde el siglo XIX (la “Alocución a la poesía” apareció en 1846, y sugerentemente, como prólogo a la América poética, la primera antología de poetas hispanoamericanos dispuesta por el escritor argentino Juan María Gutiérrez, que la publicó en Valparaíso), su relectura en este libro hará posible nuevas aproximaciones.

Muchos eran los temas que se ofrecían a la curiosidad de Andrés Bello. Leyendo cuanto escribió en esas revistas sobre los más diversos asuntos, es imposible no recordar esa caracterización del hombre de genio atribuida a Diderot:

La extensión del espíritu, la fuerza de la imaginación y la actividad del alma, eso es lo que caracteriza al hombre de genio como aquel cuya alma más extensa, golpeada por las sensaciones de todos los seres, interesada en todo lo que hay en la naturaleza, no recibe ninguna idea que no le despierte un sentimiento: todo lo anima y todo se conserva en ella.

Cambiando lo que hay que cambiar, esas palabras convienen en más de un sentido al humanista que escribía para sus revistas londinenses sobre cuestiones científicas, históricas, geográficas, bibliográficas, traduciendo o extractando, por ejemplo, novedosas páginas sobre la flora y la fauna nativas: “Palmas americanas”, “Avestruz de América”, “Nueva especie de papa en Colombia”, “Cultivo y beneficio del cáñamo”, y mucho más. América, pues, revelada para propios y extraños.

Cerraré esta fragmentaria presentación, pero elogio admirativo de la sabia y generosa tarea cumplida por los autores Iván Jaksic, Fernando Lolas y Alfredo Matus, con una anotación llamativa, porque tiene que ver con cuanto he dispersado en estas páginas: es el señalamiento de una sección titulada “Variedades”, redactada por Andrés Bello en El Repertorio Americano, que muestra inmejorablemente lo que Miguel Luis Amunátegui –al registrar el contenido de esa sección- describió como “el ansia insaciable de saber que dominaba a Bello y la diversidad de sus conocimientos”. Son artículos cortos sobre los telescopios, el vapor, la aguja magnética, la meteorología, la miel venenosa del Uruguay, el cultivo del café en Arabia, la serpiente de cascabel, el árbol de leche, la longevidad de los árboles, la altura comparativa de los montes, los terremotos de 1826, las causas físicas de la locura, el remedio contra la fiebre amarilla, el origen de la yuca, etc., etc. Parece una enumeración borgiana; pero no: se trataba de informaciones que podían ser útiles al lector, y sin duda muchas de ellas cumplieron ese propósito en años de lentas y difíciles comunicaciones. Este libro, en cambio, habrá de cumplir otra necesaria y urgente tarea, al mismo tiempo orientadora y culturalmente ejemplarizadora, en los tiempos que nos han tocado, amenazados por la futilidad, la banalidad y el exceso, y por el riesgo del deterioro o la pérdida de la dignidad de la lengua que hablamos.

Muchas gracias.

28 de julio, 2014

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* – Presentación del libro Gramática de la libertad en la Academia Chilena de la Lengua, el 28 de julio de 2014.