Por Gabriel Canihuante
No es que los libros no dejen ver el río, tampoco es que el calentamiento global o las sequías del planeta lo hayan liquidado, pero el Mapocho no se ve desde la vieja estación que cobija hoy a la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) 2014.
Entre el 23 de octubre y el 10 de noviembre miles de personas han transitado por aquí. Unos buscan a su autor favorito para que les firme el libro que acaban de comprar; otros van por la foto –selfie o común- y hay quienes quieren libros de autores muy famosos que están presentes solo en imágenes en los stands de las grandes editoriales, es decir, muy lejos de la ex estación.
También hay visitantes que no van por libros ni escritores sino para ver a un amigo o amiga y conversar con él(ella) mientras se toman una cerveza o un café en los diversos locales allí instalados. Incluso hay personas que han ido a ver un show musical; tan diversa es la parrilla que va desde “Mi banda sonora” a “Electrodomésticos” o a “Perrosky + Redolés”, por citar algunos.
Vienen y se van, algunos felices con sus compras en un bolso que revisarán en el andén del Metro o cuando se suban al auto o al llegar a casa. Otros saldrán frustrados como la joven quinceañera que con las manos vacías se quejaba amargamente a la salida: “Puchas que tengo mala suerte, justo el libro que quiero comprar cuesta 80 lucas”…
Me recordó las palabras inaugurales de la Presidenta Michelle Bachelet cuando dijo al abrir el gran evento que para el 2015 habrá un presupuesto casi 10% mayor para el Fondo del Libro para que “el apetito por la lectura se mantenga”. Esa es la idea de las ferias del libro: que nazca, se mantenga o crezca este interés por leer todo tipo de textos, con diversos contenidos, con publicaciones de menor o mayor costo.
Es un buen paseo familiar el de FILSA, hay un ambiente en general agradable, con cafés algo caros pero bien servidos, con baños gratis y limpios, con mucha gente, pero que anda en onda relajada, el tumulto es diferente al de la estación del Metro o a la cola del supermercado o del banco en día viernes a las 12 del día.
Los niños pasean hojeando libros y revistas, los adultos lo mismo y de vez en cuando vitrinean a los del “sexo opuesto” o a sus iguales, porque también pasa. Era que no.
Los libros se exhiben por doquier en más de 150 stands, entre ellos el de la Región de Coquimbo – Región Magistral, hasta donde han llegado físicamente algunos autores de la Región y donde están decenas de títulos de autores locales. Allí se exhiben, la gente los hojea, pregunta sus precios y no pocas veces se compran.
Algunos lectores preguntan por un libro en específico, aunque a veces no sepan el título o el nombre del autor ni la editorial, pero para eso están Daniela, Fernanda, Francisco, también Patricio algunos días. Son quienes forman el staff local y permanecen día tras día atentos a las consultas y a la mejor atención del público que visita “un stand con personalidad, con identidad”, como destacan algunos al situarse bajo la parra de cuatro grandes racimos de uva blanca. Hay quienes se sacan fotos con el panel de fondo que muestra una señalética con el nombre de Lucila Godoy Alcayaga y una cita de la Nobel elquina.
La FILSA 2014 no tuvo país invitado como en ocasiones anteriores, sino que el invitado de honor era el autor, es decir, todos aquellos que se sienten escritores o lo son. En esta versión, como nunca antes, hubo más de 50 invitados internacionales, entre ellos destacaron Alfredo Bryce Echenique (Perú), Enrique Murillo (España), Gioconda Belli (Nicaragua), Horacio Castellanos Moya (El Salvador), Megan Maxwell (Alemania) y Reina María Rodríguez (Cuba). En cuanto a la parrilla de autores nacionales se alistan Antonio Skármeta, Pablo Simonetti, Alberto Fuguet, Luis Sepúlveda, Hernán Rivera, Pedro Lemebel, Francisco Mouat e Isabel Allende como algunos de los nombres señalados.
Junto a las pocas grandes editoriales que controlan gran parte del mercado del libro se han hecho presente decenas de editoriales independientes, lo que motiva fuertemente a los autores de menos acceso a la industria del libro y a los propios editores que luchan por conquistar nuevos espacios entre autores y lectores y en especial entre los compradores masivos como pueden ser los encargados de las bibliotecas públicas dependientes de la Dirección de bibliotecas, archivos y museos.
Jornada tras jornada se avanza en el programa general de FILSA y en los programas específicos de cada stand o editorial presente, como es el caso de la Región de Coquimbo.
No se ve el río desde la estación, solo libros, libros y más libros. Tampoco se ven trenes. Ya partieron todos con rumbo desconocido en sendos viajes sin retorno. No se ve el Mapocho, pasa cerca de aquí, no muy caudaloso, pero sigue agitado su curso camino al Pacífico. Con él se van las palabras, aquellas que no encajaron en los libros, aquellas que trajo el viento y esas otras que deambulan en busca de autor, ansiosas por ser libro para llegar quizás a este recinto en octubre de 2015. Hasta la próxima.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…