Por Marcelo Coddou
La definición –autodefinición—con que se presenta a Diego Muñoz Valenzuela en su página web no puede ser más certera: “un narrador que busca en la literatura un espacio para la fantasía, aunque de verdad no logra huir de la realidad”.
De ello ha dado muestras logradas en varios libros suyos y el que acaba de publicar no hace sino confirmar lo que constituye, efectivamente, el rasgo que mejor define su obra toda. El protagonista de su última novela, Ojos de metal –indicio el título, en la portada misma del libro, de que no se trata de un ser vivo común y corriente– es alguien que ensambla lo biológico con un material tan utilizado en el ámbito científico como es el metal. Quien posee esos ojos de metal es un cyborg, vale decir un organismo cibernético conformado tanto por componentes orgánicos como otros que provienen de la ciencia. Uno de los personajes centrales es precisamente un científico, un “roboticista” de cuyas manos ha salido un ser que a sí mismo se reconoce como un “engendro” (p. 206).
Ojos de metal viene a sumarse a dos obras que la preceden, configurando así una trilogía con Flores para un cyborg y Las criaturas de un cyborg. La primera significó algo muy especial para la literatura chilena: revitalizó en ella el género de la ciencia-ficción, que había tenido en Hugo Correa (1926-2008) con Los altísimos (1951), El que merodea en la lluvia (1959) y otros títulos a su máximo exponente, pero que no volvería a reaparecer con vigor y altísima calidad estética sino precisamente en Muñoz Valenzuela, lo que no significa olvidar, entre otros, los nombres de Elena Aldunate, Antonio Montero (pseudónimo: Antoine Montagne), Jorge Baradit, Omar Vega (1).
Obra de ciencia-ficción, entonces, mas Ojos de metal se adscribe también al sub-género narrativo, relacionado con la novela-policíaca, que se denomina novela negra. Esta surge en Estados Unidos a comienzos de los años 20. Su rasgo caracterizador es que los autores procuran reflejar, desde una implacable perspectiva crítica, el mundo del gangsterismo y de criminalidad organizada, producto de la violencia y corrupción de la sociedad capitalista. (Recordemos que en realidad la denominación novela negra surge en Francia para designar una serie de novelas pertenecientes a este subgénero, traducidas y publicadas en la famosa “Colección Gallimard” y que Jacques Prévert denominó “Série Noire” por la sencilla razón de llevar el color negro de las pastas de tales libros). En los ’50 llegan también a Francia las primeras películas norteamericanas basadas en esas novelas: El halcón maltés, de John Houston, versión cinematográfica de la afamada novela homónima de Dashiell Hammett, dejando definitivamente establecida las denominaciones “films noirs” y “roman noire” para novelas y películas de la temática que mencionábamos. Ojos de metal sin duda que encuentra parte decisiva de sus modelos precisamente en la novela negra más que en la llamada novela policíaca, pues el interés principal de la trama no radica fundamentalmente en la resolución de un enigma, sino en la configuración de un cuadro de conflictos humanos y sociales, además de un estudio de caracteres a partir de perspectivas que, decididamente, aceptan el calificativo de enfoque realista y socio-político, de la temática del crimen organizado. Así habría que entender la nota de presentación del libro que figura en la contraportada en la que se nos propone que leeremos una obra de ciencia-ficción, lo que es acertado—y de sello neo-policial, algo que habría de entenderse, según lo que acotábamos recién, más acertadamente como novela negra.
“Ser un novelista es el arte de ser ingenuo y reflexivo al mismo tiempo” ha sostenido el escritor turco (Premio Nobel del 2006) Orhan Pamuk. Definición ésta con la que podríamos identificar cabalmente a Diego Muñoz Valenzuela. Muestra de ello es precisamente Ojos de metal. Novelistas ingenuos son aquellos que no se preocupan por los aspectos artificiales de la escritura y la lectura de una novela. Reflexivos son aquellos que se sienten fascinados por la artificiosidad del texto y su fracaso para alcanzar la realidad y que prestan una gran atención a los métodos utilizados en la escritura de novelas y al modo en que funciona nuestra mente cuando leemos. Muñoz Valenzuela se nos muestra sobremanera consciente de la obra que escribe, de los métodos y técnicas que utiliza y de lo “artificioso” de su esfuerzo. Mas, por otra parte, como escritor ingenuo, no diferencia mucho entre su percepción del mundo y el mundo en sí. Y le preocupan los principios éticos e intelectuales cuando plasma sus ideas y su visión del mundo en los relatos. En este sentido es que me parece que él ha encontrado un equilibrio entre el novelista ingenuo y el sentimental de los que habla Pamuk, siguiendo el pensar de Friedrich Schiller en aquel notable ensayo suyo de 1795-96 que Thomas Mann describiera como “el ensayo más hermoso escrito jamás en alemán”..
El mismo Pamuk ha sostenido que al leer una buena novela nuestra mente no deja de buscar un motivo, una idea, un objetivo, un centro secreto. Ojos de metal es ricamente compleja en este sentido, pues nos conduce, página a página, a un cuestionamiento constante de los varios niveles de la realidad: psicología individual de cada personaje, complejidad en las relaciones entre ellos, conflictos graves en el medio en que se mueven. Y, con habilidad extrema, nos permite a los lectores establecer una relación de complicidad con el novelista.
No corresponde aquí, en una simple reseña, referirse a la trama y a cada uno de los procedimientos utilizados por el autor para plasmarla. Nos basta con recomendar, a partir de una convicción absoluta de los muchos méritos que tiene, que se lea esta novela que va a satisfacer el anhelo de todo lector de enfrentarse a una obra literaria cabalmente cumplida.
1) Bien informado y con juicio criterioso el citado Omar Vega publicó su estudio “En la luna: un bosquejo de la ciencia-ficción chilena”, critica.cl 15/07/2006.
Marcelo Coddou, Profesor emérito de la Universidad de Drew, New Jersey, EE.UU. Se formó profesionalmente en la Universidad de Concepción, de cuyo Departamento de Español llegó a ser Director. Doctor en Filología Románica por la Universidad Complutense (Madrid). Además de numerosos ensayos críticos sobre literatura hispanoamericana publicado en revistas especializadas de Latinoamérica, Europa y los EE.UU. Ha editado libros de estudios sobre Gabriela Mistral, Juan Rulfo, Julio Cortázar e Isabel Allende; la edición crítica de La miseria del hombre (1995) y la Obra Selecta (FCE y Biblioteca Ayacucho, 1998) de Gonzalo Rojas. Es autor de los siguientes libros:
Poética de la poesía activa: Gonzalo Rojas. Nuevos estudios sobre la poesía de Gonzalo Rojas.
Para leer a Isabel Allende. Veinte estudios sobre la literatura chilena del siglo XX.
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En: Crítica
Ojos de metal, de Diego Muñoz Valenzuela
(Santiago, Simplemente Editores, 2014)
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.