Algunos microcuentos de Martín Pérez Ibarra
Análisis forense
Él sabría que enfriamiento, rigidez, livideces y putrefacción del cuerpo debían considerarse. Lo mismo que pruebas entomológicas y la revisión de las lesiones traumáticas del tórax. Habría vislumbrado que la posición del cuerpo demostraba que se trataba de un asesinato. La forma de los hematomas, el número de las heridas, la dirección de la lesión cutánea y su profundidad daban cuenta de un ataque. La sangre, el desorden y los vidrios rotos, también. Le habría gustado explicarlo al fiscal en la escena del crimen, pero tenía el cuerpo frío y yacía sobre el piso irremediablemente muerto.
El buen abogado
El defensor me interrogó toda la tarde. Hizo cientos de preguntas queriendo justificar mi delito con el móvil de trastorno de ansiedad por separación. Después intentó encontrar un delirium que explicara mi proceder y hasta buscó por el lado de una demencia progresiva y crónica. Quiso incluso hacerme creer que podía sufrir de esquizofrenia. A esas alturas, yo sentía ganas de matarlo, igual que a ella, sólo de aburrido.
Reconstitución de escena
El funcionario en la caja del banco era el mismo del día del asalto. Los clientes también y estaban ordenados en la fila igual que el día del atraco. La hora que el juez eligió para reconstituir la escena coincidía al minuto. El guardia elegido era físicamente idéntico en estatura, contextura y quizás edad, al que maté durante el robo. Sólo una cosa era distinta: el inculpado del delito al que le pedían que describiera los hechos. Él no se parecía en absoluto a mí, pero claro, eso yo no iba a contárselo a mis compañeros de la PDI.
Corazón de Abuelita
Frenó en el semáforo frente al show del equilibrista de pelotas. Cuando la luz cambió, sacó la mano por la ventanilla y le pasó cien pesos. En el próximo semáforo, le entregó doscientos a un lanzador de antorchas. En el siguiente, cien a un mimo. Miró el monedero y lo vio vacío. Entonces, acudió a su mapa. Siguiendo las calles marcadas en él, volvió a casa sin pasar por ningún semáforo. Estacionó el auto y tomó el metro con su tarjeta BIP, rogando no topar con la alcancía de alguna fundación del cáncer antes de pasar por un redbanc.
Metrosexual
Mido un metro ochenta y calzo cuarenta y seis. Camino por las calles con los jeans ajustados que muestran que estoy bien dotado. Ellas me sonríen, persiguen, hablan. Yo me hago el interesante. No les converso. Si alguna de ellas me gusta, le regalo una mirada penetrante a los ojos y me mantengo viéndola hasta que ella tiembla sobrecogida. Luego, lo usual es que la escogida me invite un café. Yo asiento con la cabeza y sonrío. Ellas piensan que soy extranjero, que hablo otra lengua. Me voy a la cama ese mismo día y las satisfago en todos sus deseos. Me marcho antes de que amanezca y sé que no las veré más. No quiero que descubran mi voz de pito. Soy un metrosexual, no un megavocal.
Vestida de ocasión
Salió de la ducha, se secó el pelo, cruzó desnuda el dormitorio y entró al walking closet decidida a vestir lo mejor. Se puso medias negras con liguero, la minifalda de cuero y la blusa de seda. Calzó las botas más elegantes y el collar de perlas. Se miró al espejo largos minutos. Luego, caminó por las habitaciones de la casa, dudando si salir o quedarse.
A mediodía, se dio cuenta que se le hacía tarde. Se sacó la ropa con cuidado, se vistió como todos los días, y se puso a barrer, lavar y cocinar. La señora y su marido llegarían a las seis.
Atracción vergonzosa
Se encontraron por primera vez bajando la escalera de emergencia mientras el edificio se estremecía con el terremoto. Él venía llorando desde el piso doce en calzoncillos. Ella, gritando desde el nueve en baby doll. Se tomaron de la mano y siguieron bajando juntos, aterrados. A ella le parecieron tiernas las lágrimas de él y le simpatizó su ropa interior atigrada. A él le gustaron esas largas piernas, el bamboleo de los pechos al saltar por las escaleras y los quejidos sexies que ella daba en cada brinco.
Días después, se toparon en el ascensor. Fingieron no conocerse.
Epidemia
– ¡Cólera! – gritó el doctor.
– ¡Cólera! – gritó la doctora.
– ¡Cólera, cólera! – gritó la enfermera jefe de piso.
Era un grito contagioso.
El grito
Gritó, y gritó, y gritó, hasta que destruyó sus cuerdas vocales y quedó mudo. Cuando ya no podía emitir sonidos, lo encontraron. Un barrendero pasó, como todos los días, por el lado de la alcantarilla y le llamó la atención que estuviera tan silenciosa.
Acuatizaje
Conduce la nave en una maniobra de emergencia, buscando una zona abierta donde aterrizar, pierde el control y cae atraído por la fuerza de gravedad, sin combustible, tratando de mantenerse en vuelo. Ve la laguna y decide acuatizar. Levanta la trompa de la nave al máximo para mantenerla paralela a la superficie del agua. Aún así, no logra evitar el golpe y toda la estructura se sumerge con violencia levantando una gran masa de agua. En medio del fragor del choque, escucha el grito de su madre:
– ¡Deja de salpicar la sopa con la cuchara!
Santiago Traders
Exactamente, este negocio me ha permitido viajar y conocer a mucha gente. Sí, claro, soy VIP para muchas líneas. Y como tengo alianzas estratégicas con buena parte de ellas, los costos de movilización para mis transacciones han bajado a cero. ¿Que si he crecido? “Of course!”. Me he diversificado y he logrado introducir productos nuevos que producen buen flujo de efectivo para reinvertir. ¿Que cuáles son? Bueno, están la división Negrita-Super 8, que va por moneda de 100 en La Florida-Centro y la más rentable, nuestra división de herramientas con el producto estrella: Destornillador Multiuso por luka, en la Centro-Quilicura.
Treinta Minutos
Tomo la última curva, inclinado, sin frenar, y con la rodilla casi tocando el piso. Se queman los neumáticos que chillan por el roce del asfalto, resistiendo la fuerza centrífuga liberada por el arco de giro. Quedo primero en la recta final, dos metros por delante de Jungjohann y su Yamaha bramando en mi oído derecho. Acelero a fondo inclinándome para mejorar la aerodinámica. Jungjohann se acerca y el motor de mi Kawasaki no da más. La meta está allí, a treinta, veinte, diez metros…¡Mierda! El semáforo de Plaza Italia …y este par de huevones tendrá que regalar las pizzas.
Marinero
Estimados Camaradas,
El viernes pasado viví mi último día en el navío Líder.
Como tripulante de esta insigne embarcación de guerra, quiero agradecer a todos Uds. por el apoyo que me dieron en mis maniobras a bordo.
Dejo esta asignación con tristeza, pero me voy contento por la oportunidad que me dieron de combatir contra pequeñas tiendas y ganar más y más socios de conveniencia Líder.
No me cabe la menor duda que a este navío le esperan muchas aventuras en los diversos rincones de Latinoamérica, combatiendo las corbetas de Unimarc, apaciguando la ira de los bergantines de Carrefour y resistiendo la invasión americana de los acorazados de Wall Mart.
Sin embargo, con la fortaleza de nuestros artilleros, que disparan sus ofertas más lejos y calafatean y achican costos más rápido; con nuestros marineros sobre cubierta, que no pierden cliente con intención de compra, y con nuestra capitanía, que desde el alcázar maneja con impecable claridad el astrolabio, sólo glorias pueden esperar al navío Líder.
Deseando que la Rosa de los Vientos los acompañe siempre en sus batallas y que la Cruz del Sur nunca se apague para Líder, nuestro navío insigne, se despide hasta un próximo puerto de encuentro,
Cristián Leyton
Mesón Rotisería
Mayordomo
Señor, necesito hablar con usted. Ahora no, hablemos mañana. Señor, necesito hablar con usted, y es urgente. Bueno hombre, dime. Señor, antes de que su señora esté más necesitada de servicios, vengo a presentarle mi renuncia. Pero cómo hombre, justo ahora que Maite necesita más que nunca un mayordomo, y después de quince años de servicio, me dices que renuncias… Sí señor, es por el bien de su familia ¿Por el bien de mi familia? ¿Pero qué te pasa, hombre? ¡Si nosotros requerimos un mayordomo! Si señor, pero su señora está sufriendo con el embarazo y es mejor que una persona más calificada la atienda ¿Cómo va a estar mi mujer sufriendo con el embarazo, si hace años que quiere tener un hijo? ¡Está feliz con su embarazo! Sí usted lo dice, señor…pero creo que la señora Maite estaría mejor sin mi ¿Por qué, Jaime, si usted siempre ha prestado un buen servicio? ¿Ha tenido algún altercado con ella? Muchos, señor, en especial después de que ella quedó embarazada. Pero eso es normal, hombre, las mujeres se ponen temperamentales cuando están preñadas. No, señor, el problema va más allá. ¿Cómo es eso? Explíquese. Su señora, bueno, su señora me ha molestado durante muchos años y esto llegó al límite de lo que puedo aguantar. ¿Pero, específicamente en qué lo ha molestado tanto? No guarde las apariencias conmigo, señor, que usted lo sabe. No, no sé, dígame, sea claro. Con sus juegos sexuales, señor, que a usted le importan un pepino porque no tiene que acostarse con ella. ¿Pero qué pasa, Jaime? ¿No le pago bien para que la entretenga y me la saque de encima? Sí, pero el embarazo no era parte del trato, señor. Bueno, le pagaré más por lo del crío que va a tener. No es sólo eso, señor. ¿Y qué es, entonces? Ella me dijo que ahora que va a tener un hijo quiere ser una buena madre y una esposa ejemplar, por lo tanto piensa volver a compartir dormitorio con usted y que ambos se involucren en la crianza del niño ¿¡Cómo!? ¡Ah, eso no!, ¿se volvió loca? Bueno, dígaselo usted, porque yo tengo mi orgullo, señor, y no pienso volver a tener sexo con usted si ella lo tiene también. Ya tengo bastante con convertirme en el mayordomo de mi hijo.
Brevísimo Currículo literario de Martín Pérez Ibarra
Nació en Viña del Mar y actualmente reside en Santiago de Chile.
Es autor del libro de microcuentos “Santiago Traders & Otros”, Asterión, año 2007. También, del libro de cuentos “Tapia” (Asterión, 2008) y de la novela histórica “Señales del Dresden” (Uqbar Editores, 2014).
Su microcuento “Atracción vergonzosa” fue premiado en la XII versión de “Santiago en Cien Palabras”.
Desde el 2005, participa cada año en la publicación de libros objeto de Ergo Sum, dedicada al microcuento.
Sus textos breves han aparecido en medios digitales como el magazine literario Carajo y la revista argentina Cita en las Diagonales.
Asimismo, algunos de sus microcuentos han sido publicados en Francia a través de trabajos en literatura latinoamericana de la Université de Poitiers.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.