Se destacó por su dedicación y por la coherencia de convicciones. Fue especialista en Literatura Hispanoamericana. Aquí, la despide un amigo, con hondura.

Por Leandro Hidalgo

El sociólogo Leandro Hidalgo, amigo de Miriam di Gerónimo, la despide con estas hondas palabras:

Encontremos la manera de despedir a los glaciares

A Miriam Di Gerónimo

Más tarde que temprano, su demogorgon la hirió por todos lados, y la alejó de nosotros, y entonces quedamos así, como niños boquiabiertos que ven alejarse el monstruo con la presa a su espalda. Nos quedó el silencio, el mute de esa mañana friolenta y soleada en que hicimos un semicírculo, vacío y temprano, hasta ser testigos inútiles de la alquimia humana, hasta presenciar cómo la esencia vuelve adentro de su frasco.

No hay lecciones, no hay anécdotas, no hay vara moral, aquí no está tu currículum brillante, porque lo olvido, porque no lo sé, o porque simplemente no me interesa. Acá está la luz de tu luna. Alma de diamante. Vencedora vencida. Tu espada aún tiene carne, tripas y sangre de los enemigos. Lo lamento tanto, pero tanto. Lo siento en el centro de mi pecho, pero también lo lamento por Mendoza. Hay tan pocos faros. Son pocos los imprescindibles. Quedó la respiración agitada de una fiera gigantesca, cansada, un aliento caliente que se oirá por la noche en los pasillos de la Universidad, en la Feria del libro, en la Secretaría de Cultura, una cosa formidable, una alimaña, que inhala y exhala profundo, y deambula por el puerto de Valparaíso, por clases y congresos, por todo el universo de la microficción, quedó fuerte ese hálito sonoro que viene de la boca dentada de algo salvaje, de algo bravo, sorteando barrotes de la mentira.

Para nosotros es una figura, es la oveja negra que nos enorgullece. Te amaron tus estudiantes, tus colegas, tus amigos. Te rodeaste de jóvenes. Quisiste escuchar lo nuevo. Forjaste un comando.

Escribo tan de prisa que todavía siento tu mano sobre la mía, preguntándome por la colección de libros Basta, escribo tan a los atracones que aun veo tus ojos cristalinos apoyados en los de Amor Hernández, en una sala blanca, sobre cama blanca, entre paredes blancas, escribo así, tan lloriqueando que aun te veo recostada, pero respirando, como un jaguar herido, expulsando unos ruidos graves que te vienen de no sé dónde, de la selva supongo. Se escucha ese pulso sobrevolar esta aldea hecha de flores y canteros.

Se nos ha metido el mar dentro de los ojos, lloremos los tiburones y dejemos el agua quieta, al menos un instante. Hasta que vuelvan las olas. Hasta que ese animal paciente y misterioso emprenda el camino de bajar de las montañas.

Para nosotros es una hechicera, una gigante con lupa, tramando siempre el próximo combate. El que dio en mil frentes. Siempre a su capa la levantó el viento, y lo que tuvo, lo ofreció. Sólo en la última parte, la vimos escribir textos breves. Nos los mandó por watsap, por mail, y una noche fría nos los leyó en el living, con una voz tembleque delante de un té sin sorber, y esos textos hablaban de la infancia, de la memoria, del canal Cacique Guaymallén, de la soledad, del miedo y sus circunstancias. Es lo que toca nos dijo. Y era la pura verdad. Tocaba. Ahora nos toca a nosotros, despedir a los glaciares. Si ya pusiste los pies en el agua, esta noche la luna titila.

No te deslizaste por la vida. No fue en vano nada. La aldea creció. Nosotros también. Tu Valparaíso está, tu otoño está, y estos dedos dañados sobre este abecedario, como los de tantos otros amigos, también, para siempre, estarán.

Miriam Di Gerónimo fue profesora, licenciada y doctora en Letras. Investigadora y Profesora universitaria. Expuso en más de cincuenta congresos y publicó artículos en revistas especializadas. Ha dictado conferencias, cursos de grado y de posgrado en las Universidades de Valparaíso, Barcelona y Salamanca. Fue fundadora de las Cátedras Libres de Julio Cortázar (2001) y Jorge Luis Borges (2010) de la FFyL-UNCuyo. Es autora de: Narrar por knock-out. Poética del cuento de Julio Cortázar (Simurg, 2004).

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