Por Eduardo Contreras Villablanca / Letras de Chile
(Este texto se basa en gran medida en referencias y comentarios publicados en el sitio web www.polidelano.cl)
A pocos días de lo que habría sido el cumpleaños ochenta y siete de Poli (el 22 de abril, un día antes del día del libro), recuerdo cuando en agosto de 2019, en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile, se lanzó el libro “¿Están escribiendo?”, una creación colectiva de su taller. El título nace de la pregunta que hasta en sus últimos días en el hospital (en agosto de 2017), con la salud ya muy quebrantada, el maestro seguía haciendo a sus discípulos. También es lo que por años preguntaba a sus amigos escritores cuando se encontraban.
El acto de lanzamiento de la obra, fue pensado por los miembros del taller, como un homenaje a su maestro en el mes en que se cumplían dos años de su partida. Como parte del homenaje, el salón estaba decorado con motivos mexicanos, como recuerdo del gran cariño que el escritor tenía por ese país, en el que vivió parte de su niñez, y un exilio de diez años.
Aquel era el segundo libro lanzado por sus “talleristas” desde la partida de Poli, el primero, titulado “El taller de Poli Délano” había sido lanzado a fines del 2017, el mismo año de su muerte. Desde ese entonces, su taller ha seguido funcionando cada semana, mantiene un sitio web en memoria del autor, y se apresta a lanzar este año 2023 un tercer libro en su homenaje. Nos referimos solo a las obras colectivas posteriores a su muerte, en vida, Poli publicó otros libros recopilatorios de trabajos de las y los miembros de su taller.
Todo lo anterior viene al caso, porque quiero destacar ese trabajo de Poli Délano en talleres: si bien él se hizo conocido dentro y fuera de Chile por sus más de cincuenta libros, dejó también esa otra gran obra, una inmensa labor como formador de escritores. Comenzó a trabajar en talleres en México, en su casa de Cuernavaca, un condominio de varias casas de ladrillo a la vista con una piscina al medio, un entorno que utilizó en al menos una de sus obras. Y comenzó a realizar talleres literarios en Chile en cuanto regresó de su exilio en México, en el año 1984. A principios de este siglo las reuniones eran en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), en calle Simpson. En distintas épocas las sesiones fueron en la casa de algunos de los integrantes del taller, y en la casa de Poli en la calle Valencia, en un barrio de Ñuñoa que aparece en varios de sus cuentos y novelas, la casa de sus padres, que tanto le costó dejar cuando se trasladó al departamento de calle Lyon.
En sus talleres en México y en Chile, se forjaron escritores y escritoras que luego se fueron consolidando como tales con publicaciones, premios y otros reconocimientos. Por mencionar algunos de sus discípulos en México, con varios libros publicados, tenemos a: Marcel Sisniega, Gran Maestro internacional de ajedrez y escritor, Rafael Ramírez Heredia, que obtuvo numerosos premios, entre ellos el Premio Dashiel Hammett, de la Semana Negra de Gijón. Otro de los discípulos mexicanos fue Ernesto “Seco” Uribe, que además de escritor fue un destacado pintor. Leo Eduardo Mendoza es cuentista, guionista, además de coautor y antologador.
En Chile podemos mencionar, con libros publicados, y diversos reconocimientos a sus obras, a Marcelo Leonart, Alberto Fuguet, Yuri Soria-Galvarro, Branny Cardoch, Cecilia Aravena Zúñiga, Marco Fajardo, Emilia Páez, Luis López-Aliaga, Gianfranco Rolleri, Hugo Martínez, Roxana Álvarez, Humberto Negrete, Jorge Chomalí y Juan Manuel Courard. Varios de sus discípulos y discípulas han obtenido premios en diversos concursos, es el caso de Cecilia Ibarra, Micaelina Campos y Juan José Lizama, entre otros.
Como obras colectivas, en los años 80 su taller de México publicó un libro de cuentos de sus discípulos en ese país, llamado “Variaciones sobre un mismo campanario”, y sus talleres de Chile han publicado hasta la fecha los libros “Entre la pluma y la pared”, y los ya mencionados “El taller de Poli Délano” y “¿Están escribiendo?”.
Haciendo un recuento de los libros publicados en Chile por sus discípulos, sólo desde 2006 a la fecha, y considerando solamente a quienes fueron sus alumnos en ese periodo, tenemos veintisiete libros en poco más de dieciséis años: veinte novelas y siete libros de cuentos publicados por sus “talleristas”.
Un legado valioso de Poli, sobre todo en un país en el que a los nuevos escritores y escritoras les cuesta muchísimo publicar. Es posible que, sin Poli, algunos de los que pasaron por su taller igual habrían logrado sacar a la luz sus textos, pero probablemente serían menos los libros y quizás con unas prosas a las que les faltarían más detalles por pulir.
Y lo más importante, es que seguimos escribiendo, y en su taller cada semana nos reunimos a analizar a fondo un nuevo cuento, o capítulo de un libro. Creo representar a varios “talleristas”, al decir que ese es nuestro mejor regalo en estas fechas en las que solíamos festejar al maestro, cantando “Las mañanitas”, y alzando las copas para celebrar la amistad y la pasión por las letras que nos une.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…