Cuando Ucrania está presente mundialmente, Edmundo Moure recuerda a uno de sus compañeros de liceo, defensor a ultranza de su identidad ucraniana.
por Edmundo Moure
Iván Kovalenko llegó de Kiev a Santiago de Chile en 1954, con sus padres y una hermana. Padecieron la ocupación alemana, en 1941; la rusa soviética, a fines de 1944.
Tenían estatus de refugiados. Iván, un mocetón de quince años, me llevaba dos, superándome por diez centímetros de estatura. Fuimos compañeros en el cuarto de humanidades del Liceo Juan Bosco, en La Cisterna. Hablaba el castellano fluidamente y poseía mejor vocabulario que muchos de nosotros.
Adusto y reconcentrado, hacía de su silenciosa extranjería una coraza social. Buen alumno, cumplidor como pocos. Infundían respeto sus anchas manos campesinas y su mirada imperturbable.
Durante las dos primeras semanas de diciembre, rendíamos los exámenes finales del año, con valor de cincuenta por ciento, ante comisiones externas del Ministerio de Educación, integradas por tres profesores para cada asignatura, más el maestro del ramo, que nos defendía, con derecho a voz, pero sin voto decisivo. Los curas agasajaban a los examinadores con suculentos almuerzos, en procura de inducir su benevolencia.
En el examen de Historia y Geografía, Iván Kovalenko se presentaba con nota seis de promedio. Le bastaba un mísero dos para aprobar.
El examinador de turno, luego de leer en voz alta su nombre, le preguntó:
-¿Es usted ruso, verdad?
-Soy ucraniano -respondió Iván, con su aplomada voz de barítono.
-Vamos a ver -retrucó el profesor. -Ucrania pertenece hoy a la Unión Soviética; eso lo hace a usted ruso y soviético.
-No, señor. Soy ucraniano y mi familia es ucraniana.
-Mire, joven, como profesor de Historia no puedo dejarle pasar esa afirmación en el examen del ramo… Le doy la última oportunidad para que rectifique. ¿Cuál es su nacionalidad?
-Ucraniana, a mucha honra -reiteró Iván Kovalenko, y su voz pareció estremecer la sombría sala.
Fue reprobado. Días más tarde, a instancias de sus padres, el entonces rector del colegio, presbítero Raúl Silva Henríquez, intercedió ante el Ministerio. Le fue enmendada a Iván la sentencia por un modesto «suficiente».
Se rumoreó en el colegio que el examinador de marras era comunista. Falso. Se iba a comprobar más tarde su filiación radical y masónica.
…A la postre, no todos somos proclives a los imperios y globalizaciones de circunstancia, ni menos a las nacionalidades forzosas.
Nunca más supe de Iván Kovalenko. Quizá esté ahora mismo escuchando noticias de su patria ultrajada.
Edmundo Moure
Febrero 24, 2022
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…