Por Diego Muñoz Valenzuela

“Contando el cuento” irrumpe en 1986

La antología «Contando el cuento», compilada por Ramón Díaz Eterovic y Diego Muñoz Valenzuela, fue publicada en 1986 (un año de intensa significación política y social) por la editorial Sinfronteras y se ha llegado a considerar una de las obras más representativas de la narrativa chilena contemporánea. Esta colección reúne relatos de autores emergentes en los 80 que pertenecen a la generación de escritores que desarrollaron su obra en el contexto de la dictadura militar en Chile.

La selección de cuentos de esta antología considera una amplia diversidad temática y estilística, lo que permite vislumbrar las inquietudes y realidades sociales más importantes de la época. La intención del volumen fue destacar voces que, aunque jóvenes, aportaban frescura y originalidad a la narrativa nacional. Esta obra hizo, en algún sentido, de trampolín para nuevos autores, la mayor parte de los cuales ha continuado desarrollando carreras literarias significativas, expresadas en numerosas publicaciones y reconocimientos.

La antología incluye relatos que abordan diversas temáticas, que van desde lo cotidiano hasta lo fantástico, logrando reflejar el contexto sociopolítico del Chile de los años 80, fuertemente marcado por la experiencia de la dictadura. Los cuentos seleccionados muestran un amplio espectro de estilos narrativos, lo que permite a sus lectores apreciar diferentes enfoques literarios.
La publicación de «Contando el cuento» en 1986 puede ser vista como un hito en la literatura chilena, ya que no solo documenta una parte importante de la producción literaria del país durante un periodo tan crítico de nuestra historia, sino que también contribuye a la construcción del canon literario chileno. Al incluir autores menos conocidos junto a otros más tempranamente establecidos, se fomentó una mayor inclusión y diversidad en el panorama literario.

«Contando el cuento» logró ser más que una simple colección antológica, deviniendo en un testimonio del dinamismo y la riqueza de la narrativa joven chilena en un momento crucial de su historia. Esta antología sigue siendo un referente para estudiosos y amantes de la literatura que buscan comprender las complejidades del relato chileno contemporáneo.

En el prólogo de los antologadores para “Contando el cuento” hay muchas frases que ilustran con claridad los móviles que guiaron el proyecto y reflejan las condiciones en que los textos que la integran fueron escritos. Reproduzco acá algunas de ellas, por su relevancia para la comprensión del contexto y la relevancia del proyecto.

“Nuestro hábitat ha sido la violencia. Éramos adolescentes hacía los días finales de aquel estremecedor año 1973. Hasta agosto de ese año pensábamos que nuestro futuro iba a ser otro muy distinto al que nos ha correspondido vivir (o sobrevivir)”.

“Somos hijos de este tiempo que nos ha tocado vivir. Ha sido y será difícil vivirlo y escribirlo, sin embargo, esa es la misión que nos corresponde y la asumimos con plenitud, incluso con alegría”.

En las palabras finales del prólogo se afirma: “Con esta antología, que como todas puede adolecer de limitaciones, creemos, junto con la Editorial Sinfronteras, estar contribuyendo a llenar el vacío que afecta a esta generación en materia de publicaciones y difusión. Para algunos de los autores, este será su primer libro, para otros un paso más en sus esfuerzos por dar a conocer sus textos. Como siempre, será el tiempo el más implacable crítico de estos cuentos, pero no dudamos que la mayoría de los escritores antologados son presencia renovadora hoy en día, y serán nombres presentes en el futuro de nuestra narrativa”.

Se incluyeron dos cuentos de cada autor antologado. Todos los autores y autoras -nacidos entre 1948 y 1960- habían exhibido una actividad destacada en la narrativa, expresada a través de publicaciones en libros o revistas, otorgamiento de premios, participación en ciclos de lecturas públicas u otros sucesos literarios relevantes. Cabe destacar que, por las condiciones sociales y políticas, recién habíamos tenido la oportunidad de conocernos en la misma década de los 80 y unos pocos a fines de los 70, como se narra en el prólogo. Las publicaciones estuvieron restringidas por una implacable censura hasta 1984; antes de esa fecha la circulación de obras literarias se realizó principalmente a través de revistas clandestinas o semiclandestinas, que eran difíciles de conseguir. Estas condiciones de gran dificultad remarcan, con la mirada de los años, que se haya podido realizar una selección tan eficaz de los autores.

La totalidad de los 17 escritores incluidos en “Contando el cuento” se han mantenido activos en el campo narrativo y han publicado novelas, cuentos y otras obras desde los ya lejanos años 80. Sin duda, si bien su aparición estableció un hito relevante para la narrativa chilena, no fue un éxito editorial en los términos que hoy se podría concebir. Pero constituyó un hecho significativo con amplias consecuencias culturales, paradójicamente en un momento clave de nuestra historia.

Siguiendo el camino con “Andar con cuentos”

La antología «Andar con cuentos», publicada en 1992, seis años después de su natural predecesora, genera un compendio significativo de la cuentística chilena a inicio de los 90. Reúne a 36 escritores nacidos entre 1948 y 1962, que implica una leve expansión etaria, respecto al rango de “Contando el cuento”. Este volumen no solo amplió la representación de voces en la literatura chilena, sino que también reflejó de mejor manera el contexto cultural y social postdictatoriales que influyó en la producción literaria de la época. Dada la cantidad de autores incluidos, más del doble, solo fue posible considerar un relato de cada cual.

«Andar con cuentos» se inscribe en un momento crucial para la literatura chilena, donde de alguna manera se buscaba romper con las narrativas dominantes y explorar nuevas formas de expresión. La antología destaca (al igual que su predecesora) por su diversidad de temas y estilos, presentando relatos que abordan desde lo cotidiano hasta lo fantástico, lo que permite una exploración rica y variada de la condición humana en el distante Chile de los años 90.

Uno de los principales aportes de esta nueva antología fue su capacidad para destacar relatos que pueden considerarse representativos de una nueva generación de escritores. A través de la selección de cuentos, no solo se buscó entregar una muestra del talento literario, sino que también establecer un diálogo entre autores en diversas etapas de desarrollo. Así se permitió a los lectores acercarse a voces frescas y perspectivas innovadoras. La antología no solo contribuyó al conocimiento de la cuentística de la época, sino que también proveyó un puente entre grupos etarios coexistentes, enriqueciendo el panorama narrativo del país.

Mirando retrospectivamente los relatos incluidos en «Andar con cuentos» se advierte que ellos abordan temáticas diversas, entre ellas: un trabajo de recuperación de memoria a través de la exploración del pasado reciente y sus repercusiones en la sociedad chilena, la búsqueda de identidad personal y colectiva en un contexto postdictatorial y la cotidianidad representada en diversos aspectos de la vida diaria, siempre marcada por las huellas del pasado político.

«Andar con cuentos» ofreció una visión amplia de la realidad chilena, al tiempo que invitó a los lectores a reflexionar sobre su propia historia y experiencias y traspuso los límites de una simple colección de relatos asumiendo la forma de un testimonio del renacer literario en Chile tras años de intensa represión. De alguna manera capturó la esencia de una época y ofreció un espacio a voces diversas.

Si “Contando el cuento” fue el lanzamiento oficial de la Generación del 80, “Andar con cuentos” encarna la liberación del concepto de “Nueva narrativa chilena”, que en los años posteriores fue explotado por las editoriales transnacionales y convertido en fenómeno de ventas por un periodo.

La marca del ogro es un antecedente histórico fundamental de la Generación del 80: la ruptura de la democracia y el ejercicio implacable del poder para someter a la población fue lo que le tocó a experimentar a sus integrantes, que habíamos vivido la mitad de nuestras vidas en la tiranía.

Respecto de “Andar con cuentos” hay algunas referencias importantes en relación a la temática de la Generación del 80; por su valor para afectos de análisis, reproducimos algunas de ellas:

“La Generación del 80 es una generación ligada a su circunstancia, que ha debido constituirse bajo vigilancia y acoso, (…) siempre a contrapelo de la historia oficial” expresó Josefina Muñoz en la presentación de «Contando el Cuento” efectuada en septiembre de 1986, en pleno estado de sitio. Agregó luego: “la Generación del 80 vivió, vive, el dolor del cambio, el ocultamiento y la represión, la vuelta de tuerca que borró violentamente un proyecto social para instalar otro absolutamente opuesto y excluyente».

En la misma presentación, Jaime Hagel acotó «Quiéralo o no el autor, toda obra refleja el espíritu de la época en que fue escrita. Al tiempo de la escritura de estos cuentos se le podría llamar la era del ogro”.

Ramiro Rivas, en un artículo publicado en la revista el Gato sin botas N°2 (1987), habló de estos “escritores que se han desarrollado bajo el toque de queda. La violencia de Estado los ha marcado, los ha reprimido, los ha hecho crear sus obras sin conocer la libertad; nacieron a la vida literaria después del 73”. Y aclara más adelante que «Esto no supone identidad de estilos o de lenguajes, pero sí una actitud crítica que todos comparten, en menor o mayor grado».

El crítico portorriqueño Benjamín Torres Caballero del diario El nuevo día (1988) destaca la heterogeneidad de los miembros de esta generación que “presentan una diversidad de estilos, desde el lenguaje directo, punzante, y a veces irónico, hasta el poético y alegórico; recogen vivencias testimoniales, o las transforman a través de imágenes o de un lenguaje encubierto en parábolas».

Por su parte, Poli Délano afirmó en un artículo publicado en el diario La Época (octubre 89) a propósito de “Contando el cuento”: “Es curioso, por otra parte, aunque comprensible, observar que la mayoría de estos jóvenes se inicia con un sentido del oficio que suele superar la norma. Parten casi todos escribiendo bien, con manejo eficiente del idioma y un conocimiento bastante maduro de las técnicas narrativas”.

De otra parte, José Miguel Varas señaló en la revista Araucaria (1987): «Otro rasgo que estos jóvenes autores comparten es una actitud, digamos, absolutamente seria, profesional y consciente hacia la actividad literaria. Estos no son cuentos de principiantes ni de diletantes. Con éxito mayor o menor, cada uno de estos escritores se esfuerza por transmitir con los recursos propios de la literatura, experiencias auténticas”.

Un balance preliminar

Examinadas ambas experiencias antológicas desde la distancia temporal de cuatro décadas, revisando sus contenidos y páginas en los ejemplares que ya muestran el paso del tiempo, es posible aquilatar el valor de la experiencia de ambas compilaciones, la primera de ellas en un complejo particularmente momento de la historia. “Contando el cuento” fue lanzada inmediatamente después del atentado al dictador, en pleno estado de emergencia, en medio de todas las cortapisas propias de una tiranía.

Los antologadores nos sentimos retrospectivamente contentos y orgullosos de haber trabajado arduamente en la búsqueda, lectura y selección de los cuentos que integran ambas compilaciones. Los disfrutamos intensamente e invertimos cientos de horas leyendo y conversando para lograr ese destilado. Y tuvimos la suerte de encontrar editores atrevidos, concienzudos y sensibles: José Paredes (de la editorial Sinfronteras) y Cristián Cottet (Mosquito Editores).

Creemos, Ramón y yo, que en esas páginas se condensó efectivamente aquello que configura la auténtica narrativa chilena de esos años, que tiene una continuidad prolífica en la actualidad, y que la seguirá teniendo. Así se configura una literatura auténtica, profunda, veraz, capaz de mirar nuestra historia desde una perspectiva que va más allá de los hechos políticos que califican y manipulan quienes detentan el poder económico, la gran fuerza motriz de nuestra sociedad marcada por el tener, más que por el ser.

En los cuentos de estas dos antologías puede sentirse la pureza original de una narrativa que fluye en compleja consonancia con lo que ocurre. El ejercicio de escribir en libertad puede reconocerse a primera lectura. Así, cabe reconocer que esta generación de escritores, mucho más allá de concentrarse en el importante tema de la memoria, trajo de contrabando al país novedades como el neopolicial o el noir, lo fantástico y la ciencia ficción, la narrativa del cuerpo y lo erótico, el microcuento y las formas hiperbreves y otras primicias que sin duda enriquecieron y continuarán enriqueciendo nuestro panorama narrativo en su momento.