Por Cecilia Aravena Zúñiga / Letras de Chile

La lectura de este libro de poesía no puede ser apresurada, porque sus poemas cubren una amplia gama de emociones y sentimientos, como el dolor, la frustración, la pena o la desesperación, entre muchas otras, que hacen que el recorrido de las páginas deba hacerse con pausas, a fin de comprender mejor cada verso:

De vez en cuando desbordo en equívocos,
Y es estigma mi voz: – ¡maldita voz! – digo.

Entonces, tomándose el tiempo requerido, se puede leer y apreciar la poesía de esta autora. Hay que darse el tiempo, para que el verso transmita su musicalidad, su mensaje, su ritmo.

Autoría oscura la mía, palidece, y aún demacra
antiguos
nombres,

Como la poesía no es continua – como la prosa- sus espacios en blanco, sus puntos aparte, sus silencios, son una porción importante de esta obra. En la poesía de Astrid Fugellie las emociones en cada frase y sus espacios en blanco evocan una experiencia emocional, cuyos matices abordan la soledad, la búsqueda, la desconexión y la lucha con la propia identidad.

Los jardines se mueren de espanto
y estigmados
sacrifican mi origen, y me aspan, y
me lanzan
estacada a la calle. Luego atisban
y atisbo, y atisbo.

La poesía nos da una oportunidad y un respiro, al sumergirnos desnudos en cada palabra, en cada metáfora, desde el centro de nuestros contextos y quehaceres, por lo que se agradece la sinceridad y autenticidad de la poetisa y la creatividad de las formas y la disposición de los versos en cada página. El punto culminante o la cima poética en sus versos puede resumirse en la frase: ¡Dios Huyó! Y en -tal vez- el último verso:

Escena obscena: – ¡llamaré a Dios! – lo aseguro. (página 46):

Doce cero seis,
Astrid Fugellie Gezan, 2023
46 páginas,
Editorial: La Trastienda.