Editorial Grupo Ígneo, Lima, Perú, 92 páginas
Por Antonio Rojas Gómez
Jorge Muñoz Gallardo es un escritor chileno que ha publicado en Chile cuatro volúmenes de cuentos y dos novelas. Ahora lo tentaron desde Perú para dar a luz este, su séptimo libro, que resulta inclasificable. No es una novela, ni tampoco un conjunto de cuentos. El autor lo dedica a su hija Mariana y lo dividió en dos partes. En la primera, que es bastante breve, da a conocer recuerdos de su infancia y adolescencia, que transcurrió en Santiago, Temuco y Valdivia. De esta tercera ciudad son las vivencias más claras y definitivas, que iban a repercutir en su formación y a definir en buena medida su vida adulta. Tuvo una relación estrecha y profunda con su padre. Es notable cómo narra la forma en que su padre, solo, sin ayuda de nadie, construyó un bote en el que lo llevaba a pasear por el río Calle Calle, donde la luna se baña desnuda. Y también, al regresar de una de esas navegaciones, “ocurrió algo que jamás olvidé, pude ver a un carabinero que estaba parado en la escala de madera rojiza que llegaba hasta el agua, hundiéndose en ella. El carabinero le gritaba algo a mi padre, pero este, sin oírlo, continuaba remando hasta que yo escuché sus palabras:
“- ¡Devuélvase! ¡Hay un muerto flotando junto a la escala! Que el niño no lo vea.
“El cielo se había vuelto gris, el agua adquiría ese color barroso que precede a las tormentas, las gaviotas se alejaban lanzando agudos chillidos, el viento empezaba a soplar con más fuerza. Yo conocía esos bruscos cambios del clima sureño. Sentí que el temor me apretaba el pecho. El carabinero seguía gritando, moviendo los brazos. Por momentos se parecía a un espantapájaros. Su voz, arrastrada por el viento, llegaba como un alarido extraño. Mi padre comenzó a girar el bote, remando con prisa, pero yo lo había visto”. (Pág. 14)
Ese padre, que sentía adoración por su hijo, sufrió lo indecible cuando el niño empezó a ver puntitos negros, que luego se transformaron en una mancha de color verde intenso. El oftalmólogo que lo atendió en Valdivia dijo que era grave y debían tratarlo en Santiago. Pero la medicina no tenía curación para esa enfermedad y el padre lo llevó entonces a Brasil para que lo viera un santón del que hablaba la prensa, Zé Arigó. Tampoco lo pudo curar. Jorge Muñoz Gallardo es ciego, como lo han sido varios escritores de primer orden en el mundo, el más cercano a nosotros en el tiempo y el espacio es el argentino Jorge Luis Borges, de quien Muñoz habla en la segunda parte de su libro.
Esta segunda parte, que es la más extensa, contiene comentarios, reflexiones y anécdotas que surgen en el día a día y resultan muy cercanas al lector. Habla, por ejemplo, de las últimas elecciones presidenciales y del presidente Gabriel Boric. De la pandemia, la economía, la política, el fútbol, la nueva Constitución, que no prosperó, y el nuevo intento, que ignoramos si llegará a puerto. Pero también se refiere a sus lecturas, muchas y variadas, de escritores y filósofos de ayer y de hoy. Y entrega valiosos aportes personales, propios de un hombre de vasta cultura y mente despierta.
Transcribiré solo un ejemplo, para que el lector tenga una aproximación de lo inesperado que le aportará El búho bajo la luna:
“El pueblo judío es ciertamente especial. Ha sufrido y protagonizado conflictos, persecuciones, diásporas y holocaustos. Ha destacado en el comercio, las finanzas, el arte y la ciencia. Despierta admiración, también grandes resentimientos. Y ha dado, entre muchos otros, seres como Albert Einstein, Baruch Spinoza, Sigmund Freud, Félix Mendelssohn, Franz Kafka y dos en particular que, siendo muy diferentes, han estremecido la historia humana: Jesucristo y Carl Marx”. (Pág. 77)
El búho bajo la luna es un libro que ilustra y entretiene. Para leer y releer, porque en sus páginas abundan detalles y curiosidades que nunca terminan de sorprender.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.