Crónica N° 11, Miguel Lawner
Con la colaboración de Iris Largo Farías, asistente de Joaquín Gutiérrez en Quimantú y de la académica y directora de Teatro Alejandra Gutiérrez Nascimento.
“NUEVA CULTURA PARA LA SOCIEDAD CHILENA”.
Cultura y Educación. Programa básico de gobierno de la Unidad Popular.
La empresa editora Zig-Zag, la más importante en su rubro, enfrentaba una grave crisis económica cuando asumimos el gobierno en 1970, por lo cual sus trabajadores acordaron realizar algunas acciones, incluido un paro de sus actividades, si fuera necesario. Poco después que Salvador Allende asumió el mando, se inició una serie de reuniones a nivel sindical con la presencia del Presidente de la República y Sergio San Martín, quiEn dirigía el sindicato único profesional de Zig-Zag desde hacía siete años. La demanda final de los trabajadores fue la integración de dicha empresa al área social de la economía, fórmula establecida en nuestro programa de gobierno.
Luego de un proceso largo y difícil, el gobierno accedió a esta demanda, y ya con la aceptación de los empresarios involucrados de vender Zig-Zag, con fecha 1 de abril de 1971, se conformó la Sociedad Empresa Editora Quimantú, que inició sus actividades con el aporte de dos socios accionistas: la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) y la Empresa Chile Films.
El escritor costarricense Joaquín Gutiérrez fue nombrado director general de Quimantú, hombre de gran experiencia en el ramo, ya que había dirigido por muchos años la Editorial Nascimento. El ingeniero comercial Sergio Maurín fue su gerente general, nombre propuesto por la Central Única de Trabajadores, quiEn había efectuado un informe del estado de Zig-Zag para uso de su sindicato.
Este bello nombre, Quimantú, proviene de las voces Kim y Antú, que en lengua mapuzugún significa: “sol del saber”.
Y Quimantú fue efectivamente un genuino sol del saber: democratizó la producción de libros por vía de abaratar sus costos unitarios gracias a producirlos masivamente e innovando en su distribución, ya que no solo se colocaron en librerías, sino que también en quioscos de diarios, los cuales existían en las calles principales de pueblos y ciudades. Además, se suscribieron convenios de distribución con organizaciones sindicales y organizaciones femeninas o de pobladores. Un fenómeno inimaginable hoy día, ya que los tirajes de libros alcanzaron entre 20.000 a 60.000, 80.000 ejemplares.
El libro, en general, pasó a identificarse con el gobierno de la UP, a tal nivel, que una de las primeras acciones tras el golpe de Estado, fue ver a militares allanando casas y destruyendo libros o quemándolos, como ocurrió a los pies de las torres de San Borja, en una imagen que dio la vuelta al mundo.
Era común subir a una micro y encontrarse con dos o más pasajeros que viajaban leyendo un libro. La lectura pasó a ser un hábito en personas adultas, jóvenes, niños, trabajadores.
Se multiplicaron publicaciones de libros y revistas, todas de un éxito inverosímil. Se lanzó una colección llamada Nosotros los chilenos, dirigida por el escritor Alfonso Alcalde, que publicó títulos como: “Así trabajo yo”, dedicada a los picasales de Valparaíso, a los mineros del cobre en Sewell, a los organilleros y bombistas. También sobre camaroneros, chinchorreros, buzos y navegantes. Otros títulos fueron “El mundo de las poblaciones”, “Los ascensores de Valparaíso”, “Historia de las poblaciones callampa”, “Loceras de Pomaire y Pelilleros de la Isla Santa María”, etc.
Otras colecciones de libros igualmente exitosas fueron: Quimantú para todos, Cuadernos de Educación Popular, Camino Abierto, Clásicos del Pensamiento Social y Cuncuna.
Una verdadera revolución en el campo de distribución y venta de libros, lo constituyó la aparición de los Minilibros. Se estudió el costo de un ejemplar, que no debía superar al de una cajetilla de cigarrillos Hilton. Había que poner al mundo interrogándose frente a los kioscos: ¿Compro una cajetilla de cigarros o me compro un libro?
Entre otros, se publicó un libro del escritor Fernando Santiván, que alcanzó ochenta mil ejemplares. Fue tan grande el auge editorial, que, en una ocasión, el escritor Manuel Rojas llegó a devolver un cheque por concepto de derechos de autor. Había pasado en la mañana por la Editorial, y en la tarde ya tenía el cheque en su poder.
¡Es que no podían creerlo! Los escritores estaban acostumbrados a tirajes de 1.500, 2.000, 2.500 ejemplares. Por primera vez los trabajadores del carbón pudieron tener en sus manos el libro “Sub Sole”, nos contó el presidente del Sindicato Sergio San Martín, con ocasión de un acto en homenaje a Joaquín Gutiérrez.
Hablando de Minilibros y otras publicaciones, Alejandra Gutiérrez Nascimento, entre otras cosas nos cuenta:
“Recuerdo cuando mi padre llegó a casa con la idea ya formada de realizar una sección dedicada a los minilibros. Fue el inicio y confirmación de algo muy personal en cuanto cariño y decisión de quien dirigió la División Editorial de Quimantú”.
“Eran tiempos recios, esperanzas y sueños se dividían el menú con desalientos, dificultades y asuntos que parecían casi imposibles de realizar. Nos veíamos poco, como familia. No había tiempo. Todo era correr y vivir esa transformación tan admirable”.
“Sin embargo, confieso que uno tras otro, fueron cumpliéndose los vaticinios: libros pequeños, no mayores en porte a una cajetilla de cigarrillos, que se vendían en los quiscos de diario, además de en las librerías. La gente leía entusiasmada excelentes libros, literatura de grandes escritores. Tenemos la enorme chance de crear un mundo nuevo: hagámoslo. Hagamos que la gente converse con Bruno Traven y su Rebelión de los Colgados, con Antón Chéjov, con Jack London, Edgar Allan Poe, La Captura de Edesio Alvarado, Aventuras de un Fanfarrón de William Thackeray, Francisco Coloane, Máximo Gorki, El robo del elefante blanco de Mark Twain, Selma Lagerlof, Heinrich Mann, Manuel Rojas, Bocaccio, Knut Hamsum, Blest Gana, Pelo de zanahoria de Jules Renard, Gabriela Mistral y Todas íbamos a ser Reinas, con La Sangre y la Esperanza de Nicomedes Guzmán, etc., etc.”.
“Recuerdo bien cómo le brillaban los ojos cuando hablaba de esta colección. Siempre instalaba un ejemplar en la mesa de centro del living y lo comparaba con una cajetilla de cigarros. Eran, muy baratos, de acuerdo a la política de Quimantú. Además, su tamaño y edición (la letra era legible, por lo nítida y por su cuidadoso tamaño) correspondían a versiones originales y completas de las obras impresas. Las ediciones contaban con tirajes inéditos, inimaginables hoy en Chile”.
“Y cómo él contaba que, cuando viajaba en micro a la oficina, observaba a la gente leyendo. Sí, … la gente leía en la micro” [1].
Fueron muy exitosas, revistas dirigidas a niños, jóvenes, adultos, y al público femenino. Por ejemplo: “Cabrochico”, la revista juvenil “Onda”, “Paloma”, “La Quinta Rueda”, “Hechos Mundiales”, y la revista cultural “Ahora”. También se editó una revista de contenido ideológico: “La firme”, y Quimantú mantuvo dos publicaciones tradicionales en la cartera de la editorial Zig-Zag: la revista deportiva “Estadio” y la revista “Zig-Zag”.
Era tan inmensa la cantidad de publicaciones que las máquinas pillaban a los editores, y había que elegir entre revistas y libros. Hubo que adquirir camiones para poder distribuirlos, por ejemplo, a Calama. También vender a través de los sindicatos, donde los mineros a veces compraban medio metro de libros. Durante el período de Quimantú, el sindicato de la empresa pasó de ochocientos trabajadores a mil cuatrocientos.
Joaquín Gutiérrez fue un Director muy querido por todos, de diversas corrientes, por su cercanía, modestia, y su gran conocimiento sobre los libros y todo el proceso editorial contagiando con su pasión y entusiasmo.
No hay gobierno en la historia de Chile, que pueda enorgullecerse de un auge cultural tan extendido. Uno ve hoy día escenas de la película “La Batalla de Chile”, filmada por Patricio Guzmán durante esos palpitantes días, y queda impactado por el lenguaje claro, rico y preciso de cualquier trabajador que aparece entrevistado. Es un cuadro inimaginable ahora.
La Editora Nacional Quimantú fue clausurada tras el golpe cívico militar de 1973. Y en un delito que jamás fuimos capaces de llevar a los tribunales se llevó a una hoguera todo el stock de libros existente en bodegas. Muchos de sus trabajadores fueron torturados, asesinados o hechos desaparecer. Otros fueron exiliados. Poco tiempo después, Guillermo Gálvez Rivadeneira, director de la revista Hechos Mundiales, fue secuestrado a la salida del Círculo de Periodistas y hecho desaparecer por agentes de la DINA.
La dictadura refundó el sello con el nombre de Empresa Editora Nacional Gabriela Mistral. Tiempo después fue declarada en quiebra y cerró sus puertas.
Permanecerá para siempre, en la memoria de nuestro pueblo, la hazaña gigantesca de la Unidad Popular en esta asombrosa gestión cultural, social y editorial de Quimantú, “sol del saber”.
Miguel Lawner
1°.05.2023.
[1] Todos los últimos párrafos en cursiva, corresponden a versión textual de Alejandra Gutiérrez.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…