Por Diego Muñoz Valenzuela / Letras de Chile
El escriba de San Blas, un thriller andino, es una especial y curiosa novela negra recientemente publicada de Bartolomé Leal bajo el sello Almandino Editores. Bartolomé Leal es un autor canónico y prolífico del género negro y el policial que ha acumulado quince títulos a su haber. Entre sus numerosas obras recuerdo con placer la lectura de Linchamiento de negro, Morir en la Paz, En el Cuzco el Rey (donde aparece por primera vez el detective que investiga el caso de El escriba de San Blas).
Esta curiosa novela negra -ya indicaremos por qué- se aparta de los cánones del género y paradójicamente una de sus fortalezas para un lector abierto a los cambios y las lecturas diversas. Yo tiendo a ser muy distante al cumplimiento de estructuras y características rígidas para la literatura de género; al revés, me agrada en particular la exploración de frontera, la experimentación formal, la colonización o colaboración con otros géneros.
En El Escriba de San Blas, a la partida, lo que se investiga no es un asesinato, sino que la desaparición de un extraño manuscrito que se inscribiría en la exigua tradición de la novela picaresca latinoamericana, un tema sobre el cual se incide recurrentemente en el texto. Esto tiene varias implicancias diferenciadoras, la primera es que el detective es un investigador cultural, un académico, no un detective especializado en homicidios, José Leal Cocharcas (una autorreferencia humorística al propio autor).
Nuestro detective cultural, José Leal Cocharcas, es un personaje entrañable por su sapiencia y conocimiento de la cultura del Tahuantisuyu y el periodo colonial peruano, y en especial de sus manifestaciones artísticas en lo musical, pictórico, arquitectónico y literario. A lo largo del relato, que constituye una especie de viaje cultural al Cuzco -notable escenario de esta novela- disfrutamos del arte gracias a la explayada erudición del personaje, un obsesivo estudioso del arte; de alguna manera es, también, una novela de viajes, otro cruce de fronteras. Esta cualidad heterodoxa podría distanciar de la novela al lector clásico de género negro, que espera anhelante la emergencia de crímenes y la negritud espeluznante, así como la resolución del enigma.
Sin embargo, hay que aclarar que el crimen ingresa muy pronto a la trama, así como la oscuridad de los personajes que se mueven por los subterráneos ominosos de la maravillosa ciudad, pintada con diestras pinceladas de un conocedor acucioso.
De manera que, con la aparición de personajes propios del dominio de las sombras, artífices de conspiraciones complejas de advertir a primera vista, la novela se ubica con claridad dentro de los límites de lo negro. Las ambiciones políticas, la ineficiencia del aparato policial, los estragos del individualismo y la ambición: estas son las potencias que van tomando el control de la trama.
Es también una novela que indaga en lo literario, pues el manuscrito extraviado pertenecería a la tradición de la novela picaresca, cuyo ejemplo modélico es la española El lazarillo de Tormes. Se nos informa de la breve y débil tradición latinoamericana de novela picaresca, y así se nos va entusiasmando frente a la posibilidad de encontrarnos ante el descubrimiento de un texto que pudiera revolucionar este ámbito. Al mismo tiempo, este punto es ambiguo, porque lo que vamos conociendo -presuntos fragmentos del texto perdido- no son contundentes ni permiten formar una conclusión. Más bien tienden a referirse a la descripción de una serie de crímenes seriales efectuados a instancias de los partidarios coloniales para mitigar ciertas amenazas potenciales al régimen.
Se nos ofrece una galería de personajes que son -tal es la intención del autor- propios de la picaresca: sacerdotes de hábitos dudosos, delincuentes ridículos, terroristas de opereta, funcionarios corruptos y ambiciosos. El humor aquí nos ofrece otro atractivo adicional, en lo usual muy poco asociado al género negro. Hay episodios y escenas divertidas, que matizan el surgimiento de lo oscuro, que en todo momento va surgiendo en la trama.
A modo de curiosidad, cada capítulo lleva como título un proverbio en latín que marca su inicio. Otro hecho notable es que el lanzamiento de esta novela se realizó en el Cuzco, con presencia de escritores chilenos: el propio Bartolomé Leal, acompañado de sus colegas de negra Cecilia Aravena y Eduardo Contreras.
El escriba de San Blas se disfruta como novela negra, pero también como viaje junto con sus precisas referencias culturales, así como por el humor que se nos regala paso a paso, el justo y preciso para permitirnos avanzar entre las sombras de lo criminal. Novela entretenida, curiosa y especial que se nos ofrece a los fieles lectores de la buena literatura.
El escriba de San Blas, novela, Bartolomé Leal, Almandino Editores, Perú 2022, 204 pp.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…