Editorial HB, 200 páginas

Comentario de libro por Antonio Rojas Gómez

Los diecinueve relatos que integran este libro dan cuenta del quehacer literario de un prosista de excelencia, cuidadoso y ajustado en el decir, que maneja el idioma no solo con corrección, sino con sabiduría, lo que hace del lector un adecuado cómplice en la aventura colectiva, además de creativa, que supone la literatura. La mayoría de estos textos habían sido publicados con anterioridad, pero hay algunas novedades, escritas no siempre en años recientes, sino reservadas por el autor, acaso con cierto rubor porque abordan sentimientos profundos que todos guardamos con celo, temerosos de que no sean comprendidos por los demás. Está dentro de nuestra naturaleza, a pesar de que sabemos que somos razón y sentimiento. Pero si la razón siempre está dispuesta a salir a la palestra y en la esfera literaria se manifiesta en la narrativa, el sentimiento preferimos mantenerlo en la intimidad y en literatura se expresa en la poesía. En estos Relatos de tanto tiempo, Jaime Hales plantea una mezcla bien dosificada de narrativa y poesía.

Empecemos por destacar dos cuentos de notable factura: Y nos dieron las diez (Pág. 26), que pertenece al libro del mismo título, inspirado en canciones del español Joaquín Sabina, y La niña de la casa (Pág. 97), publicado en 1985 en una antología de narradores chilenos dirigida por Ana María del Río. Son cuentos de primera calidad, a la altura de los mejores escritos en el país en la segunda mitad del siglo pasado. Hay otros también, de mérito innegable en este volumen, lo que revela al buen cuentista que es Hales.

Pero no es solo cuentista y este no es un libro de cuentos. De relatos, lo llama el autor. Y en esos relatos hay artículos de prensa, textos sobre sucesos que conmovieron al país, entre los que es preciso destacar Carta de noche (Pág.16) sobre el asesinato del periodista José Carrasco, a quien el autor llama Pepone, páginas en que menciona a Tomic y Leighton y otros próceres fundadores del partido Demócrata Cristiano, y de crítica a la dictadura de Pinochet. Todos escritos con una prosa impecable que es un gusto leer, más allá del significado político que el lector puede o no compartir.

Sin embargo, lo que resulta más interesante es la poesía que subyace en cada texto, poesía de buena ley a pesar de que no estar escrita con la forma ni la métrica del poema. Son relatos, como bien los califica el autor, en los cuales vibra una fina sensibilidad que vuela de la página al ojo de quien lee y le golpea el corazón, porque quien más quien menos, todos hemos vivido y sentido algo similar, pero son muy pocos los que consiguen expresarlo a través del lenguaje.

El lenguaje poético es terreno resbaladizo; no cuesta nada tropezar en él y caer en el sentimentalismo, que viene a ser la caricatura del sentimiento. Y como dijimos, el sentimiento preferimos mantenerlo en reserva, a diferencia de la razón que sacamos a relucir sin atisbo de vergüenza, a pesar de que muchos deberían avergonzarse por irracionales.

Bueno, el tratamiento que Jaime Hales brinda al idioma le permite transitar con la misma expedición de lo racional a lo sensible, despertando ecos en el lector. Y esos ecos, que provienen de una sola voz -la del autor-, adquirirán tonalidades diversas en los oídos de quienes los escuchen, sus lectores, y allí reside el secreto del arte literario, que se agradece en estos Relatos de tanto tiempo.