Editorial Signo, 95 páginas
Por Antonio Rojas Gómez
No es necesario ser ajedrecista para leer estos cuentos, cuyo hilo central es el ajedrez. Tampoco es necesario haber asesinado a alguien para leer una novela policial. En uno u otro caso, el lector solo precisa interés para adentrarse en las páginas de un libro bien escrito, que le abra horizontes y fronteras y le permita asomarse a la intimidad de personajes atractivos, que llevan vidas distintas a la suya y vale la pena conocer.
Jorge Calvo es ajedrecista y conoce bien los secretos del juego y su historia. De otra manera no habría podido escribir estos cuentos. También ha incursionado en relatos policiales, pero que se sepa, no ha matado a nadie hasta ahora. Ha escrito bastante Jorge Calvo, sobre historias que imagina, inspiradas por los conocimientos y experiencias que le ha deparado la vida, tanto en Chile como en Suecia. De manera que tiene trayectoria literaria. Y se advierte en los diez relatos y el prólogo que conforman este nuevo libro suyo.
Su lectura me ha llevado a recordar a Carlos Olivarez, escritor fallecido tempranamente, a quien escuché una tarde, en una lectura pública, el aserto siguiente: Un cuento es algo que no se puede contar.
Bueno, los cuentos de e4 Batallas de una pasión, no se pueden contar. Hay que leerlos. No encontramos en ellos una anécdota clara, que tenga un comienzo, un desarrollo y un final. Hay más bien un mundo poblado por seres que aparecen y desaparecen, inician un proceso y lo interrumpen, vuelven a aparecer más adelante; algunos se repiten en varios cuentos. A veces mueren.
Lo que tenemos, entonces, no es una historia, ni diez historias distintas. Tenemos una visión de mundo bastante especial, que en el plano temporal nos lleva a los años de la Guerra Fría, cuando dos sistemas políticos se disputaban el mundo, el de la URSS y el de Estados Unidos, que terminó por imponerse. Hoy no existe la Unión Soviética. Existe nada más que el sistema estadounidense y el descorazonamiento de la mitad del mundo cuyas expectativas no ve satisfechas. Es decir, estamos más o menos como antes.
Pero también hay asuntos más antiguos, de principios del siglo XX, cuando aún no estallaba la Primera Guerra Mundial. Y más atrás, de tiempos de Ulises y la Guerra de Troya.
Y los personajes que van apareciendo en las distintas épocas tiene en común su afición al juego del ajedrez. Casi todos. Porque al menos hay uno, el propio Ulises, que no tenía ninguna simpatía por tal pasatiempo. Pero eso no importa, porque además de encandilarse ante el tablero, esos seres que vamos conociendo, aman, sufren, gozan, mantienen expectativas sobre sí mismos y su futuro. Igual que usted. De manera que eso es lo que hará atractivo el libro para cualquier lector atento, aun cuando no sepa mover peones, caballos, torres o alfiles.
El autor lo deja claro en el prólogo, cuando se pregunta: ¿Existe solo aquello que vemos físicamente o hay algo invisible aguardando más allá?
También en el prólogo nos advierte que lo que leeremos es ficción. No se trata de episodios exactos de la vida de algunos personajes reales que aparecen. Como Capablanca, el cubano que ha sido el único hispanohablante en ostentar el título de campeón mundial de ajedrez. O Boris Fischer, el norteamericano que les amargó la vida a los Grandes Maestros Internacionales soviéticos. O el poeta Rimbaud.
Todo lo que leemos es incierto, pero posible. Tiene el sello de la ficción literaria. De la buena literatura, de la que Jorge Calvo es un exponente probado.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…