Óscar D. Sarmiento es poeta, traductor y profesor titular en el campus de Potsdam de la Universidad Estatal de Nueva York. El artículo que ha enviado a Letras de Chile engarza con gran profundidad esa vuelta de tuerca que da la poesía a temas sociales y políticos que solemos definir como «impensables, inimaginables, imposibles», convirtiéndolos en realidades deslumbrantes y esperanzadoras.
EL PRESIDENTE ELECTO Y EL POETA
“Los niños andan con hambre / Les dan una medallita / O bien una banderita” (Violeta Parra).
Óscar D. Sarmiento
En su reciente discurso del diecinueve de diciembre, luego de que recibiera el resultado de las elecciones presidenciales, Gabriel Boric citó un breve texto de Nicanor Parra, asociando así su perspectiva a la del antipoeta. Después de referirse a la lucha en contra de las desigualdades económicas y a favor de un desarrollo económico realmente igualitario, Boric abandonó el texto que leía y se dirigió a la multitud recitando de memoria: “Tengo dos panes. Yo me como dos. Tú no te comes ninguno. Promedio de consumo por persona: un pan”. En realidad, Nicanor Parra no escribió exactamente eso, y la diferencia entre lo recordado por Boric y lo escrito por el antipoeta no deja de ser significativa: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”. Como se puede ver, en la versión de Gabriel Boric el sujeto que habla es el que posee los panes y somete al otro al hambre y en el de Parra el que habla es el desposeído, el que no tiene nada, y establece escuetamente lo que le ocurre: pasa hambre. Es claro que a Boric le importaba recalcar quién es el que somete al otro, porque su propósito consistía en afirmar que esta actitud de privilegiado del yo, y esta relación entre sujetos dispares que se establece a partir del tuteo, es inaceptable si se busca construir un país justo fundado en el principio de la igualdad. Por otro lado, el “artefacto” de Parra se sitúa de manera más díscola respecto de la denuncia que la versión de Boric expresa. El sujeto que se comunica en su texto deja en claro que la desigualdad es vertiginosa y recurre a la ironía para desarmar el orbe de lo comunicable dentro de un contexto de supuesta objetividad socializada.
Ambos, Boric y Parra, se hacen parte de la voz del sujeto otro para representarla con medios propios en contextos comunicativos diversos, aunque no absolutamente disímiles. El presidente electo recurre en su discurso al poeta porque se ve a sí mismo -le importa explicitarlo- asociado al mensaje de este último. En otras palabras, Boric quiere dar señales de antipoesía. Lo cierto es que el antipoeta, por su propia producción textual y sus preocupaciones poéticas, ha estado convocando al representante político -y a muchos otros- para que lo cite. El antipoeta quiere recordarle que su mensaje está ahí, resonando con una peculiaridad propia, con una capacidad propositiva que se articula desde ciertos juegos de lenguaje. El antipoeta sabe que su propuesta, aunque sesgada y posiblemente considerada como una “salida” genial, es decidora.
En momentos álgidos del proceso democrático – como son aquellas elecciones presidenciales en las que una comunidad pareciera realizar un vuelco diametral en su itinerario – no es extraño que los poetas inscriban en sus textos mensajes dirigidos al colectivo que propulsa cambios de expansión democrática. Este es precisamente el caso del poeta puertorriqueño Martín Espada (Brooklyn, 1957) quien acaba de recibir en Estados Unidos el prestigioso National Book Award for Poetry (Premio Nacional al Libro de Poesía) por su libro Floaters (Norton, 2021) y que poetas como Louise Gluck, Terrance Hayes, Mark Doty, Lucille Clifton, John Ashbery, Allen Ginsberg, Adrienne Rich, Robert Lowell y otros también han recibido.
En su libro El amor de un subversivo es también subversivo (The University of Michigan Press, 2010) Espada define el rol del poeta de la siguiente manera: “El poeta debe hablar, o darle voz a otras voces a través de sus poemas. De verdad los poetas continúan hablando de esos lugares [de los que nadie habla] en términos de historia y mitología, memoria y redención. Plantean preguntas difíciles: ¿Quién se beneficia con el silencio y el olvido? ¿Quién se beneficia al hablar y recordar? ¿Cómo hacemos para que lo invisible se vuelva visible? ¿Cómo cantamos un mundo que ha sido enterrado debajo nuestro? ¿Cómo hacemos que las suelas de nuestros zapatos se empapen de los fantasmas?” (50). Si este es el norte del poeta porque en su trabajo hay un encuentro entre múltiples factores que se enhebran a su escritura -memoria, recuerdo, habla, lo visible, los fantasmas- lo que Espada afirma es que la poesía se asocia a las exigencias éticas e históricas que el discurso político debiera asumir para hacerse verdaderamente representativo.
Tres días antes de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008 que dieron como vencedor a Barack Obama, Martín Espada se encontraba visitando la tumba del famoso abolicionista negro Frederick Douglas (1817-1895) en la ciudad de Rochester, Nueva York. Espada utilizó su visita al cementerio para escribir el poema “Letanía en la tumba de Frederick Douglas” del cual se publicó mi traducción aquí en Letras de Chile en el 2010. El poema se inicia con los siguientes versos: “Esta es la longitud y la latitud de lo imposible, / este es el epicentro de lo impensable, / esta es la encrucijada de lo inimaginable: /la tumba de Frederick Douglas, tres días antes de la elección”. Espada sugiere, así, por una parte, la conmoción político-cultural que significaba la elección de un presidente afroamericano demócrata en Estados Unidos y, por otra, indica que hay un exigente legado histórico que demanda la ampliación irrestricta de los parámetros políticos en democracia. El poeta no solo celebra al héroe, a Frederick Douglas, reguardando su capacidad como agente de cambio, sino que sugiere que la voz del fantasma de Douglas clama por una transformación profunda de la sociedad norteamericana. Por eso termina su letanía convocando a los lectores de su poema a desplazar los límites que frenan el imaginario democrático del colectivo: “Yo digo una oración, la primera en años: que aquí enterremos lo que llamamos / imposible, impensable, inimaginable, ahora y para siempre. Amén”.
Por supuesto, en el texto de Parra no se encuentra el carácter ritual que incorpora el lenguaje abstracto en la convocatoria de Espada. El texto coloquial de Parra funciona como “artefacto” cuando engancha al receptor en su humor al sesgo y requiere que este último tienda puentes entre lo que el yo dice y lo que no dice. Es decir, Parra apela a un lector cómplice, mientras que Espada asume un lector memorioso que haga causa común con su juramento.
A diferencia del sarcasmo de la versión empática con el otro de Boric, la ironía de Parra presenta contradicciones discursivas que utilizan la ambigüedad para proceder a demoler vía el humor la tiranía de un discurso hipócrita socializado. Por su parte, la voz del sujeto que se dirige al colectivo en el poema de Martín Espada recuerda que, al centro de su visión de país, hay una relación íntima entre la fuerza liberadora -esa persistente resistencia- del abolicionista Frederick Douglas y la elección presidencial de 2008. Al poeta puertorriqueño le urge impedir que esta relación sea pasada por alto porque de ella depende la construcción de un imaginario que realmente expanda y profundice la democracia estadounidense. Su aseveración de primer plano es que cuando la visión de un país otro realmente se activa en el colectivo no hay imposible, no hay impensable, no hay nada inimaginable. Por otra parte, para Boric es vital afirmar, antes de asumir oficialmente el cargo de presidente, que eliminar la desigualdad económica es un compromiso con las voces que han sido suprimidas y que luchará contra el discurso del yo privilegiado que descarta las necesidades del otro. A su modo, el sujeto socarrón del texto de Parra logra abrir una comunicación directa con el lector y deja de lado el lenguaje supuestamente aséptico de los economistas expertos. La vergonzosa mentira de la ecuación “consumo promedio: un pan por persona” pone en evidencia la camisa de fuerza impuesta sobre las voces suprimidas. El “artefacto”, que no se ve a sí mismo como profecía, se transforma en una maquinaria poética de desenmascaramiento.
Óscar D. Sarmiento es poeta, traductor y profesor titular en el campus de Potsdam de la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY Potsdam). Su traducción del libro Crucifixión en la Plaza de Armas de Martín Espada fue publicada por Dharma en México en 2019.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…