por Josefina Muñoz V.
LA SOCIEDAD LOCAL. CACHAPOAL, COLCHAGUA Y LA COSTA
Manuel Canales, editor; Claudio González, coeditor. Universidad Estatal de O’Higgins, LOM Ediciones, Santiago, 2021
Hasta hace algunas décadas, el mundo rural de la zona centro sur era un importante foco económico por la producción de sus tierras y los dueños de fundo, las familias aristocráticas en su gran mayoría, concentraban gran parte del poder político y económico. En dicha zona nacieron muchos de nuestros presidentes, senadores, diputados, políticos de los partidos tradicionales de derecha de la época… También, notables creadores y artistas, obreros, trabajadores y profesionales de los más diversos ámbitos. En sus escritos y prácticas, un alto porcentaje tiene muy presente y vívido el terruño de su primera infancia.
Al inicio, una Introducción extensa y muy interesante, en tanto da contexto, explica y da cuenta, por ejemplo, del porqué de este libro, que se siente muy cerca de lo humano, de las vidas reales que han poblado la zona precisa a la que se aboca, sin que queden fuera los datos científicos, históricos, pero predominan la descripción, el análisis y la interpretación de los contextos reales. Por otra parte, se hace evidente la dificultad de cambiar aquello que la sociedad -más bien esa inmensa humanidad pobre de la que habla el gran poeta turco Nazim Hikmet-, quiere cambiar y percibe que solo ha habido promesas o pequeñas modificaciones que no alcanzan para una mejor vida.
Copio el inicio de la página 11, altamente iluminador de y para nuestra historia, en tanto reúne décadas fundamentales y un hito final que, a su vez, da(rá) inicio a otro ciclo, quizás también de 60 años, pero marcado por una esperanzadora decisión ciudadana: elaborar una Constitución democrática por medio de una Convención Constituyente:
I. “Tiempos que corren (y que seguirán corriendo)
1. 1960 – 2019: del vértigo histórico en el que (ya) veníamos
Primer llamado
El primer llamado llegó en los años sesenta. Entonces fue el cambio contra lo quieto. La sociedad de los fundos arrastraba su decadencia hacía ya sus tres o cuatro décadas, pero había permanecido la friolera de 400 años”.
Ya son varias las generaciones que vienen luchando por cambios sociales, políticos, laborales, pero ninguna ha visto un cambio estructural; así, los autores hablan de una “sociedad transformacional”, en cambio, pero que no logra alcanzar los objetivos. Es conmovedor leer el siguiente párrafo, que ejemplifica un modo de trabajo que hemos naturalizado e invisibilizado por décadas: “La temporera inicial se enganchó el 75 y fue obrera a ‘plazo’ o de ‘tiempo’ limitado durante ya más de cuarenta años. Seguramente ya jubiló. Temporera, digamos contra la palabra, toda una vida laboral. Antes, quizás, fue hija de parcelero de la reforma agraria y entonces también, cuando niña y adolescente, en su familia inquilina, nacida y criada en los fundos”. En poco más de cuatro líneas tenemos el devenir de una joven que ha experimentado numerosos cambios de vida, de asentamiento, de trabajo, a lo largo de varias décadas.
Esta Introducción incluye un mapa de la zona, en el que se distinguen nueve comarcas. Eso permite conocer la geografía humana, de la que se afirma es desconocida por las cartografías institucionales, que solo destacan el sistema región/comunas: “Todo le queda fuera: las gentes y los paisajes”.
Refiriendo a la forma escritural, el lenguaje recuerda el tono de los cuentos infantiles escuchados antes de dormir, con ese anticipo maravilloso e inquietante de comenzar a (re)vivir un tiempo pasado: Había una vez, hace muchísimo tiempo, hace una friolera de años. Y luego, la estructura de “llamados” sucesivos, a modos de capítulos que van relatando la “historia”, recordándola y enfrentándola con sus lectores, ampliando ese círculo local condensado, en el que se encuentra el germen que nutre lo regional y lo nacional. No puedo dejar de señalar esa riqueza lingüística -zonal en el caso de nuestro país- que se ejemplifica con la palabra “friolera’, clásica en el centro sur, usada y entendida transversalmente por quienes han nacido/vivido en ella.
Sin duda, en ese largo periodo que se señala, el poder se concentró en esa zona, la de los grandes fundos dedicados a los cultivos agrícolas, antes de ser subyugados por las forestales, por lo que hoy no encontramos bosques de árboles nativos, sino plantaciones de pinos y eucaliptos.
Entre los muchos méritos de analizar las sociedades locales está su enraizamiento en y con los contextos reales, con la vida y las vidas cotidianas de seres humanos con quienes podemos identificarnos y reconocernos como parte de una sociedad, de una misma comunidad, que comparte esa ‘pequeña historia’ del día a día, que es capaz de contarla y elaborar un texto oral que se traspasa familiarmente y se hace parte de la vida.
Cada capítulo aborda temas diferentes e interesantísimos en tanto confluyen a dar cuerpo real a la zona de la que se ocupan, estas comarcas que, a pesar de los avatares, destilan una potente vida de sus habitantes y me recuerdan un verso del gran poeta Enrique Lihn: “porque escribí porque escribí estoy vivo”, que aquí podría transformarse en “porque conté porque conté estoy vivo”.
Escritos por diferentes académicos, en un trabajo colaborativo, los ocho capítulos, todos referidos a la Región de O’Higgins abordan los temas siguientes: La estratigrafía de la memoria, Las ocupaciones humanas, El poblamiento prehispánico, Geografía de una agrópolis, Transformación de la gran propiedad y de la estructura social agraria, El fallido intento de industrialización, Evolución económico-social, Población, trabajo y territorio, Historia y biografías.
A lo largo y ancho de Chile existe una infinidad de comarcas como las estudiadas por este libro, donde quienes las habitan tienen mucho que contar y es necesario que escuchemos sus palabras, sus deseos, sus historias de vida. Cada una de esas personas es parte de la construcción de nuestra historia, sus vidas nutren los aconteceres regionales y nacionales, pero también tienen una vida propia que debe ser recogida y reconocida como parte constituyente de una historia contextualizada, que se detiene en lo humano, en la palabra individual y colectiva que construye la historia común. La mayoría de estas comarcas no ha tenido oyentes de sus historias, pero este es un libro que muestra un necesario proceso de escucha, del lenguaje oral que soporta las historias que se transmiten por generaciones, de escritura incluyente y no puramente académica.
Finalmente, algo que me parece recupera una parte del sentido de las universidades en los años sesenta y que se echa de menos en términos de compromiso con sus entornos cercanos, en periodos en que el modelo ha obligado a sus académicos a realizar otros quehaceres. En palabras de sus editores: “De salida, reflexionamos sobre el sentido de las ciencias sociales. Siendo este libro un tributo, el primero puede decirse, del Instituto de Ciencias Sociales de la naciente Universidad Estatal Regional a la sociedad que les da origen y razón, vale la vuelta sobre el sentido de nuestra práctica, y de practicarla aquí y ahora. En suma, del para qué y para quién es este libro”.
Es un libro que enriquecerá la vida local de la Región de O’Higgins, pero también las de varios millones de habitantes que continúan recordando sus vidas locales a pesar de décadas de trasplante a ciudades más grandes o a la capital, y atesoran el germen de su propia comarca. Es una invitación a continuar este camino en los centenares de localidades cuyos habitantes tienen tanto que contar, pero necesitan apoyo para dar a conocer sus historias silenciadas.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…