por Diego Muñoz Valenzuela
Ante la posibilidad de que los privilegios de los dueños del dinero -y en consecuencia del poder, dado el modelo que nos rige- se diluyan por efecto de los cambios que anuncia la nueva constitución en elaboración, surgen los temores esperables. Y junto con los temores y pesadillas de los poderosos, vienen las reacciones esperables al proceso democratizador que inició la rebelión del 18 de octubre de 2019. Cabe recordar que el fascismo es una fórmula desesperada a la que recurren los dueños de todo cuando se pone en riesgo el control del territorio de sus operaciones económicas y políticas. La idea es instalar una dictadura terrorista que permita asegurar y ampliar los privilegios a costa de someter a la ciudadanía y exterminar a las “amenazas”.
Para quienes vivimos los horrores de la dictadura militar fascista que dirigió Pinochet con su carga de muerte, persecución, tortura y represión brutal, resulta inquietante advertir un retroceso funesto que se manifiesta de diversas formas en la situación actual.
Una de ellas es la pronunciada alza de un candidato de claro tinte fascista como Kast, aprovechando las debilidades de la opción de centroderecha que representa Sichel. No obstante, antes de que la candidatura de Sichel iniciara su descenso, Kast contaba con una fracción de electorado que refleja la firme existencia de un núcleo de extrema derecha que niega de plano el horror de la dictadura pinochetista y sus métodos criminales. Asimismo, propone un conjunto de transformaciones regresivas, discriminatorias y xenófobas manifestadas en la metáfora de la zanja para impedir el ingreso de los migrantes. Una zanja que podría convertirse en poco tiempo en el campo de concentración de todo ciudadano que se oponga a los designios del führer criollo, acaso arribara al poder, ascenso que -creo- debe impedirse a todo evento.
Curiosamente, en este mismo escenario, el inefable Mercurio lleva a cabo un homenaje al Mariscal Göring, uno de los principales lugartenientes de Hitler, creador de la fúnebre Gestapo, una de las fábricas de horrores más espeluznante del nazismo. No creo en las casualidades; más allá de las disculpas que después ofreció el periódico para explicar esta injustificable apología, creo que la intención es contribuir al olvido de la historia, propia y del mundo. Dar vuelta la página, no quedarse anclado en el pasado, dirán algunos.
Un auténtico demócrata no debiera vacilar ante esta circunstancia y movilizarse para impedir estas “normalizaciones” del fascismo, con sus aditamentos xenófobos y negacionistas. Lo mismo vale para los derechistas demócratas: se esperaría que ellos manifestasen su nítida voluntad de no apoyar a un candidato fascista en una eventual segunda vuelta. Aquellos candidatos oportunistas de la derecha que han señalado su apoyo a Kast debieran ser castigados enérgicamente en las urnas. No es posible ser tolerantes con el fascismo en ciernes.
Es verdad que al fascismo se le combate con ideas, pero es necesario sumar mucho más: unidad, movilización, tolerancia, acción. Después, cuando se instala en el poder, ya es demasiado tarde para hacer nada. Ahora es cuando; no podemos esperar pasivamente que se pavimente el camino para que esa zanja funesta sea excavada, pues allí seremos enterrados los demócratas, sin distinciones.
Hitler logró llegar al poder y hundir en secuencia mortal a todo el mundo a partir de una conjunción de factores: la crisis económica severa, la desesperación de los grandes empresarios por mantener sus privilegios y hacer negocios millonarios con la guerra, el fomento de la xenofobia y el antisemitismo, el odio homicida contra los sindicatos y los partidos de izquierda, el fanatismo de un grupo audaz y voluntarista y -la guinda de la torta- la falta de unidad en la izquierda, que pudo contener a tiempo el avance del nazismo.
De muchas formas el escenario previo al golpe militar de 1973 replica estas características; podemos sacar el racismo y agregar la conspiración norteamericana para derrocar al gobierno de Salvador Allende.
No podemos olvidar la historia, ni mucho menos enterrarla. Les pasó a los brasileños, miren dónde están ahora. Nos está pasando acá en Chile de nuevo, con estados de excepción, militares en las calles, represión policial a gran escala, concentración del dominio de los medios de comunicación.
Estanos viendo el huevo de la serpiente. Hay que quebrarlo a tiempo, denunciar sus verdaderas intenciones, que el candidato del fascismo criollo reviste de buenas intenciones. Cabe citar al poema (atribuido por error al dramaturgo alemán Bertolt Brecht) del Pastor Martín Niemoller, reproducido en el Museo del Holocausto en Washington en esta versión:
Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.
Usted puede hacer el ejercicio de reemplazar algunos sustantivos en este texto: mapuche, inmigrante, comunista y comprobará que su sentido se mantiene vigente.
Bien pues, a actuar en consecuencia: escribir, marchar, organizarse, dialogar, tolerar, unir, pensar juntos, actuar juntos; que los pardos no descansan en su empeño. El silencio o la indiferencia de los intelectuales fue otro factor favorable al ascenso del nazismo. Hay que impedir que el huevo de la serpiente eclosione antes de que sea imposible detener su siniestro avance.
Diego Muñoz Valenzuela
Justito hoy leí un artículo acerca de lo poco que reconocemos y divulgamos a nuestras y nuestro autores. Este "valdiviano"…