El Jaguar Ahogándose en El Oasis

José Ignacio Cárdenas Gebauer
Zuramérica Ediciones & Publicaciones S. A., 2020, 210 páginas

Por Josefina Muñoz Valenzuela

Este libro es extraordinariamente aclarador y bien escrito acerca de nuestra sociedad hoy, qué circunstancias y acontecimientos se fueron generando desde la aprobación del NO en 1988, la sucesión de gobiernos elegidos democráticamente y las desilusiones sucesivas que fueron provocando un silencio social que terminó con el estallido del 18 de octubre de 2019. Desde ahí se generó otro plebiscito que abrió el camino a elaborar una nueva Constitución, que elimine para siempre aquella construida con cerrojos desde la dictadura militar, con la cooperación de abogados e intelectuales de extrema derecha.

En un acto que refuerza la democracia, J. I. Cárdenas dirige este libro al “ciudadano común”, a todos nosotros, que a menudo no entendemos cómo llegamos a la actual situación. Develar es lo que busca este libro, especialmente la gigantesca desigualdad que se esconde tras engañosos promedios y que se expresa con toda su crueldad en los tres ámbitos más propios de lo humano: salud, educación y seguridad social.

Ya desde los propios gobiernos de la Concertación, la seguridad social dejó de entenderse como la provisión de medidas públicas destinadas a evitar privaciones económicas y sociales que, de otro modo, ocasionarían la desaparición o una fuerte reducción de los ingresos por causa de enfermedad, maternidad, accidente del trabajo o enfermedad laboral, desempleo, invalidez, vejez y muerte. Esto también abarca la protección en forma de prevención y asistencia médica y de ayuda a las familias con hijos. Comenzó el reinado del mercado, y un débil rol del Estado orientado a no “entorpecer” su buen funcionamiento (para un bajo porcentaje de la población).

Una cita del Prólogo: “… la república que creíamos construida bajo los eslóganes de “Jaguares de Latinoamérica” o de “Oasis en la Región”, cayó como castillo de naipes, dejando al descubierto una muy dura y cruel realidad: las penurias de una inmensa mayoría de chilenos que no tienen acceso a mínimas condiciones de salud, educación, alimentación y pensiones”.

Así, fue posible que un ministro, en momentos de pandemia, se sorprendiera al constatar las condiciones de hacinamiento en que vivían tantos ciudadanos. Esa es la tónica de un país en que la política se ha llevado adelante de manera cupular, ignorando los aportes que todos quienes conforman nuestra sociedad pueden hacer para construir un mundo menos desigual, donde, al menos, las necesidades básicas estén cubiertas. Como dice el autor, se levantó un muro invisible en Plaza Italia, muro que se edificó desde la dictadura y continúa en democracia, hasta hoy, en que, paradojalmente, si bien ha disminuido la pobreza, ha aumentado de manera abismante la desigualdad.

En 2017, el 10% más rico ganaba casi 40 veces más que el 10% más pobre. Si además de los ingresos, se mira el acceso a salud, trabajo, educación, vivienda, seguridad social, se pasa a un 20% de pobreza. El 1% de la población concentra sobre el 25% de la riqueza del país; el 75% de los trabajadores recibe menos de $500.000 mensuales.

El libro se ordena en cuatro capítulos que entregan una imagen certera del decurso del país desde el final de la dictadura, relacionando causas, consecuencias, decisiones, que explican nuestra situación hoy día: El oasis de Latinoamérica, Nuestro modelo económico, El éxito de una sociedad no se puede medir por los excedentes que proporciona el modelo, Modelo económico y tipo de Estado en nuestra Constitución y, finalmente, como palabras finales y una realidad anhelada como nunca, La esperanza.

El primer capítulo hace un recorrido por todos los gobiernos, desde Patricio Aylwin hasta el actual. Nos permite recordar aspectos negativos y positivos, pero, sobre todo, establecer relaciones entre determinadas medidas y acciones y cómo se fueron estructurando cambios mayores -de manera silenciosa- que contribuyeron a profundizar las desigualdades.

Se analizan aquí, por ejemplo, las concesiones de servicios, el plan AUGE, el Crédito con Aval del Estado (CAE), la Reforma Educacional. Revisando el plan AUGE, no podría estar mejor inspirado en el sentido de su objetivo central: asegurar la atención de más de 80 enfermedades graves a usuarios de FONASA e ISAPRES, en plazos determinados. Si bien los afiliados a FONASA no pagan por el AUGE, y afiliados a Isapres pagan cada mes un porcentaje a favor de las Garantías Explícitas en Salud (GES), eso terminó siendo altamente beneficioso para los privados, ya que al no poder el sistema público enfrentar las atenciones de sus afiliados, debía traspasarlos al sistema privado de salud, debiendo pagarles el Estado 5 veces más que el costo de las instituciones estatales.

Los sistemas de concesiones se aplicaron crecientemente, así como todos los procesos de externalización; el CAE significó otro de los buenos negocios para los bancos: educación para todos, solo que a costa del endeudamiento de los estudiantes (y del Estado) con los bancos, pero fue el detonante de las grandes protestas estudiantiles.

Agrego palabras de una entrevista a Francisco Vidal (21 de enero de 2021), en que señala las “cosas buenas” de los gobiernos de Concertación, pero califica de “errores brutales” la implementación del CAE, con 6% de interés anual y el Transantiago, al que califica como “la peor política pública en muchos años”. Las medidas cupulares, las decisiones tomadas solo en base a expertos, sin considerar las necesidades de las comunidades reales, ha tenido efectos altamente negativos. Solo quienes no se movilizan en transporte público pudieron pensar un Transantiago como el que tenemos, porque si bien es cierto que la situación anterior no era buena, permitía ir desde el punto de partida al de llegada sin bajarse y tener que cambiar dos o tres veces de medio de locomoción.

La lectura de “El jaguar…” nos interpela filosamente en cada página, nos muestra de manera magistral, clara, limpiamente, cómo el regreso de la democracia se fue diluyendo en engañosas políticas públicas que solo contribuyeron a enriquecer al mundo privado. Dichas políticas consolidaron la visión de un (ineficiente) Estado, que aceptó circunscribir su rol a destinar grandes sumas de dinero -que no podía manejar tan exitosamente como el mercado-, a empresas y empresarios.

Así, se construyeron políticas públicas no desde el Estado, sino desde las empresas y los empresarios, que pudieron funcionar (y lucrar) sin mayores controles de su calidad, especialmente en el campo educacional en todos sus niveles. Entonces, como decían los primeros rayados, no se trata de $30, sino de treinta años en los que hemos visto una de las mayores concentraciones económicas en la mayoría de las áreas: bancos, telefonía, servicios básicos, farmacias, y un interminable etcétera. Por otro lado, AFP e ISAPRES que nos han impuesto sus condiciones sin contrapeso, con serios efectos sobre las pensiones y la salud.

La lectura de este libro nos aporta una mirada global, muestra causas y consecuencias de la toma de decisiones y de políticas generadas a espaldas de todos los ciudadanos, con la complicidad de quienes, habiendo sido elegidos por nosotros, han optado por el camino del silencio y el acatamiento de las leyes de este tipo de mercado, que ha edificado desigualdades extremas y ha sepultado al Estado -no lo ha reemplazado- porque el mercado no vela por la protección social ni le interesa solucionar temas de equidad, de desigualdad, de justicia, ya que eso sucederá gracias a la (dudosa) teoría del “chorreo”.

En un notable párrafo, señala Cárdenas: “En La República” de Platón, se propone criar a los hijos e hijas de “los guardianes” de la ciudad junto con los hijos de todos los demás; esto tenía por objeto que tantos gobernantes como gobernados compartieran referencias culturales comunes y experiencias de vida. El problema es más de fondo, eso sí, y escapa a un solo gobernante, más bien responde a una conducta que ha crecido en los años de democracia posdictadura, quitándole importancia al líder social de base y pensando que nuestro mundo es solo el de los líderes y autoridades económicas y políticas de nuestra sociedad que viven y se relacionan entre sí, incluso en los mismos barrios o sectores de nuestra capital, todo acrecentado por un ahogante centralismo que ignora las regiones”. (p. 108-109).

Toca también el tema de la violencia, con una visión con la que concuerdo absolutamente; para quienes tienen solucionados los problemas básicos y no sufren carencias, para quienes no están en el grupo mayoritario que gana menos de $500.000, es muy fácil criticar ferozmente los daños visibles a la propiedad, a los monumentos, los vidrios quebrados, los incendios, etc. Así, también piden el más feroz rigor de la ley contra estos “delincuentes”, que no pidieron para las grandes estafas (Penta) o las colusiones de otras empresas. El autor no está por la violencia, yo tampoco, pero él considera que la peor violencia es la que no vemos. Cientos de miles de personas viven en espacios pequeños, mal construidos, deteriorados, sin áreas verdes, hacinados, con serios problemas de salud, con una mala educación que no les ayuda a mejorar, mal alimentados…

Como dice el Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”. Y aquí lo esencial que no vemos, es la gigantesca e inaceptable desigualdad. Un cuento chino relata que un hombre muy pobre se ponía al pie de los muros del palacio del emperador para alimentarse del olor de su comida; es denunciado por este “robo” y los jueces determinan que debe pagar. Le entregan unas monedas al culpable y le dicen que las cuente a medida que caen; cuando los acusadores las quieren tomar, los jueces dicen que, ya que el hombre se alimentaba solo del olor de la comida, el pago se considera realizado solo con escuchar el tintineo de las monedas. ¿Qué habrían dictaminado nuestros jueces?

Los invito a leer este libro, a compartirlo con su familia, con sus amigos, en su trabajo. En este momento, a las puertas de comenzar la elaboración de una nueva Constitución, necesitamos entender lo que ha pasado, lo que nos ha pasado, porque todos hemos contribuido, de alguna manera, al país que tenemos. Las ideas que en él se expresan y concatenan fluida y expresivamente, nos ayudarán a ver a través de ese muro imaginario que ha podido construirse para separar un mundo en el que todos tenemos derecho a vivir de la mejor manera posible.

Es necesario romper el silencio social, abrir espacios democráticos de conversación, encuentro, propuestas, opiniones. Dialogar con personas y con libros como este enriquece con mayores y mejores argumentos la aspiración a una sociedad más justa. Todos quienes vivimos en este país, pertenecemos a esta sociedad hoy tan desigual; tenemos mucho que decir sobre la vida que queremos, lo que es y lo que debería ser, de manera que caminemos solidariamente hacia la construcción de un mundo mejor para todos sus habitantes.