Por Antonio Rojas Gómez
Liberalia Ediciones, 83 páginas.
A la gente del pueblo le gustan los versos porque hablar en prosa es muy poca cosa. Y dicen verso como sinónimo de rima. Las sentencias rimadas son fáciles de recordar, lo que resulta de alta importancia a quienes tienen dificultades para leer y escribir, o que derechamente no saben hacerlo. De ahí la trascendencia que en la Edad Media tuvieron los juglares, padres de los poetas populares que florecieron en España y llegaron -cómo no- a Chile. Y aquí se reprodujeron con entusiasmo.
Chile no vivió la Edad Media, que comenzó en el siglo V y se prolongó hasta el XV, pero recibió en sus orígenes esta simiente poética que no es deudora de don Alonso de Ercilla y Zúñiga, sino de soldados anónimos que trajeron a estos lares antiguas consejas y refranes y plasmaron sus emociones, ideas y expectativas en rimas que los obligaban muchas veces a torcerle la nariz al idioma.
Los poetas populares florecieron en la ciudad y en el campo, en forma paralela con los poetas cultos, y andando el tiempo se reconocieron los unos a los otros y los primeros llegaron, a mediados del siglo pasado, a alcanzar el visto bueno de la Universidad de Chile que les abrió sus puertas para que realizaran un congreso en abril de 1954.
Por aquellos años, la periodista y escritora Inés Valenzuela alimentaba la lira popular en las páginas de los diarios El Siglo, Noticias Gráficas y Democracia, promoviendo a creadores ajenos y aportando sus propias obras, siempre encaminadas a fortalecer la unidad proletaria y avanzar en las conquistas sociales para beneficio popular.
Este libro recoge sus décimas de entonces. Tiene pues, en primer lugar, un valor de rescate del tiempo ido que es la base de sustentación de nuestro tiempo actual. En 1950 había en Chile problemas similares a los que nos agobian setenta años más tarde. Por ejemplo, en 1953 se realizó el Primer Congreso Nacional Mapuche. Doña Inés le cantó:
Un Congreso Nacional
celebrarán los mapuches
y lo digo pa que escuchen
presidirá Painemal.
Y había descontento por la forma en que la justicia discriminaba a los ciudadanos, cargándoles la mano a los que osaban discutir los privilegios, que ayer existían igual que hoy.
Lo que en Chile está pasando
es una cosa inaudita
por causa´e la ley maldita
tan al justo encarcelando;
en prisión se está encontrando
ese líder tan querido
al demócrata aguerrido
ese gran Clotario Blest
que ya procesado fue
por hablar lo que ha ocurrido.
En 1952 Salvador Allende fue candidato a la Presidencia de la República por primera vez. Inés Valenzuela lo apoyaba y estas décimas lo manifiestan:
Se güelve calamidá
la vida en nuestro país
solo estamos en un tris
de que haya una tempestá;
la gente está muy cabriá
y con todita razón:
es grande la corrupción
y nadie le pone atajo
nos iremos cuesta abajo
si no buscan solución.
Queda claro que Chile y los chilenos seguimos siendo los mismos, a pesar de los años transcurridos y del maquillaje de la televisión y la rapidez que el progreso inocula a la vida moderna. Y queda claro, también, la calidad poética de estas Décimas de Doña Inés Valenzuela, porque no es cuestión de sentarse a rimar unas palabras con otras. El sentido de la poesía es otro. Y ese sentido brota de estos versos cuya sencillez alcanza la comprensión de cualquier lector u oyente, porque no olvidemos que los receptores de la poesía popular pueden no saber leer, pero sienten, sufren y tienen esperanzas y merecimientos para acceder a una vida mejor. La autora sabe hablarles, conoce las palabras justas, la forma precisa de sorprender con ingenio a su público, de entregarle lo que espera y presentarle visiones nuevas de su suceder y entorno de cada día.
No es arte menor la poesía popular. Es arte, simplemente. Lo demuestra este libro que Liberalia Ediciones dirige, diría yo, no a los destinatarios originales de las décimas, sino a la intelectualidad que podrá nutrirse de ellas y mirar con otros ojos el devenir nacional, no solo en lo político y social, sino sobre todo en el arte y la cultura.
Antes de cerrar, y reafirmando lo que acabo de decir, al final del libro se incluye una Biografía de Doña Inés Valenzuela, por Jorge Lillo, en décimas. Un buen esfuerzo. Pero las décimas de Doña Inés son otra cosa.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…