Décimas de Doña Inés Valenzuela

Valenzuela-Arancibia, Inés (2020): Décimas de Doña Inés Valenzuela, Ilustraciones de Alejandro Mono González. Liberalia Ediciones, Santiago-Chile.

“Una lira popular
es el pueblo en su lenguaje”
Por Berta López Morales

La contratapa del libro Décimas de doña Inés Valenzuela, de Inés Valenzuela Arancibia, define bella y certeramente la esencia de la décima: su raigambre popular, la pluralidad de voces en la que “toda voz es la voz del otro”, memoria colectiva y coexistencia del pasado y del presente en un diálogo constante. Pero también desdoblamiento del vate popular, descentramiento del yo que encarna el sentir del pueblo, sus dolores, sus carencias; pero tal vez y mayoritariamente la visión de un mundo venida de los márgenes para interrogar y cuestionar las miradas hegemónicas de lo individual, patriarcal y/o colonial. El texto popular, que tiene como característica principal la oralidad, es una forma de resistencia cuya fuerza se plasma en su elaboración colectiva.

La autora, Inés Valenzuela Arancibia, recoge en sus Décimas no solo la tradición española medieval sino también la del campo chileno, el habla cotidiana que se ajusta a la métrica y que, siguiendo el canon de la poesía popular (expresada en la Lira Popular de mediados del siglo XIX), representa la actualidad y la postura política de una región geográfica y social, en este caso santiaguina, pero originaria de Constitución. Fue allí donde escribiendo los versos al dictado de Abraham Jesús Brito y Raimundo Navarro Flores, grandes poetas populares de la zona, aprendió “a componer décimas de tanto copiar las suyas” o de la “Mama Carmen”, Carmen Tapia Garrido, que la entretenía cantándole estas composiciones populares.

En este libro, primoroso y originalmente diseñado por Liberalia Ediciones, la solapa rompe con el esquema tradicional del párrafo para ser reemplazado por tres décimas, que describen el periplo vital de la autora, destacando su compromiso político, su quehacer en aras de la cultura y la reivindicación de la escritura popular basada en la oralidad; del mismo modo, la contratapa en dos espinelas resume el contenido del libro, resaltando su vigencia en medio de la conmoción social del presente. El colofón formado por cuatro cuartetos informa sobre la fuente, el tipo de papel, el taller de impresión, la ciudad, fecha de publicación y el nombre de la colección: “La Décima Musa”. En la solapa de la contratapa se reitera el objetivo de esta colección destinada a mostrar “el acervo popular”; por lo mismo, es significativo el título ya que da cuenta de un divorcio con la cultura occidental, que considera nueve musas.

El prólogo versa sobre la escritora y la poesía popular a la que Inés Valenzuela y Diego Muñoz, su marido, dedicaron años de investigación y “esfuerzos para mantener presente la poesía popular y sus creadores en los escenarios culturales chilenos”; por último, el libro concluye con una biografía en décimas de la autora, escrita por Sergio Lillo, quien destaca entre otros aspectos su carrera literaria desde la adolescencia con su trabajo en la Biblioteca Nacional, la investigación y divulgación de la Lira Popular junto a su compañero, su carrera profesional como periodista trabajando en diarios y revistas dando a conocer las preocupaciones y sobresaltos de la realidad urbana y campesina del proletariado; como asimismo su creación literaria y presidencia de la Sociedad de Escritores, en los años 95 y 97.

En este sentido, el libro como objeto es muy rupturista, lo que acentúa las divergencias del verso popular con lo establecido. Esta Lira Popular aparentemente inofensiva, muchas veces despreciada, relegada a una condición pintoresca, oculta un remanente de ira casi sagrada en la denuncia de la injusticia, de la corrupción y de la pobreza. Las décimas reunidas en este libro fueron publicadas originalmente en los años 1952, 1953 y 1954 en periódicos como Democracia, El Siglo y Noticias Gráficas.

Las ilustraciones del Mono González, fundador de la mítica Brigada Ramona Parra, que acompañan estas décimas dan cuenta de un imaginario popular con fuertes raíces de denuncia social y como una estética subalterna capaz de transmitir emociones a partir de la utilización de colores planos con escasos matices; sus dibujos son reconocidos por el sello de sus trazos de anchas líneas negras que hablan simbólicamente del trabajo, la revolución, el amor, la vitalidad y la lucha social.

En un diálogo armónico con las décimas de Inés, las ilustraciones de González constituyen un dúo en que el despertar y la invitación a la lucha del pueblo oprimido y sacrificado (campesinos, obreros y pueblo, en general) se simbolizan en los rostros curtidos, las manos abiertas, las aves, la estrella, el puño en alto como representación del poder popular, el puño-rosa o bandera apelando a la idea de “nación”, lugar en disputa porque el ilustrador y la pueta se mueven fuera de los circuitos oficiales de la representación artística; ambos son artistas de la calle y del espacio público.

Bajo los seudónimos de Marcelina Oviedo y Cristobalina Salgado, Inés Valenzuela Arancibia desarrolla su arte heredado de la tradición literaria popular, y ofrece su reclamo vanguardista por la igualdad social, el salario justo, las condiciones laborales dignas, la seguridad social, etc., como puede observarse en las siguientes décimas: “El campesino”, “El derrumbe de la Caja de Ahorros. Catástrofe Nacional”, “Por el campo y los campesinos”, “Por la huelga campesina”, “Don Encarnación y su compadre”, “La actualidad de la semana”. Es la conciencia múltiple del pueblo, que se apropia de su voz y comunica la situación infame en la que malviven los obreros, campesinos y asalariados, llamando a la clase proletaria a hacer de la política un arma efectiva de cambio, como se manifiesta en los versos de “Nuestro porvenir depende del triunfo de Allende”, “El pueblo llevará a Humberto Mewes al Senado”, “Tres décimas a la patria socialista” y “Por la Central Única”.

“Se güelve calamidá
la vida en nuestro país
solo estamos en un tris
de que haya tempestá;
la gente está muy cabriá
y con todita razón:
es grande la corrupción
y nadie le opone atajo
nos iremos cuesta abajo
si no buscan solución”

“Nuestro porvenir depende del triunfo de Allende” en Democracia: 1 de junio de 1952

Versos que, a pesar del tiempo transcurrido, gozan de porfiada actualidad demostrando que nada ha cambiado. A casi siete décadas de la publicación de estos, las manifestaciones del poder económico y político siguen imponiéndose bajo las mismas formas del abuso y de la corrupción con el fin de despojar, sojuzgar y acallar a los oprimidos de siempre.

La poderosa voz de nuestra pueta nos conmociona, nos duele y rebela después de leer “Por el Primer Congreso Nacional Mapuche”, que los problemas con la raza originaria no han sido resueltos, y que la figura de Painemal marcado con un fierro candente por un colono no avergüence la conducta del Estado Chileno contra “los padres de nuestra raza” y como si fuera vaticinio señala en su Despedida de perfecto sincretismo cultural, político y social:

“Por fin para terminar
todo Chile está con ellos
y ayudamos con empeño
a su Congreso impulsar
seguro van a triunfar
pues trabajan con tesón
por su reivindicación
y por conservar su raza
por las escuelas y por casas
por su bella tradición”

“Por el Primer Congreso Nacional Mapuche” en El Siglo: 14 de noviembre de 1953.

El horizonte temático es amplio, configura desde la contingencia hasta el ejercicio dialógico en “Contrapunto”, respuesta muy fina a un galán para desviarse a intereses más altos como la celebración del Primer Congreso Nacional de Payadores y Cantores Populares en 1954. El talento de Inés Valenzuela alberga el reconocimiento a la poesía de Pablo Neruda, su militancia y su lucha por la paz, sin olvidar la solidaridad con sus dirigentes sindicales encarcelados o la empatía con el Toro Díaz.

Sin duda, constituye un acierto de Liberalia Ediciones recoger estas Décimas de Doña Inés Valenzuela, rescatarlas del olvido y darle una estructura. Este libro es un justo homenaje y reconocimiento a una vida entregada a la literatura, sin mezquinar su calidad creativa, su compromiso político y cultural con las raíces más genuinas de la tradición oral, que permite saborear en sus versos el resabio coloquial, desafiando los criterios estéticos de una élite intelectual que parapetada en la cultura oficial desdeña estos pliegos en folio, que la autora cultiva como antes lo hicieran Bernardino Guajardo, Rosa Araneda, Daniel Meneses, Nicasio García, entre otros. Décimas para leer y reflexionar.