por David A. Petreman
Escritor, Profesor Emérito/ Wright State University
5 de mayo de 2020

En enero de 2018, el presidente de los Estados Unidos se llamó a sí mismo “un genio estable”. Sonrieron sus partidarios. Los demás, nosotros, pusimos los ojos en blanco y movimos la cabeza con gesto incrédulo, ya exhaustos de oír las mentiras diarias de “nuestro burro”.

La semana pasada él sugirió en una conferencia de prensa que el pueblo debe ingerir líquidos de limpieza o lejía para curar el coronavirus, que ya ha sobrepasado todas las peores predicciones desde que llegó el virus a los Estados Unidos en enero. Nuestro “líder” esperó dos meses antes de reaccionar. Dijo que la tenemos controlada y que pronto habría cero casos de ella en el país.

Cuando escribo esto el 4 de mayo, hay 1.180.135 casos de Covid-19 y 68.704 muertos en los Estados Unidos, ambas cifras representan una tercera parte de todos los casos mundiales. Hay más muertos de estadounidenses en esta epidemia, que las víctimas que sacrificamos en toda la absurda Guerra de Viet Nam. Todo en un mes.

Entonces, ¿qué más ha pasado esta semana? El todopoderoso dólar —o sea, Trump—ha declarado que debemos abrir el sagrado mercado, sin importar que el virus esté multiplicándose y no disminuyendo. Las predicciones esta noche indican que, para el primero de junio, debemos esperar 3.000 muertos diarios y 100.000 casos de Covid-19. Y para el 4 de agosto, 134.475 muertos. Ahora, Trump quiere disminuir las restricciones, quiere poco a poco eliminar la cuarentena, quiere abrir el mercado y arriesgar una segunda ola del virus, como si la primera estuviera terminada.

El “idiota inestable” nunca muestra ninguna empatía por la gente del país. No le importan todos los muertos ni las emociones de las familias que han perdido a sus seres queridos. Para él, el dólar significa más que la vida humana.

Y adivine qué. La gente que ha muerto —y que está para morir— son predominantemente: 1) los viejos en los hogares de ancianos 2) los hispanos, la minoría más grande del país 3) los africanos-americanos, la segunda minoría más grande y 4) los nativos americanos que históricamente este país ha diezmado horriblemente. Todos son los grupos más discriminados en este país.

No olviden que Nicanor Parra dijo Estado Unidos/donde la libertad/es una estatua. Si no me equivoco, el “idiota inestable”, con sus partidarios los senadores republicanos que nunca lo critican y sus seguidores racistas (los chilenos deben recordar el porcentaje de los siempre partidarios de Pinochet), parecen estar perfectamente bien con estos homicidios, perpetuados con su política.

Él tiene mucha sangre en sus manos. Él nunca fue político. Es un matón. Está convirtiendo el sueño americano en una macabra danza de la muerte.