¿Qué es un canalla?

por Marcelo González

Una persona despreciable y de malos modales. Una persona ruin. Un traidor. Alguien en quien no se puede confiar. Alguien que hace una canallada.

Pienso en los canallas que el arte nos ha dado. Bogart como Spade en El halcón maltés y como Marlowe en El sueño eterno son un buen ejemplo. Pero también el Bogart de La Reina africana. Y Han Solo, el canalla fundamental, el tipo duro por definición. El más hard boiled de los detectives que no investiga. Dispuesto a todo por dinero menos a traicionarse a sí mismo, pero incapaz de resistirse ante la presencia de su amada.

Santiago Canalla está lleno de estos seres. Santiago Canalla parece decirnos que nuestra capital está inundada de estos sujetos, hasta la médula; corre por sus venas una sangre oscura, maldita, perversa.
Una pasada por estas páginas y nos encontramos prositutas, delincuentes, asesinos, psicópatas, (ex) terroristas, vengadores, torturadores, sicarios, violadores, traidores e incluso empresarios y constructoras inmobiliarias que se comportan igual o peor que la gente de esta calaña.
A su lado, bailarinas, vedettes, viejos obsesionados con otras épocas supuestamente mejores. Y tipos comúnes y corrientes que se suceden espectadores de los crímenes que parecen, conforman la ciudad desde sus orígenes, desde la colonia a la actualidad, de la zona oriente a la zona poniente; Santiago parece estar podrido, contaminado por algo peor que su aire y su esmog, contaminado por una búsqueda constante de justicia que solo se consuela cuando se alcanza de forma personal. En estas historias, la vida nunca deja de alcanzar a los criminales, la vida nunca deja de pasar la cuenta.
Así, los y las autores de esta colección de relatos construyen versiones híbridas de la gran tradición que el género negro nos ha regalado y lo hacen instalando la violencia en todas partes. Está en los detalles y en lo macro: está arraigada en cada esquina y parece ser imposible de eliminar o siquiera eludir. Es la única respuesta a una realidad avasalladora, asfixiante, en donde todo y todos se confabulan en contra de los pocos héroes que se atreven a recorrer las hojas de estas historias. Los relatos, entonces, se configuran como una literatura que ajusticia, que por medio de la ficción logra la justicia que la triste realidad nos niega. En este sentido, estos textos siguen librando la batalla literaria contra el olvido y la desmemoria. Son, una vez más, una trinchera de crítica social contra nuestro pasado, presente y posiblemente, ese peor futuro que somos capaces de imaginar. Siguen siendo, la batalla de las metáforas.

Por si fuera poco, cada uno de estas historias presenta un manejo intencionado y acabado del lenguaje, tan variado como sus protagonistas: hay narraciones secas y directas como un golpe al mentón y otras más pausadas y barrocas como los intrincados enigmas que los detectives intentan resolver. Sobresale, por sobretodo, el eufemismo como construcción en clave, como código secreto entre autor y lector, entre narrador y lector. Las cosas no se dicen del todo, pero se crea una complicidad propia de los lectores del género: todos sabemos a qué se refiere, de quién se está hablando, sin necesidad de dar nombres o hechos explícitos.

De esta manera, las historias nos llevan por un camino en donde importa menos conocer al culpable, al asesino, al traidor, que el recorrido que nos lleva al desenlace, usualmente trágico.
En este sentido, el paseo por las calles y barrios de Santiago es una expresión metafórica de la investigación, del desarrollo de la trama, del descubrimiento del crimen.
Santiago es una ciudad enrevesada, como su gente, como los casos a los que asistimos. Las historias, entonces, revelan el lado más corrosivo de la ciudad y del ser humano. Y la antología funciona como una radiografía de este lugar; una cartografía criminal en donde los relatos coinciden en lo no dicho, en el secreto, en la confidencia.
La capital así, se convierte en un sujeto más. Y uno no muy bueno.
Es un criminal más.
Un canalla de los nuestros.

Marcelo González
Casa Colorada, 12 de Abril 2019