Por Ramón Díaz Eterovic

La familia como núcleo social parece ser una constante en la narrativa china escrita desde las últimas dos décadas del siglo pasado y hasta la fecha. “Grandes pechos, amplias caderas” de Mo Yan y “La palabra que vale por diez mil” de Liu Zhenyun, entre otros títulos y autores, dan cuenta de crónicas familiares que sirven de pretexto para recrear diversos episodios de la historia china. Así también lo hace, con particular estilo y punto de vista, la escritora Fang Fang (1955) en su novela “El crepúsculo”, recientemente publicada por la editorial Siglo XXI con la traducción al español de la destacada académica Liljana Arsovska.

Fang Fang es una escritora muy popular en su país, autora de casi un centenar de textos, entre los que se encuentran cuentos, ensayos y novelas breves. Ha obtenido el Premio Literario Lu Xun, entre otros importantes galardones literarios, dentro y fuera de China. Dentro del panorama de la actual narrativa china, Fang Fang es considerada una de las representantes de la llamada corriente neorrealista en la que se refleja una constante preocupación por reflejar la vida cotidiana china, con todas sus luces y sombras, y en una época en la que se aprecia un choque entre viejas y nuevas formas de convivencia. Los personajes de los autores que adhieren a esta corriente suelen ser emigrantes del campo a la ciudad, jóvenes desadaptados o personajes solitarios que deambulan por las grandes ciudades. Además de Fang Fang, entre sus representantes se encuentran el antes mencionado Liu Zhenyun y Xu Zechen, dos autores que han estado en Chile dando a conocer sus obras.

Las relaciones entre los seres humanos pueden ser crueles no dice uno de los personajes de “El crepúsculo”, luego de que sabemos que la anciana Li Lazhi, protagonista de la historia, ha ingerido un fuerte insecticida para terminar con sus días. Durante cincuenta años, ella ha sido el sostén económico y emocional de su familia, y ya en la vejez siente que su aporte no es apreciado por su entorno familiar, y más aún, que su presencia es vista como un estorbo. La acción suicida de la anciana se adelanta a las intenciones de sus hijos Tigre y Dragón quienes viven pensando en el momento en que la madre deje de existir, y por lo tanto, de provocar molestias a los integrantes de la familia. Los sentimientos de los hijos parten de un cerrado individualismo que le impide reconocer el aporte de la madre a sus vidas. Ellos han tenido una suerte dispar, lo que genera envidias y enfrentamientos entre ellos. Tigre está empleado en un mercado de verduras, y Dragón, gracias al esfuerzo de su madre y su hermano, ha podido estudiar y obtener un cargo de relativa importancia. Tigre, por su parte, es viudo, y aunque desea volver a casarse, su madre se lo impide. Dragón está casada con una mujer arribista y estúpida que trata por todos los medios de apartar a su esposo de su origen y pasado.

Una vez que Li Lazhi ingiere el veneno, los dos hermanos hacen todo lo que está a su alcance por evitar que la anciana salga viva del hospital, llevando las situaciones hasta lo grotesco y cruel, cuando deciden suprimirle los remedios que la mujer necesita o se consiguen un certificado de defunción antes de que la sufrida madre fallezca. Más que como un refugio, en esta novela la familia se presenta como una instancia infernal en la que los afectos parecen estar limitados a situaciones muy puntuales, y la agresividad es asunto de cada día. Los hechos narrados podrían resultan muy difíciles de asimilar, pero afortunadamente están contados con cierto tono humorístico, festivo, que los rescata de lo trágico y que de pronto hace recordar alguna película del nuevo neorrealismo italiano como “Feos, sucios y malos” del director Ettore Scola.

Fang Fang sabe darle brillo a lo opaco, y transformar lágrimas en sonrisas. Y aunque su visión de las relaciones familiares es demoledora, finalmente sabe dar un toque de ternura y de esperanza a una serie de personajes bien elaborados. El desarrollo de la historia es atractivo y ágil, lo que hace que se lea con creciente interés, tanto por la intriga en sí misma, como por la posibilidad de conocer la forma en que se manifiestan en China las relaciones entre padre e hijos, los noviazgos y los vínculos matrimoniales, los lazos jerárquicos en los trabajos y centros de estudios.

“El crepúsculo” es un buen libro para conocer a una importante autora en el panorama de la actual narrativa china. La novela refleja una existencia en la que, como señala uno de sus personajes, lo que importa al final del día es estar vivo, aunque no se sepa con claridad lo que deparará el día siguiente. Porque al final de cuenta, y como parece entender el nieto de la protagonista al observar la chimenea del lugar donde creman a su abuela, la vida es un humo blanco que se diluye en el horizonte. Todo lo demás son anécdotas pasajeras que el tiempo, implacable, se encarga de borrar.