Simplemente Editores, 157 páginas
Por Antonio Rojas Gómez
Este es un libro de aventuras ambientado en el futuro y escrito con las claves del pasado. Digamos que la cumbre de la novela de aventuras es “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas. Se publicó por entregas en un periódico francés, en 1844, pero su éxito fue tal, que ese mismo año apareció la primera edición como libro, en París. Y a partir de entonces se sucedieron las traducciones y las ediciones en todos los idiomas, y más adelante, en el siglo siguiente, las versiones cinematográficas, que continúan produciéndose.
Diego Muñoz Valenzuela tiene que haber leído “Los tres mosqueteros” más de cien años después de su primera publicación. Y debe haberse sentido fascinado con las peripecias de D´Artagnan y sus amigos, tal como los primeros franceses que se asomaron a ese mundo de prodigios debido a la valentía, la decisión y el compromiso con la virtud de los mosqueteros invencibles. Después debe haber tenido muchas otras lecturas antes de convertirse en escritor, y es posible que hoy ni en sueños recuerde a D´Artagnan.
Pero el héroe gascón está presente en su reciente novela. Y no se presenta armado de una espada, sino de una compleja red de infinitas combinaciones electrónicas que le permiten asestar mandobles mucho más eficaces que los del mejor templado acero decimonónico. Es un androide del siglo XXI. Y lucha por preservar un mundo utópico en el que ya no existen las guerras y las dificultades se resuelven con buena voluntad.
Diego Muñoz nos envía a un mundo que existiría dentro de cincuenta años, en el cual todo sería armonía. Sin embargo, allí se alberga la semilla del mal.
El tema de la literatura, de Caperucita Roja en adelante, es la lucha entre el bien y el mal. Muñoz Valenzuela lo proyecta más allá de nuestro presente. Si el mundo consigue convertirse en un lugar amable, desprovisto de conflictos y discusiones, en algún momento ha de surgir una voz discordante. En este caso, que desease volver al pasado. Y el pasado no es otro que el mundo actual, en el que nos movemos hoy, y que resulta ingrato. Cincuenta años adelante, se supone que las diferencias habrían desaparecido y que todos los seres vivirían felices y sin conflictos. Pero entonces se manifiesta el mal. Y abre la puerta a la aventura.
Entiendo que la intención del libro puede ser manifestar una idea del bien, al que debería adherir la humanidad sin distinciones. Pero estimo que el mérito de la historia que se nos narra es otro. Es el mismo mérito de “Los tres mosqueteros”. Es un buen libro de aventuras, que cautiva al lector, que le inocula la interrogante de ¿y qué va a pasar?, ¿y qué sigue?, ¿y qué más?
Ojalá se escribieran muchos libros de aventuras como este, que nos invitaran a pensar en lo que viene, que junto con entretenernos y apasionarnos con aventuras asombrosas, nos invitaran a meditar acerca del mundo que legaremos a las futuras generaciones.
El viernes va a estar en la Biblioteca de Paillaco, junto a su esposa.