Editorial Ficticia, México, 2017, 127 pp.

Por Diego Muñoz Valenzuela

 

El escritor argentino Raúl Brasca recibió en 2017 el Premio Iberoamericano Minificción Juan José Arreola, reconociendo su maciza contribución como autor al género brevísimo. Este premio lo otorga la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y el Seminario de Cultura Mexicana, mediante un jurado internacional donde participaron Ana María Shua (primera ganadora de este premio), y las profesoras Violeta Rojo y Caroline Lepage, Hay que destacar además su arduo y generoso trabajo como difusor, antologador, estudioso y gestor de encuentros, congresos y jornadas dedicadas a la microficción.

Además de esta antología personal publicada en razón del premio citado, Raúl Brasca ha publicado en el género los libros: A buen entendedor (Ed. Cuadernos del Vigía, España, 2010), Raúl Brasca, antología personal (Ed. Desde la Gente, Buenos Aires, 2010), Las gemas del falsario (Ed. Cuadernos del Vigía, España, 2012) y Todo tiempo futuro fue peor (Thule Ediciones, Barcelona, 2004; Mondadori-Sudamericana, Buenos Aires, 2007). La lista de antologías es demasiado extensa, pero destaca el recurrente trabajo realizado con la cooperativa editorial Desde la Gente, proyecto que impulsara en Argentina el tenaz Mario José Grabivker.

Las minificciones de Raúl Brasca conforman una obra singular, con una fuerte marca personal. Por la profundidad trascendente de su trabajo, muy colindante con lo filosófico y con el mundo físico-matemático (que se explicaría por sus estudios de ingeniería química, condición que compartimos y nos convierte en dobles colegas), se le pude conectar con facilidad a la tradición borgiana. Señala en el prólogo a este libro la investigadora española Francisca Noguerol: “Brasca es, ante todo, un constructor de universos, un demiurgo tan imaginativo como ajeno a la pedantería, un maestro de la brevedad sustanciosa, del juego con enjundia y de la ironía”.

Raúl Brasca ha sido un lúcido y activo promotor de una característica estructural de la minificción: la concisión, por sobre la mera brevedad. La concisión tiene que ver con la densidad de significado, que debe ser máxima. En este sentido, la brevedad adquiere un rol secundario y condicionado; una minificción podría superar la extensión de una página (hay teórico que señalan límites aún más restrictivos) y ¿por qué no? superarlo. Lo esencial es desatar en el lector activo -gatillar en él- una reacción que permita sugerir y aventurar significados no explícitos.

El primer texto de esta reseña se titula Cadáver y hace honor al concepto de concisión. Lo dicho y lo no dicho entran en colaboración y resonancia, y se potencian -en este caso mediante el uso de la intertextualidad- para cerrar con un desenlace sorpresivo que invita a la reflexión, la relectura y digestión de un texto que actúa como bomba de retardo.

Cadáver

Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó, y me dijo «hasta mañana». Con tal de no darme paz, sigue penando entre los vivos.

La minificción Longevidad está dedicada a su inefable socio en materia antológica Luis Chitarroni, escritor, editor y crítico. En este texto conviven la fascinante complejidad del universo y sus inextricables conexiones e implicancias, y una clara vocación lírica, expresada en la belleza del lenguaje y en las imágenes a las cuales se recurre. Desde la trama se nos convoca a adherir al establecimiento absoluto de la incognoscibilidad de las secretas leyes que rigen el comportamiento del mundo. Al mismo tiempo, se sumerge al lector en un medio estético grato y envolvente, que lo prepara para la exaltación del asombro.

Longevidad

A Luis Chitarroni

No son las parcas quienes cortan el hilo ni es la enfermedad ni la bala lo que mata. Morimos cuando, por puro azar, cumplimos el acto preciso que nos marcó la vida al nacer: derramamos tres lágrimas de nuestro ojo izquierdo mientras del derecho brotan cinco, todo en exactamente cuarenta segundos; o tomamos con el peine justo cien cabellos; o vemos brillar la hoja de acero dos segundos antes de que se hunda en nuestra carne. Pocos son los signados con posibilidades muy remotas. Matusalén murió después de parpadear ocho veces en perfecta sincronía con tres de sus nietos.

El tercer texto de esta selección aborda -con la belleza de la simplicidad- una clásica escena de la infancia, donde se conjugan la candidez y la imaginación para desmentir la ilusión de la realidad.

Caracol

Se puso el caracol en el oído y oyó el ruido del mar mientras la tarde espléndida se oscurecía y el aire diáfano se volvía agua. Cuando vio pasar un pez frente a sus ojos pensó que se ahogaría y, rápidamente, separó el caracol de su oreja. La luz volvió y el agua se hizo aire transparente. Aliviado, respiró hondo y se pasó la lengua por los labios húmedos que aún conservaban restos de sal.

El texto siguiente ha sido construido desde la evidente voluntad de poner en duda todos los mecanismos de la realidad. Desde el mismo título ya nos anuncia que debemos renunciar a ella.

Realidad ausente

Vio en el banco cómo la jubilada embolsaba el dinero; la siguió y, cuando pasaron frente a la estación de ferrocarril, le arrebató el bolso y subió al tren que ya partía. Ella fue tras él, pero el tren se puso en movimiento sin que pudiera abordarlo. Desde la ventanilla la saludó con la mano y fingió arrojarle el bolso a los pies. Le divertía sumar decepción a la angustia. Pero ella se inclinó a recogerlo, lo apretó contra su pecho y su expresión pasó de la desolación a la gratitud. Confundido, constató que el bolso ya no estaba con él y echó una rencorosa mirada en derredor. Los otros pasajeros, todos a la vez, le devolvieron una sonrisa idéntica, mitad burla, mitad complicidad, y se borraron en lo que dura un parpadeo. Asustado, abandonó atropelladamente el coche que, salvo por el bolso sobre el asiento, quedó completamente vacío.

No hay ningún orden lógico en los acontecimientos descritos en esta minificción. Por más que se relea o vuelva atrás, el caos impera sin oposición alguna. La acción ocurre en otro universo, donde la continuidad y la conexión causal nunca han tenido lugar. Ni siquiera cabe una interpretación onírica, pues la ficción no señala una posibilidad de escapatoria. Los hechos se han constituido de otra manera y sólo cabe aceptar tal cual nos son presentados por el autor.

En el texto que sigue, Amor asintótico, Brasca ejerce sus mejores armas literarias, potenciadas con los recursos que provienen de las matemáticas. La noción de asíntota como un límite al que se tiende, pero jamás se alcanza, es propia del cálculo, si bien por su utilidad se ha extendido a muchos otros ámbitos, hasta casi convertirse en un concepto usual. Acá se transporta esta noción, elevándola al rango de la filosofía del amor, donde dos individuos jamás pueden encontrarse de verdad. Una perfecta metáfora que describe, simultáneamente, la posibilidad y la imposibilidad de la relación amorosa.

Amor asintótico

Se vieron y corrieron el uno hacia el otro, pero cada paso que daban les exigía el doble de esfuerzo que el anterior. Sin embargo, el deseo crecía aún más rápido y los obligaba a seguir. Exhaustos, se acercaron lo suficiente para verse el color de los ojos; otro poco, y ella advirtió que él tenía clientes blancos y perfectos; otro, y él vio un lunar diminuto en la frente de ella; un poco más, y sólo tenían que estirar el cuerpo y tender sus manos para tocarse. Estiraron el cuerpo. Las manos se buscaron, avanzaron penosamente, siguen avanzando, las yemas de los dedos ya sienten la inminencia del roce, están muy cerca, las marcas del esfuerzo descomunal se graban en las caras mientras el deseo se vuelve intolerable y ellos empujan sus manos hacia el límite infinitamente próximo, absolutamente inalcanzable.

La minificción Vínculo indisoluble retoma el tema de la relación amorosa, esta vez desde la confrontación, en un duelo sin fin, que quizás no sea otra cosa que la felicidad: algo que jamás se consuma.

Vínculo indisoluble

Una mujer que no quiere a un hombre. Un hombre que no soporta que la mujer no lo quiera y la asedia. La mujer que cultiva atentamente la mayor indiferencia hacia el hombre. El hombre que, estratégicamente, deja de asediarla. La mu­jer que advierte su necesidad de que el hombre la asedie y lo provoca. El hombre que vuelve a la carga satisfecho. El hombre y la mujer que por una vez coinciden y se eligen. Como rivales. Para toda la vida.

Este libro contiene excelentes minificciones que nos ofrecen una panorámica de la frondosa creatividad del autor, su imaginación exuberante y la pasión por explorar las conjeturas acerca de nuestra precaria ciencia y pensamiento para comprender el mundo. Hacer esto con altura estética, una buena dosis de humor y desatando la explosión retardada de reflexiones pendientes en el lector, constituye un éxito literario de primer orden en el género narrativo brevísimo. Raúl Brasca, un autor y una lectura imprescindible de la minificción.