Por Bartolomé Leal

“En Chile todos son inmunes a los desaciertos”

El Dr. Helios Murialdo es genetista y biólogo molecular. Ha hecho una brillante carrera académica en Toronto, Canadá, en investigación y en docencia. No obstante, su pasión parece ser la literatura de ficción y, más precisamente, el género negro. Ejemplo es su último libro, Licor Negro (2017), recibido con entusiasta recepción por la crítica que se ha dignado leerla. Es autor de media docena de novelas y cuentos suyos aparecen en compilaciones y antologías. Confiesa que tiene material inédito y ganas de seguir publicando. Otra faceta suya diferente, aunque tal vez relacionada con el noir, es su propensión más bien feroz a la opinología ilustrada, que adoba con tenaz afán polémico. Pues sobre lo dicho hemos armado esta conversación (radiografía, he querido llamarla, aunque pudo haber sido biopsia o disección), para arrancarle a Helios algunas moléculas de sus amplias sapiencias.

-Agarrando mi última observación, sé que eres un destacado ecologista que habla poco pero practica bastante, sobre todo con un área protegida privada que manejas con rabiosa abnegación.

-En 1994, mi esposa Olga y yo vinimos a Chile a buscar un terreno, alejado, pero no demasiado, donde construir una casa. Un mes antes de regresar a Toronto encontramos lo que andábamos buscando, aunque no exactamente. Deseábamos un campito de unas 50 hectáreas y al final compramos 2.000: el predio Rinconada de Chocalán. Es un montón de cerros en Altos de Cantillana, parte de la Cordillera de la Costa.

La intención fue, desde un principio, proteger la flora y fauna del lugar. Nuestro campo está dentro del Hotspot chileno de biodiversidad, en la zona de clima mediterráneo y alejado de centros urbanos. Es un lugar ideal para preservar la flora de cientos de plantas que no existen en ningún otro lugar del mundo. De hecho, fue el primer predio cuya declaración de Santuario de la Naturaleza fue aprobada, no sólo por el Consejo de Monumentos Nacionales, como era el procedimiento en el pasado, sino además por el Consejo de Sustentabilidad compuesto por 11 ministros, y por el Presidente de la República. Santuario de la Naturaleza es una figura legal de protección de terrenos privados, completamente equivalente a la de Parque Nacional. El nuestro se llama Santuario de la Naturaleza Horcón de Piedra.

Junto a otro Santuario de la Naturaleza y otros predios colindantes, hemos formado la Reserva Natural Altos de Cantillana de 12.000 hectáreas. Comprenderás que la palabra clave para hacer todo esto es perseverancia.

-¿Cómo ha entrado el tema ecológico/ambiental en tu obra?

-La novela Licor negro es la intersección de dos temas, el ecológico y la avaricia empresarial. La transformación de los ríos en cloacas de desechos químicos industriales es el tema principal, representando una alegoría de la contaminación general del planeta. Tuve que hacer mucha investigación y pasé horas obteniendo información sobre leyes y procedimientos en la Superintendencia de Servicios Sanitarios.

La contaminación química está menoscabando la riqueza animal y vegetal del planeta. Dentro de los animales estamos nosotros, los seres humanos. Insecticidas, moléculas exudadas de plásticos (PCBs) y metales pesados, generan alteraciones hormonales permanentes, daño en el sistema nervioso y enfermedades, entre ellas cánceres de varios tipos. En los años recientes los humanos hemos despertado rodeados de desechos de plástico. Se encuentra plástico en los estómagos de cuanto animal marino se estudie. Pero tal vez lo peor está por venir: la contaminación intracelular de microplásticos. Está recién empezando, pero no hay como detenerla, los ríos y lagos los contienen y, por el momento, es imposible eliminarlos del agua que bebemos.

El medio ambiente es un sistema integrado, donde nada sobra y nada falta. La destrucción de los bosques tiene consecuencias múltiples. Pero, ojo, los que contaminan y talan bosques son las empresas, pero ellas no lo harían si nadie comprase sus productos. Al final somos todos los que estamos destruyendo el planeta. La única solución es comprar menos tonteras y tener menos hijos.

-Te hemos escuchado y leído también opinar críticamente sobre la migración, el feminismo, la centralización y otros temas conflictivos. ¿Por qué? ¿Para uso literario? ¿Por afán de ir contra la corriente? ¿Ocultas ansias por meterte bajo las patas de los caballos?

–Parece que hay un gen periodístico en la familia. Mi abuelo fue editor del diario L’Italia de Valparaíso, fundado en 1890, desde 1933 hasta su muerte en 1945. Mi hermano es de profesión periodista y escribe normalmente para El Clarín. Yo envío artículos a El Mostrador, cuando algo me inquieta y tengo una sobrina abogado en La Paz, Bolivia, que escribe ocasionalmente para el diario virtual Página Siete.

La mayoría de mis críticas van dirigidas a la clase gobernante. Una proporción enorme de lo que realizan lo hacen mal o en forma incompleta. Tengo la impresión de que, algunas excepciones aparte, los asesores de nuestros gobernantes en los diferentes estamentos del Estado son diletantes, sin capacidad analítica y sintetizadora. No reaccionan ante estímulos, y cuando lo hacen, sólo responden al nivel más patente del estímulo, sin analizar sus diferentes facetas. Un ejemplo es la inmigración descontrolada. Nadie en los gobiernos se ha dado la molestia de considerar que sólo un tercio de Chile es habitable, que el transporte urbano de Santiago está sobresaturado, que, debido al derretimiento de glaciares, Santiago tendrá serios problemas de suministro de agua en unos treinta años, que no existe una infraestructura social, sanitaria y educacional y laboral (como en Alemania y Canadá) para absorber grandes cantidades de inmigrantes.

Mis artículos no son para uso literario. No sé si son para ir contra la corriente, o más bien para tratar, en alguna medida, con suerte, de desviarla. En este país es imposible meterse entre las patas de los caballos por dar opiniones. Es cuestión de escuchar los disparates que algunos diputados, senadores, alcaldes y ministros lanzan a los micrófonos de los medios y siguen apernados en sus cargos. No existe prudencia ni responsabilidad y menos el acto de presentar la renuncia por dichos o acciones desatinadas. Todos son inmunes a los desaciertos. A todos los “citan fuera de contexto” y los “mal interpretan”.

-¿Cuándo y cómo empezaste a escribir? Tú mismo has auspiciado el mito que lo haces desde la adolescencia. ¿Puedes abundar?

-A escribir empecé en la adolescencia, pero todavía estoy aprendiendo. Un amigo mío peruano ha estado editando obras de Vargas Llosa para reediciones y publicación de obras completas. Un día le pregunté que quién editaba las obras originales del autor. Vargas Llosa se edita él mismo, me respondió. Esa sería la ambrosía intelectual del escritor.

En la secundaria en la Scuola Italiana, fundé y fui director de Il Rospo (El sapo) un diario que imprimíamos a mimeógrafo. Yo escribía un artículo jocoso, y Pedro Rosso, que llegó a ser rector de la U. Católica de Santiago, era el autor del texto y el dibujo de la tira cómica. La revista fue publicada, con algunas lagunas, durante 50 años.

En la Scuola, yo era el encargado de escribir los sketches para los acontecimientos anuales. Escribí uno para conmemorar la fundación de Roma por los mellizos Rómulo y Remo, que fueron amamantados por una loba. También escribí una obra de teatro, “El Político”, que se presentó a final de año en presencia de los padres y apoderados. Fue en diciembre de 1958, poco después de la elección presidencial en la cual salió elegido “El Paleta”, Jorge Alessandri.

Tuve un lujo de profesora de castellano, Ana Jara de Doddis. Entraba a la sala de clases empujando un carro con libros. Teníamos que leer uno en dos semanas; en tres los más masacotudos. Teníamos que entregarle el libro leído con un resumen de dos páginas. Corregía cada uno de esto resúmenes con sugerencias. A veces nos invitaba a su departamento a conversar sobre literatura. ¿Ocurre eso hoy?

En la universidad, Facultad de Química, Farmacia y Bioquímica, fundé un diario a mimeógrafo “Aspectos”. Este duró lo que yo en esa facultad. Con Hernán Castellano († 2016), escritor y poeta (y otros compañeros) escribíamos los sketches para la inauguración del año académico. Finalmente, ya profesor de genética molecular en la U. De Toronto, escribí una obra de teatro de unos 40 minutos, Gene and Jean, que se representó para una Navidad.

Mi esposa de entonces, Evelyn Loewe, estuvo involucrada en la ayuda a los refugiados chilenos del golpe de estado, trabajando con la United Church de Canadá y otras organizaciones. Cuando íbamos a Chile teníamos reuniones en la Vicaría de la Solidaridad para organizar el envío de fondos y financiar la salida de Chile de presos políticos. También estuvo involucrada en la revolución sandinista en Nicaragua, donde, en una ocasión la acompañé como “fotógrafo”. Conocimos a los hermanos Ernesto y Fernando Cardenal. Fernando era el encargado de la campaña de alfabetización del gobierno sandinista de Daniel Ortega, con quien también cruzamos algunas palabras. El resultado de todo esto fue mi primera novela, El amor llegó por el lado izquierdo, publicada en Ottawa y luego en Chile, que contiene un estudio serio, aunque novelado, del golpe de estado en Chile y de la revolución sandinista. Fue el comienzo.

-Sin ánimo peyorativo, aventuro que en tus atractivas novelas hay con frecuencia un fondo romántico, epicúreo, tal vez por tus genes italianos y franceses (aunque, ¿es cosa de genes?). Me recuerdas a ciertos personajes de la literatura o el cine, de Petrarca a Truffaut. ¿Te parece?

-Sí, en parte es cosa de genes, pero no de la nacionalidad de los genes. Personas con predisposición romántica o pragmática, o una mezcla de las dos según el estado de ánimo o en distintas épocas de la vida, existen en todas las nacionalidades. El otro ingrediente proviene, por supuesto, del medio social: escuela, universidad, amigos, prensa, libros, films.

Kundera dice que hay más personas que gestos, por lo que muchas personas comparten gestos. Esto se puede extender y decir que existen más personas que personalidades, por lo que muchas personas comparten personalidad, o ciertos aspectos de la personalidad. Al final, creo que todos podríamos definirnos en función de una mezcla de personalidades de otras personas.

Con respecto a romanticismo y pragmatismo, mi punto de referencia es el drama “Mi cena con André”, galardonada con dos premios BSFC en 1982, al mejor film estadounidense y al mejor guión. Tanto me encantó, que también leí el libreto. La conversación, en un restaurante neoyorquino, contrapone las visiones del mundo de dos comensales, pero lo que me fascinó fue lo interesante de la conversación a pesar de su total irrelevancia.

-Los escritores chilenos del género negro, salvo un par de excepciones, somos poco cotizados por la prensa, la crítica, la academia y, al final de la cadena, por los lectores. ¿Por qué crees que esto se produce? ¿Le ves arreglo?

-Para principiar, en Chile hay pocos lectores y entre ellos, muchos que leen poco. Segundo, pocos países tienen habitantes tan snobs como el nuestro. Desde los apellidos, la escuela en la que se educan, el color de la piel, las conexiones, etc. Y en las novelas que leen. Existe el concepto que el género policial o negro no es “literatura”. Los individuos más snobs, en todo orden de cosas, son los de los estratos socioeconómicos altos. No es infrecuente escuchar de algunos de ellos frases como “¿yo?, no leo novela policial”, con un claro dejo de desprecio. Creo que con eso revelan su ignorancia. Frase como esa la he escuchado también de escritores chilenos renombrados y en boga, revelando ignorancia, snobismo y estrechez mental. La gente “común y corriente” (l’umo qual’unque, como dicen los italianos) lee sin discriminar autor y género.

Tal vez la novela negra adquirió mala fama en la clase alta mojigata chilena, por ser en un tiempo la gran fuente de alimentación del Pulp, cuya principal virtud, o pecado, dependiendo del punto de vista, era el sensacionalismo y el erotismo. Por la misma razón, los crímenes en este país ocurren en lugares oscuros, sucios, habitados por personajes pobres, ignorantes, drogadictos, etc. Ambiente que no es la taza de té de las damas de nuestra sociedad. Muy diferente a los asesinatos entre miembros de familias de empresarios ricos suecos o, en familias de lords o gente súper acomodada de la burguesía inglesa, en mansiones u hoteles de varias estrellas, o intelectuales estudiosos de egiptología, como en las novelas de A. Christie.

Lo curioso es que en otros países la novela negra es un género predilecto. Empezando por Francia, donde todas las editoriales tienen una colección de novelas policial y donde el 25% de las novelas que se venden son de este género. Esto, en un país donde, en promedio, se leen 14 libros por años. En los países nórdicos y en Rusia, Alemania e Italia, también la novela policial es tremendamente popular.

Mucha gente ve en la novela negra una especie de puzzle. Primero se narra la escena del crimen. Luego se presentan los personajes que, en una u otra forma se habían relacionado con el occiso. A continuación, se comienza dando algunas pistas para que el lector haga de detective, etc. Es decir, se trata de un puzzle novelado, como los de Georges Simenon. En el otro lado del espectro está Agatha Christie. En sus novelas el homicida utiliza, por lo general, un sistema extremadamente intrincado de forma que sólo los genios de Miss Marple o Hércules Poirot son capaces de desentrañarlo. A veces, al final de la novela, cuando se revela la identidad del homicida y las razones detrás del crimen, el lector queda en un limbo, sin comprender cómo el detective llegó a su conclusión. El crimen se resuelve sin participación del lector, el que a la postre queda maravillado por la inteligencia del detective, pero desconectado emocionalmente de la trama.
Creo que ambos tipos de novelas son tal vez demasiado intelectuales. Los personajes son piezas de un puzzle y se mantienen distantes del lector. En la novela romántica, social, sentimental, dramática, etc., los lectores se sienten más cerca de los personajes. Es lo que he tratado de hacer en mis novelas negras (o grises). Detectives con esposas e hijos que, a veces, le dan consejos al marido o padre. Los detectives tienen tincadas, sospechas infundadas, cometen errores, les cuesta encontrar el hilo de Ariadna hasta llegar al homicida. Así, la novela es, además de un puzzle, una novela social, romántica, psicológica. Los personajes sospechosos piensan y hablan diferente. He pretendido así, convertir la novela negra en una novela, así, en general, en la cual hay un crimen.

-Para ilustración de tus fieles seguidores/as, ¿puedes dar detalles de tus proyectos narrativos inéditos? Quizá, de paso, algún editor lúcido se muestre interesado.

-El año pasado terminé la novela Aguas rojas. Es una macedonia de aventuras, amoríos, búsqueda del significado de la vida, intriga empresarial y robo de agua para regadío y, no podía faltar, un homicidio; de ahí, aguas rojas. Aunque la investigación del homicidio no es parte del relato. Y para complacencia tuya, hay romanticismo a destajo.

Hace unos meses terminé otra novela, El sombrío sendero de las flores. Es noir, con la participación estelar de mi comisario y mi inspector habituales, de la PDI. En ella la prensa es protagonista primordial. De hecho, los detectives se enteran de que resolvieron el caso por la prensa. Si quieren saber cómo puede suceder algo así, van a tener que comprarla y leerla.

-Entrando al tema de los editores, del cual pocos escritores se atreven a hablar para que no les hagan la cruz, ¿consideras que has sufrido una especie de martirologio personal al respecto?

-Lo más cerca que estuve a que me publicara una de estas grandes editoriales fue el año 94. Entré a las oficinas de Alfaguara y les pasé El amor llegó por el lado izquierdo, para que lo publicaran en Chile. Pasó la primera lectura. Después, en la reunión general, el editor jefe le preguntó a la lectora de qué se trataba. Ella describió en cinco minutos un libro de 540 páginas. Entonces el jefe dijo que eso del golpe de estado y la revolución en Nicaragua no era interesante… y punto.

Las editoriales son empresas para ganar dinero. Ninguna de ellas va a publicar un libro de un autor desconocido de 70 o más años. Ellos quieren un escritor premiado relativamente joven y, ojalá, que escriba un libro por año para vender en cantidades en la FILSA, y de ahí en adelante, a las librerías.

En resumen, habría que mandar manuscritos a concursos, pero para eso, hay que escribir libros para ganar concursos, que no es lo mismo que escribir lo que al autor le motiva. Entonces habría que trabajar promoviéndose. Hacerse de contactos, asistir a talleres, frecuentar charlas, actividades ajenas al acto de escribir. Creo que yo no lo he hecho, aunque una vez envié una novela a un concurso. También hay que meditar y no creer que uno es un escritor de primera, aunque hay muchas novelas que leo, publicadas por autores nacionales de renombre, que son, en el mejor de los casos, mediocres.
A los lectores parecen gustarles mis novelas. Por eso pienso a veces que es triste no tener mayor audiencia. Pero…

-¿Tienes creencias religiosas, como científico que eres? O si quieres lo ponemos así: ¿entra el tema de Dios o la religión en tu obra?

-Soy un ateo empedernido y especialmente antirreligioso. Es que realmente no entiendo cómo es posible ser religioso. Lo he discutido, en boca de un personaje que se empeña en aparecer en mis novelas. No sé si sea el resultado de mi profesión científica o, llanamente de mi tendencia a rozar asintóticamente la racionalidad. El único misterio que azota mi mente es la existencia de la materia, porque a priori, me parece que su no existencia es más “sencilla” u obvia. ¿Para qué complicarse con la existencia de la materia? Una vez que ella existe, todo lo demás, incluyendo la vida, la inteligencia y la conciencia son, con el tiempo y la garúa, inevitables.

-Has publicado un bello libro en versión bilingüe castellano/inglés, The little mouse and the seneschal. ¿Cómo te has manejado en dos idiomas a lo largo de tu carrera profesional y literaria?

Durante 30 años publiqué trabajos científicos en inglés. Pero escribir ciencia o literatura es muy distinto. Ahora, finalmente, estoy escribiendo un relato en inglés The girls of my life (Not the ones I went to bed with), que ahonda en el misterio de la belleza. Escrito en un estilo subjetivo, contradiciéndome con frecuencia. Me es más fácil escribir en inglés cuando estoy en Toronto, tal vez porque como todo ocurre en inglés, tiendo a pensar en inglés y las palabras están más a la mano. El cuento de 50 páginas, La laucha y el senescal, fue una traducción difícil. Yo lo traduje y después fue pulido por tres amigas canadienses que hablan castellano. El idioma anticuado y la utilización figurada de las palabras complicaron el proceso. Para empezar, en la portada, bajo el título escribí “Fantasía real”. El doble significado de la palabra “real” se perdió en la traducción: “A royal fantasy”. Ahora estoy sufriendo, traduciendo la novela Entre un tango y una sonata. Un asunto es escribir en castellano o inglés, pero traducir es un martirio. Admiro a los (buenos) traductores.

-Para terminar, ¿consideras al género noir machista? Al menos en tu experiencia de lector. Te lo pregunto porque hay una tendencia a considerar como violación (o sea delito) cada acto sexual no consentido, consentido a medias, o consentido sin expresión verbal de rechazo. Pues nuestro género está lleno de estas situaciones. Abundan los detectives tirados al dulce, como se decía antes.

-Partiendo, el acto sexual no consentido es un delito, penal y moralmente. Ahora, no me parece que sea necesario poner el consentimiento en palabras y grabarlo en el celular. El acto sexual es un idioma y tiene su propia gramática. Hay besos correspondidos, más o menos húmedos, pero correspondidos. En el fragor del acto sexual la palabra toma, en circunstancias, palco aparte y el diálogo procede físicamente. Me parece que, a pesar de la ausencia de palabras, ante un rechazo, no hay duda posible.

En relación al género noir, la escritora estadounidense Gillian Flynn, autora de la excelente novela Dark Places (Lugares oscuros) (yo lo traduciría “tenebrosos”) y de Gone girl (Ida), ha declarado que es un mito que las mujeres no sean violentas y asesinas. Lo ejemplifica en ambas novelas.
El hecho que el porcentaje de escritoras de novelas noir sea inferior al de varones no significa nada. Hay muchas disciplinas con mayor representación masculina que femenina. Se podría concluir que el género noir es tan machista como muchas cátedras de universidades.

Santiago – Toronto, Julio de 2018

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