Por Jorge Carrasco

Profesor de Lengua y Literatura, poeta y escritor

RESUMEN

Los datos biográficos de la estadía de Pablo Neruda en el pueblo cordobés de Villa del Totoral son mínimos. El paso del poeta por Buenos Aires y San Martín de los Andes se reitera sin cesar con diversos propósitos. El desdén injustificado en que cayó su tercera permanencia en Argentina nace de la actitud que tomó el poeta mismo en sus memorias. Allí dice que no ocurrió nada importante en su vida desde 1952 a 1957. Sus temporadas de descanso en el pueblo cordobés dejaron, sin embargo, marcas literarias más importantes que su paso por la ciudad turística neuquina en 1949. Neruda escribió ocho poemas en Villa del Totoral y es posible dar cuenta de ellos porque en su constitución hay datos que pueden relacionar el momento histórico y situacional del poeta con vivencias cotidianas convertidas en poesía.

PALABRAS CLAVE: odas, contexto histórico, Argentina.

1. INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es justificar la localización espacial y temporal de los ocho poemas que escribió Neruda en Villa del Totoral. La búsqueda apeló a diversas fuentes: información bibliográfica, testimonios orales e imágenes testimoniales que corroboran la permanencia de Neruda en el poblado, en primer lugar, y la apoyatura  material y situacional  con datos de los lugares que habitó, visitó y permaneció durante un tiempo prolongado.

En Neruda se puede establecer esta relación porque el poeta solía bajar “en caliente” sus vivencias a la palabra escrita. Y este rasgo marcado de su estilo es aún más evidente en el período de los versos de los tres libros de las Odas, período de una propuesta programática consciente, dirigida estéticamente a un lector amplio y políticamente al hombre común de su proyecto político emancipador.

Facilitó la tarea el momento histórico de su producción poética. Dice Jaime Alazraqui: “La poesía de Odas elementales, y los tres volúmenes subsiguientes de odas, representa así un esfuerzo de claridad y un intento por convertir al poeta en el ‘cronista de su época’”. En las odas, el mundo interior cede a la irrupción de lo externo, asume el foco de un poeta – narrador que cuenta pequeñas historias de elementos y acontecimientos invisibles al ojo común.

Estuve allí, dice el poeta en sus creaciones. Callé para que hablen mis versos.

2. VILLA DEL TOTORAL

La ciudad de Villa de Totoral está ubicada a ochenta kilómetros al norte de Córdoba, capital de la provincia del mismo nombre. Para llegar a ella se debe seguir por la ruta nacional 9. En tiempos de Neruda era un villorrio de unos ochocientos habitantes. Su economía se sostiene en el cultivo de la soja, el maíz y la producción ganadera. Está instalada sobre el antiguo Camino Real que comunicaba Buenos Aires con Lima.

Apenas el visitante baja de los ómnibus se encuentra, al costado de la estación terminal, con el Paseo de los Poetas y si camina cincuenta metros, enfrente de la plaza, da con la escultura metálica en la que aparece junto a Rafael Alberti y al artista cordobés Octavio Pinto. Junto a esta obra, se ubica el Petite Café, fundado en diciembre de 1943, lugar del cual Neruda era cliente en aquellos tiempos.

Un nombre clave en la estadía de Neruda en Villa del Totoral es Rodolfo Aráoz Alfaro. Nacido en Tucumán en 1901, este abogado heredó de su padre Gregorio la estancia María Celina y una casona ubicada en avenida San Martín al 1500, en las afueras del pueblo. Secretario general del partido comunista para América Latina, se convierte en el anfitrión de muchos artistas e intelectuales de izquierda de aquel tiempo.

En el prólogo del libro de memorias de Aráoz Alfaro que escribió Neruda se reconoce esta amistad: “Aquí en Isla Negra o en casas de Buenos Aires y Totoral de Córdoba, anduvimos muchas veces juntos, como se verá, con el autor de este libro. Frente al Gran Océano o entre los matorrales argentinos, su presencia ha significado para mí una continua y estimulante alegría” (3).

Neruda llega a Villa del Totoral a finales de 1955, cuando esta localidad era apenas el “pueblito” que menciona Neruda en Oda a un cine de pueblo. El nombre de la localidad se debe a la existencia de totoras o cañas en los bañados y arroyos que lo circundan. Dice la Directora de Cultura de la ciudad, Adriana Arizaga, que Neruda se bajó de un tren en la localidad de Sarmiento, distante cinco kilómetros de Totoral, y que allí lo esperaba en un carruaje el capataz de los Aráoz para trasladarlo a Totoral.

Agrelo, en el inicio de su novela El robo del poema perfecto, lo describe ese día con un “panamá en la cabeza, su guayabera bordada color marfil y un pantalón de lino al tono”.

3. LA CASONA DE LOS ARÁOZ ALFARO

Acompañado de su secretaria privada y futura biógrafa autorizada Margarita Aguirre, llegan al atardecer de un día caluroso de diciembre al pueblo. Dos días después arriba a la casona Rodolfo. Neruda se sentía orgulloso de su calidad de casamentero, como aquella vez, al percibir que entre Margarita y Rodolfo se inició una relación amorosa duradera que daría como frutos dos hijos: Gregorio (Goyo) y Susana.

La casa aún se mantiene en pie, en las afueras del pueblo, en calle San Martín al 1500. Hoy es propiedad de la familia Agrelo. Forma parte del Circuito Turístico de las Casonas y es una de las más requeridas y fotografiadas en las periódicas visitas guiadas. En época veraniega, vacaciones de invierno y feriados, la concurrencia de visitantes es masiva. Rodeada de césped prolijamente cuidado, el terreno sobre el cual se extiende llega hasta una doble cortina de plátanos que la aísla de la calle; árboles de una antigüedad superior a la de las estadías de Alberti y Neruda. En la corteza de  esos árboles cicatriza el nombre de Federico García Lorca y la inscripción “Arboleda Antonio Machado”, escritos por Rafael Alberti en los años de su exilio en la localidad. Compartía con otras propiedades una entrada vecinal desde un inmenso portón negro de hierro forjado sostenido por dos columnas blancas.

Era una casa de veraneo. Sus dueños se instalaban en sus aposentos a principios de la temporada estival. Rodolfo Aráoz Alfaro, en sus memorias, confiesa que vivió en ella un cuarto de su vida (Ibíd, p. 69).  

La presencia de Neruda en “el Kremlin” (nombre que se le daba a la casona de Aráoz por la presencia de comunistas) no llamaba la atención de la gente porque se trataba de “un comunista más en la casa de Aráoz”, me informa Adriana Arizaga. Añade que ella era amiga de Goyo y Susana, hijos de la pareja, y que  el festejo de sus quince años fue justamente en la casona como regalo de los adolescentes. Su padre fue el administrador de los Aráoz y su tío el casero de la casona en la que se alojó Neruda.

El poeta totoralense Manuel Santillán, que conoció al poeta en el momento de su estadía en el pueblo, afirma que salía muy poco de la casona de la calle San Martín porque se pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo (Ibíd).

Rodrigo Agrelo, hijo de los dueños de la vivienda, es un abogado cordobés, autor de una novela cuyo protagonista es Pablo Neruda, en cuyo argumento ficticio aparecen datos reales del lugar y el tiempo de la estadía del poeta. Es una construcción larga, de estilo colonial, de paredes de piedra y adobe, con una galería trasera que da a un parque, en la que se sentaba a escribir Neruda. La galería está cubierta por un techo de tejas coloniales, sostenido sobre viejas vigas de madera asentadas sobre seis columnas cuadradas. Lugar de cobijo de exiliados, militantes de izquierda y artistas perseguidos, era un “lugar en el que, para el imaginario de pueblo chico, se tejían revoluciones, se tramaban conspiraciones y se guardaban inconfesables secretos” (4).

4. TRES INSTANCIAS CREATIVAS

En siete de los ocho poemas podemos encontrar un basamento situacional para justificar su construcción. Cuatro de los ocho poemas los dedicó a la naturaleza: Oda a la mariposa, Oda a las tormentas de Córdoba, Oda al nacimiento de un ciervo y Oda al algarrobo muerto. Dos odas remiten a sus actividades en el antiguo villorrio: Oda al albañil tranquilo y Oda a un cine de pueblo. Completan la serie dos odas de carácter más subjetivo: Oda a la pantera negra, que se refiere a sus recuerdos de su estadía en Oriente, y Oda con nostalgias de Chile, un poema en el que recuerda a su patria en un contrapunto con la geografía pampeana. 

El poeta Manuel Santillán de la localidad asegura que los poemas, inicialmente, fueron impresos en la imprenta Decanini, del pueblo cercano llamado Jesús María, ubicado a 33, 5 km de distancia de Totoral (1). Lautaro Murúa, el director de cine chileno y amigo del poeta, huésped también de Aráoz Alfaro, asegura que algunos poemas se imprimieron en Totoral, en la imprenta del pueblo, con los mismos caracteres que se usaban para imprimir los folletos del cine local. La imprenta pertenecía a Arnaldo Solsona, propietario en aquel tiempo del otro cine del pueblo, llamado Colón.

5. DEL ASOMBRO A LA NOSTALGIA

Las odas dirigidas al tópico de la naturaleza fueron escritas con un lenguaje de mayor prestigio literario, cargado de metáforas y personificaciones, fundado en el asombro y la alabanza del milagro de la aparición, en el temblor y el destello del descubrimiento adánico de un día cualquiera en las pampas del norte cordobés. Su intención exultante y celebratoria, al asumir los riesgos de cantar un hecho cotidiano que toma rasgos prodigiosos, lo alejan en algún grado de la claridad del poeta cronista subordinado a un lector no letrado, presente sin escrúpulos en Oda al albañil tranquilo.

La observación de la naturaleza pampeana lo llevó a escribir Oda a la mariposa. Desde que vio, en un día de cacería, las mariposas del lino cerca de Venado Tuerto (ciudad de la provincia de Santa Fe ubicada a 400 kilómetros al sureste de Totoral), Neruda quedó fascinado por el color, la cantidad infinita repartida en el aire y su tiempo de vida: desde el amanecer hasta el ocaso del día. Se cuenta que Rodolfo Aráoz pretendía rebajar el embrujo que ejercían sobre Neruda comentándole su capacidad de dañar las cosechas y los animales de las estancias de la zona.

Pero un día
sobre el camino
volaba otro camino.
Eran las mariposas de
la pampa.
Galopábamos desde
Venado Tuerto
hacia las alturas
de la caliente Córdoba.
Y contra los caballos
galopaban
las mariposas,
millones de alas
blancas y amarillas,
oscureciendo el aire,
palpitando
como una red que nos
amenazaba.

Dice Lautaro Murúa: “Cuando nos aproximábamos a Córdoba, nos recibió una invasión de mariposas. Millones de alas blanquiamarillas poblaban el aire. Se trataba de las mariposas del lino, cuya vida se prolonga un único día, del orto al ocaso«. Maravillado por el milagro, Neruda le describió después con entusiasmo a su anfitrión Rodolfo Aráoz Alfaro esa visión asombrosa. Aráoz, más práctico, le respondió, sin entusiasmo, que esas mariposas eran una plaga. Pude comprobar que hoy ya no se ven. El glifosato y los insecticidas exterminaron orugas, mariposas, lechuzas y sapos en toda la región. El poeta, alejado de lo útil o de lo práctico, es también un sujeto que llama a la memoria de todo lo existente, sin la criba de lo humanamente práctico.

Lautaro Murúa, director de cine chileno, cuenta esta anécdota:
«Nos encontrábamos allí pasado unos días de vacaciones en casa de Rodolfo, esposo de la secretaria de Pablo, Margarita Aguirre. Rodolfo era cazador y con él salimos un día muy temprano hacia una vaguada donde solían abrevar ciervos y corzos. Una vez en el lugar, nos sentamos en un tronco caído a escuchar el reciente relato del viaje de Pablo a la China. De repente sentimos un ruido a nuestras espaldas y allí, a unos cinco o seis metros de distancia, divisamos a dos corzuelas. Los animales se marchaban después de haber bebido. Rápidamente, Rodolfo preparó la escopeta y Pablo, con mayor celeridad, se quitó la gorra, la agitó en el aire y emitió un sonido silbante, espantando así a las corzas«.

6. ESTANCIA MARÍA CELINA

Los huéspedes de Aráoz Alfaro permanecían más tiempo en la casona del pueblo, pero en tiempos de excursiones de caza, habituales en la vida del anfitrión, solían trasladarse a la estancia rural, donde preparaban los bártulos y se vestían para la ocasión, subían a los caballos y se alejaban hacia las campiñas de las sierras en busca de pumas, jabalíes y ciervos.

Los Aráoz criaban animales en ambas propiedades. Para carne de consumo. Se cuenta que domesticaban también ciervos colorados o corzuelas. Neruda escribió Oda para el nacimiento de un ciervo, seguramente después de haber contemplado ese estremecedor acontecimiento en los corrales del patio trasero de la casona del pueblo, donde era habitual la presencia de estos animales. La conexión carnal, sanguínea de la vida en consonancia con el camino y transcurso secreto y milagroso del resto de los elementos del mundo. Se advierte la domesticidad del animal en los primero versos de la oda: Se recostó la sierva/ detrás/ de la alambrada.

     El poema Oda al algarrobo muerto tiene una localización precisa:

Caminábamos desde/Totoral, polvoriento/era nuestro planeta;/ la pampa circundada/por el celeste cielo:/calor y clara luz en el vacío. / Atravesábamos/Barranca Yaco/hacia las soledades de Ongamira/ cuando/tendido sobre la pradera/hallamos un árbol derribado, / un algarrobo muerto. 

Barranca Yaco (lugar importante en la historia argentina porque allí ocurrió la muerte del caudillo riojano Facundo Quiroga) está ubicado a 19 km de Totoral, y Ongamira a 69 km, hacia el suroeste. Neruda avistó el árbol un día en que  acompañaba a Aráoz Alfaro en una excursión de cacería; caído en la inmensidad de la pampa, el algarrobo fue víctima de una tormenta nocturna.

En la Oda a las tormentas de Córdoba Neruda muestra su asombro de la forma disruptiva e inesperada de la aparición de una tormenta en un día de verano en el pueblo de Totoral. Estos cambios intempestivos del clima pampeano, generosos en verano húmedos con días calurosos y noches frescas, maravillan al poeta, acostumbrado a los veranos predecibles y tranquilos de la zona central de Chile. El ruido atronador, la energía destructora de los rayos, el agua enloquecida convertida en el veloz y homicida granizo pétreo, el viento huracanado que arranca de raíz los árboles, todo ese conjunto infernal desaparece de repente transformado en un día apacible de verano que le permite ver cómo “el cartero/ de Totoral reparte/palomas de papel en bicicleta”.  

7. SU VIDA PUEBLERINA EN DOS POEMAS

Sus días en Villa del Totoral se incrustan en el período de la sencillez, en la magia de las cosas cotidianas presente en las odas elementales; mensajes simples, con un leguaje sencillo, sin barroquismo, casi transparente, ocupado en comunicar la realidad exterior con mínimas abstracciones y no en hacer un acto de presencia por sí mismo. Las dos odas urbanas (Oda al albañil tranquilo y Oda a un cine de pueblo) confirman una simplicidad dirigida a un destinatario amplio, al hombre común al que apunta el adoctrinamiento de su tendencia política.

La casa de la calle San Martín tiene un frontis o palier bajo un techo apuntalado por un arco. Fue un  diseñó de Neruda. Hay un poema que lo confirma: Oda al albañil tranquilo. La vocación de constructor, ya aplicada con devoción en sus casas chilenas, tiene como uno de sus antecedentes el diseño del frontis de la casa de Aráoz Alfaro por la proximidad de la fiesta estival del pueblo. Se le encarga el trabajo al albañil Vittorio Zedda, un italiano callado y parsimonioso que desdeñaba con sabiduría el nerviosismo de Neruda y los dueños de casa. Dentro del tiempo estipulado, el trabajo finalizó exitosamente con las dos columnas erguidas debajo del amplio arco; este frontispicio se destaca en todas las fotos de la vieja casona. 

Y al fin 
de 
la semana, 
las columnas, el 
arco, 
hijos de cal, arena, 
sabiduría y manos, 
inauguraron 
la sencilla firmeza 
y la frescura.

Ay, qué lección 
me dio con su trabajo 
el albañil tranquilo!

El otro de los poemas que habla de la sencillez de la vida pueblerina es Oda a un cine de pueblo. Por las tardes, caminaba con Matilde setecientos metros desde la casona hasta el cine ubicado en el Club Independiente. En una sala al aire libre, sentados en sillas de madera plegables, miraban las películas de vaqueros escuchando los ruidos de la naturaleza, bajo el cielo alargado como una luminosa llanura pampeana.

Amor mío,
vamos
al cine del pueblito.

La noche transparente
gira
como un molino
mudo, elaborando
estrellas.
Tú y yo entramos
al cine
del pueblo, lleno de niños
y aroma de manzanas.
Son las antiguas cintas,
los
sueños ya gastados.
La pantalla ya tiene
color de piedra o lluvias.
La bella prisionera
del villano
tiene ojos de laguna
y voz de cisne,
corren
los más vertiginosos
caballos
de la tierra.

El cine Independiente funcionaba en el patio de una enorme casona que había sido propiedad de Deodoro Roca, el redactor del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918. El cine pasó a formar parte del Club Independiente; en los días de invierno funcionaba en un salón interno, contiguo al patio, de unos treinta metros de largo por diez de ancho; en época estival, momento de las visitas de Neruda, funcionaba en el patio, sin techo, con la pantalla extendida en la pared izquierda, sobre un cuadrado de cemento encima del cual se instalaban escenarios para otros eventos. “Cuando (el anterior dueño) Solsona se retiró del Club Independiente (1953), los señores Yabbur y Migotti inauguraron el cine “Yami”, continuando Elías Scheble como operador hasta 1956, año en que los mencionados empresarios dieron por terminada su actividad”. Ante esta circunstancia, un alto dirigente del Club, Sr. Carlos Palombini, convenció a don Elías Scheble para que siguiera dando cine en calidad de propietario del mismo (…)”. Aceptado el desafío, inauguró el cine “Fénix” que funcionó hasta 1959 (2, p. 34).

El nombre del cine que Neruda refleja en su Oda a un cine de pueblo es entonces Fénix; sus dueños era Elías Scheble, un poblador de ascendencia árabe, a quien lo acompañaba su esposa, Amalia Garay. Entrevistada muchos años después, Amalia Garay recuerda el momento en que el poeta se hizo presente: “Recuerda que estando a cargo de la boletería, a principios de 1956, se hizo presente Pablo Neruda, huésped en nuestra Villa del Dr. Rodolfo Aráoz Alfaro. Era una hermosa noche de verano y la proyección de las películas se iba a realizar al aire libre, en un patio interior contiguo al salón de la entonces sede del Club A. Independiente. Esta circunstancia y la contemplación del cielo resplandeciente dejaron absorto al poeta chileno, quien ante las preguntas de sus acompañantes sobre si había ido a ver cine o escribir versos, contestó: ‘Ahora veré cine, pero quizás después…’”.

Muchos años más tarde, durante un viaje a Bariloche para visitar a su hijo en el Instituto Balseiro, Amalia tuvo la oportunidad de leer sobre la vida y obra de Pablo Neruda, donde se hacía referencia a una poesía dedicada a un cine de pueblo, y pensó: ‘¿Se habrá inspirado en el cine de nuestro pueblo?’”.

8. EL RECUERDO Y LA AÑORANZA

Oda a la pantera negra es un poema que rememora un acontecimiento de su estadía en Oriente, cuando era un poeta joven, solitario y atormentado, convertido en  cónsul. Da un dato temporal preciso en el inicio del poema, lo que nos lleva a afirmar que su vivencia ocurrió en 1925, en una calle miserable de Singapur:

Hace treinta y un años,
no lo olvido,
en Singapore, la lluvia
caliente como sangre
caía
sobre
antiguos muros blancos
carcomidos
por la humedad que en ellos
dejó besos leprosos.
La multitud oscura
relucía
de pronto en un relámpago
los dientes
o los ojos
y el sol de hierro arriba
como
lanza implacable.

Chile es un país cruzado de colinas y ondulaciones, con un verde de parrones bordeado de mar frío y vertientes entre los laberintos de las montañas. Sin anunciarlo, esa llanura tirante como cuero de tambor, en donde el cielo es la única flor de la paradera, enciende en el poeta la nostalgia por su tierra.

En tierras argentinas 
vivo y muero 
penando por mi patria, 
escogiendo 
de día lo que a Chile me recuerda, 
de noche las estrellas 
que arden al otro lado de la nieve. 
     
Andando las llanuras, 
extraviado en la palma del espacio, 
descifrando las hierbas 
de la pampa, verbenas, 
matorrales, espinas, 
me parece que el cielo los aplasta: 
el cielo, única flor de la pradera. 

7. EL ÚLTIMO TRAYECTO

El aporte de estos datos corrobora la presencia continua, a intervalos, entre 1955 y 1957, del poeta en Villa del Totoral, lo que completa su periplo argentino iniciado en 1933, con sus nueve meses en el cargo de funcionario consular (agosto de 1933 a mayo de 1934) en Buenos Aires y sus cuatro días de permanencia en San Martín de los Andes en 1949, cuando huía hacia Europa.

La estadía de Neruda en Villa del Totoral se incrusta en un momento poético preciso en su evolución estética: el tiempo de creación del último de sus libros de las odas, construido como los otros con elementos de la inmediatez, sin floripondios barrocos, fecundo en información muy precisa de lugares que caminó el poeta, pero con una ausencia casi total de datos temporales. Esta ausencia o mínima presencia de datos temporales obligó a relacionar los datos geográficos con la información biográfica, ficcional (asentada sobre datos reales) y testimonial obtenida de diversas fuentes en Villa del Totoral.

La convergencia de datos, la inmediatez de un tipo de poesía anclada en lo objetual y material, permitieron ubicar la producción poética del vate en un tiempo y lugar precisos y a la vez justificar su ejecución con instancias subjetivas de su realidad ideológica (claramente presente en Oda a la mariposa) y sentimental (su relación con Matilde Urrutia, que lo acompañará hasta el fin de sus días).

Es conveniente recordar que aquel momento histórico será crucial para la evolución ideológica, y por ende poética, de Neruda. En febrero de 1956 se desarrolla el XX Congreso del partido comunista de la URSS; el informe de Kruschev saca a luz pública los crímenes de Stalin. Mientras deambula entre los matorrales del monte cordobés o escribe versos sentado en la galería de la casa de Totoral, con su conciencia tranquila, el destino le prepara una nueva prueba a su militancia política.

Esos acontecimientos horadarán su conciencia y transformarán hasta su muerte la actitud del poeta militante.

 

POEMAS ESCRITOS EN VILLA DEL TOTORAL

1) Oda al albañil tranquilo (Tercer libro de las odas, 1957)

2) Oda a las tormentas de Córdoba (Tercer libro de las odas, 1957)

3) Oda a la pantera negra (Tercer libro de las odas, 1957)

4) Oda a la mariposa (Tercer libro de las odas, 1957)

5) Oda a un cine de pueblo (Tercer libro de las odas, 1957; elaboración: 1956)

6) Oda al algarrobo muerto (Tercer libro de las oda, 1957; Totoral, 19 de enero de 1956)

7) Oda con nostalgias de Chile (Tercer libro de las odas; elaboración: 1956)

8) Oda al nacimiento de un ciervo (Tercer libro de las odas, 1957)

BIBLIOGRAFÍA

(1) Municipalidad de Villa del Totoral. Historias populares cordobesas. Pp. 101 y 102. Gestión intendente municipal: Ramón Ernesto Bernabey. Córdoba, agosto de 2005.

(2)Alesso de Olmos, María Luisa y Solsona de Arizaga, Edelmira. El cine en Totoral. Extraído de Historias populares cordobesas, p. 34. Córdoba, agosto de 2005.

(3) Aráoz Alfaro, Rodolfo. El recuerdo y las cárceles (memorias amables), p. 9, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1967.

(4) Agrelo, Rodrigo. Novela El robo del poema perfecto, p.18. Córdoba, Editorial Raíz de Dos, 2014.

(5) Alazraki, Jaime. La estructura de la Oda elemental. En: Nuevas aproximaciones a Pablo Neruda, Ángel Flores (comp.) pp 233 – 238, 1987.