Volver al futuro con Diego Muñoz Valenzuela

Por Bartolomé Leal

“Un escenario distópico, imaginario, permite representar nuestros anhelos y esperanzas”

El escritor Diego Muñoz Valenzuela, ingeniero de profesión y consultor en gestión de cambio, trabajó por una década en inteligencia artificial. A estas alturas es un autor clásico de la ciencia-ficción (CF) chilena, tan mezquina en autores de resonancia. Diego es el autor de una trilogía de novelas protagonizadas por su personaje el cyborg, un robot puntudo y ágil, no sólo dotado de capacidad para sentir emociones y explotar sentimentalmente, sino también poseedor de una ética justiciera que se inserta profundamente en la realidad nacional. Sobre todo, en relación con las exacciones de la dictadura pinochetista y sus secuelas hasta el día de hoy. Acerca de su visión del género de CF y su saga del cyborg, iniciada en 1997 con Flores para un cyborg y que lleva tres entregas (la última Ojos de metalde 2014), más una cuarta en la puerta del horno, y sobre su concepto de las conexiones entre el género negro y la CF, tuvimos este gallito fraterno con el escritor en una tranquila mesa de un café de La Reina.

‒¿Cómo llegaste a interesarte por la CF y a producir en el género?

‒A mitad de los años 60 era inevitable que llegaran ‒a las manos de un lector ávido‒ algunos de mejores libros de CF. Ya había sido atrapado por el gran innovador, Julio Verne, con novelas fascinantes como De la tierra a la luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, El legado del alquimista (que trata del hombre invisible) o Viaje al centro de la tierra. Abrazado a esas magníficas novelas, hice mis primeros viajes al territorio de la imaginación fantástica antes de cumplir diez años.

Después vinieron, en completo desorden, muchos otros descubrimientos clásicos: Wells, Bradbury, Heinlein, Clarke, Asimov, Simak, Stapledon y una galaxia de autores que se abrió para mí en paralelo con la lucha entre potencias por la conquista del espacio, el acelerado desarrollo de la aeronáutica, las comunicaciones y la computación. Un caldo de cultivo efectivísimo para un joven lector, al cual faltaba agregar algunas especias notables como Poe, Borges, Cortázar, para fascinarme con el sabor más amplio de la literatura fantástica, de la cual la CF forma parte.

‒Cuenta de la génesis de tu obra en la CF, que ya tienes novelas y cuentos que considero son clásicos en nuestro país.

‒Partí en los 80 con cuentos fantásticos breves, incluidos algunos microcuentos que fueron publicados en revistas semiclandestinas en plena dictadura. Finalmente, estos relatos fueron incorporados en un volumen publicado a comienzos de 1984 ‒en cuanto se abolió la censura‒ bajo el nombre Nada ha terminado. Ahí se encuentran cuentos como “Perros”, “Auschwitz”, “La biblioteca”, “La hora de recogimiento”, “Atraso” y una serie de microcuentos claramente clasificables como fantásticos, aunque más en el sentido de Borges y Cortázar.

En 1994 se publicó el volumen de cuentos Lugares secretos, donde predominan las historias que reflejan la represión y el ambiente en dictadura militar. No obstante, también se encuentra allí mi primer cuento de CF, “Luces de neón”, que ha sido antologado profusamente dentro y fuera de Chile. Cuenta con la compañía de “El otro segmento”, que aborda los viajes espaciales desde una óptica más bien filosófica; y “La oscuridad y la luz”, que es un cuento fantástico densamente especulativo. Con esto quiero decir que fantasía y realidad don los dos polos entre los cuales ha oscilado mi escritura desde el inicio; del cual es un buen ejemplo el relato “Perros”, del citado volumen.

Más adelante vino un intenso debate conmigo mismo acerca de la posibilidad de escribir una novela de CF en Chile, en especial sobre la posibilidad de la creación de una inteligencia artificial, y relacionarla con la represión en dictadura y las transformaciones económicas y sociales que resultaron de ella. De allí surgió Flores para un cyborg, una mezcla de CF, neopolicial social y aventuras. La novela tuvo resonancia porque obtuvo en 1996 el Premio de Novela Inédita del Consejo Nacional de Libro y fue publicada por Mondadori en 1997. Tuvo mucha prensa que hizo gala de la problemática de la inteligencia artificial, pero se omitió la referencia política, a pesar de que llevábamos siete años de transición. No han cambiado sustantivamente las cosas.

Flores para un cyborgtiene tres ediciones en Chile yuna en España, y ha sido traducida y publicada en Italia y Croacia. La saga contiene como secuelas Las criaturas del cyborg y Ojos de metal. Hay una cuarta inédita. Tom, el cyborg, me ha resultado un personaje entrañable, difícil de olvidar como su creador Rubén y una galería de aventureros extravagantes.

‒¿Aunque ya has mencionado algunos, cuenta más sobre tus autores predilectos en la CF y en qué medida te han influenciado?

‒Las influencias son múltiples y no vienen sólo de la CF y el ámbito de lo fantástico, sino de toda la literatura, que siempre me ha parecido un solo gran continuum, sobre el cual aplicamos taxonomías inteligentes y arbitrarias.

En la CF me cautivó especialmente la profundidad y la belleza del lenguaje en Ray Bradbury; jamás se deja de sentir que estamos experimentando una experiencia estética deliciosa. La portentosa imaginación de Asimov, que no se limita sólo al contexto tecnológico, sino que se propaga a lo sociológico, y no se fija en fronteras ni en prejuicios. La lectura de El sol desnudo de Asimov me abrió puertas a la combinación de la CF ligada a la robótica con el género negro, por ejemplo. Las posibilidades que abre el genio de Olaf Stapledon en el Hacedor de estrellas, que me conecta también con Iván Efremov reflexionando sobre nuestras posibilidades evolutivas. El humor penetrante y ácido de los hermanos Strugatski me parece necesario para alivianar el peso de reflexiones profundas. Y ciertamente hay una larga lista de obras y autores a mencionar: La guerra de los mundos de Wells, El día de los trífidos de Wyndham, 1984 de Orwell, Mercaderes del espacio de Pohl y Kornbluth, La naranja mecánica de Burgess, El fin de la infancia de Clarke, Tropas delespacio de Heinlein. Podríamos seguir por varias páginas, pero siempre es mejor la brevedad…

‒¿Por qué crees que el género CF no ha tenido un desarrollo significativo en Chile?

‒Siendo la CF parte de la literatura fantástica, es ahí donde debemos buscar la brecha. En Chile no hay una tradición comparable, por ejemplo, a la argentina en esta materia. Siempre pueden buscarse y encontrarse antecedentes, pero lo fantástico ha estado relegado a un segundo plano absoluto hasta mediados del siglo pasado. Un país muy encerrado (mar, cordillera, polo, desierto) con mentalidad isleña, hasta hace unas pocas décadas, muy pobre, económicamente hablando, azotado por toda clase de vendavales naturales, con poca vinculación con su propio continente, qué decir con otras culturas.

El crecimiento económico, la transculturización y la globalización, más los consecuentes cambios sociales, le han ido dando visibilidad a la literatura fantástica y la CF, es un proceso en curso. Hay que ayudar produciendo buena CF, con altos estándares de literaria.

‒A pesar de todo, creo que tenemos algunos autores digamos dignos y sólidos, más que otros países hispanoparlantes. Menciono a la rápida a Hugo Correa, Antoine Montagne y Elena Aldunate. Nuestros clásicos. Por cierto, hay otros cultores eventuales del género. Pero entrando en algo más actual, para algunos el cine ha influido en ciertos enfoques recientes de la CF en literatura, como el cyberpunk por ejemplo. ¿Te parece correcta esta aseveración?

‒Ciertamente los tres autores que mencionas representan un momento clave en el desarrollo de la CF local, con obras muy interesantes, en especial Hugo Correa con Los Altísimos.

En cuanto a la relación con el cine, lo que pasa es que en el mundo actual las relaciones y las influencias se mueven a la velocidad de las comunicaciones. Es imposible compartimentar las artes, de modo que se influencian con libertad, y está bien que así ocurra. Lo que realmente importa es que se entienda que no puede perderse lo específicamente literario. Una novela no es una película transcrita, como una película no es la representación de una novela en imágenes. No hay una traducción directa, son lenguajes muy distintos.

Evidentemente, por poner un caso, Blade Runnerque tiene una categoría muy significativa y potente como obra de arte‒ genera un ambiente propicio a la escritura sobre el tema de los cyborgs. Y no hay que olvidarse que el guion proviene de una novela de K. Dick. Es decir, el huevo o la gallina. Lo que debe cuidarse es la mantención de la estética literaria y las especificidades de la narración, no puede contarse una novela como si fuera una película a ser filmada, porque se produce una degradación.

‒Ciertos autores del noir opinamos que en nuestro país hay carencia de capacidades críticas para abordar el género. ¿Te parece lo mismo en CF?

‒Primero hay que decir que la crítica literaria en Chile está casi extinguida. Los espacios dedicados a ella en los medios de circulación nacional son ínfimos. Esto es muy lamentable para el desarrollo de la literatura. Tampoco en las universidades chilenas ‒salvo honrosas excepciones de individualidades dentro de ellas‒ no se realiza un estudio de la producción nacional. ¿Qué podría esperarse de géneros con complejidades propias, como la novela negra, la CF, el microrrelato?

Es una situación bien pavorosa, menesterosa por decir lo menos. No creo que sea particularmente crítica para la CF; todos la sufrimos por igual.

‒¿Hay interés en autores jóvenes por producirse en la CF?

‒Hay un interés enorme y eso constituye una inyección de potencia muy relevante para el género: implica diversificación, inclusión de otros temas, aprendizaje, opciones de edición nuevas, experimentación, trasvasije con otros géneros, ganancia de nuevos lectores, creación de circuitos.

Ahora para ir lejos y dar sustentabilidad al fenómeno, esto debe ir acompañado necesariamente por la conciencia de que la escritura es un oficio riguroso, exigente, sujeto a reglas; requiere aprendizaje y disciplina. Escribir, corregir, revisar, volver a escribir, desechar, rehacer, pulir, lijar, barnizar; es un oficio muy parecido al de un carpintero eximio. Lo mismo vale para las editoriales especializadas: deben preocuparse de generar productos de alta calidad en todo sentido.

‒La práctica de la CF en Chile, ¿ha tenido una dimensión profética como ha ocurrido en la historia del género?

‒Yo creo que la dimensión profética de la CF tiene una importancia menor. No advierto aciertos en nuestra breve tradición; tampoco los espero. No creo que los necesitemos. Y si los hay en el futuro, los celebraremos.

Lo que sí creo es que siempre es posible encontrar una conexión entre lo que es escribe con la situación de nuestro mundo actual. En un escenario diferente, distópico, futuro, imaginario, creamos un escenario donde representar nuestras ideas, emociones, anhelos, esperanzas, reclamos. Este ejercicio me parece más fructífero e interesante.

‒Entiendo. Puede ser que las premoniciones de los autores de CF hayan sido a menudo disparatadas o irrelevantes, pero en mi experiencia al publicar en 2016 una antología de 12 autores clásicos a nivel mundial, al momento de releer y traducir quedé sorprendido por la cantidad de elementos característicos de nuestra época presentes en muchos relatos, incluidos temas como la eclosión de la informática, las redes virtuales, la manipulación genética, la robótica, la degradación ecológica, el cambio climático, las nuevas formas de la locura y la nanotecnología (en tu obra, para no ir más lejos).

‒Sí, tienes razón, pero me llama más la atención la especulación más bien de corte global o sociológico. En ese sentido, las contrautopías como Un mundo feliz1984 o Fahrenheit 451 son interesantes. Hay muchos elementos de esas sociedades contrautópicas en nuestro mundo actual: el control de las comunicaciones por quienes detentan el poder (económico), el consumo como centro de las relaciones humanas (vale la pena releer Mercaderes del espacio), la captura de la conciencia por los medios (la gente está adormecida por la televisión, nadie lee, en la novela de Bradbury).

No cabe duda respecto de la similitud del mundo que describe Bradbury en Fahrenheit 451 y el nuestro actual. La gente se considera feliz, aunque no tenga libertad y esté atrapada en la prisión de su propia mente, ajena al mundo del conocimiento, el arte y la reflexión. Un gran acierto de la novela es haber predicho el rol rector de los medios masificados a través de la tecnología y su efecto como medio de control absoluto. Así, por otro camino, hemos llegado a una cuasi renuncia absoluta a la lectura, producto de la falta de interés. Así caminamos, o nos arrastramos, hacia un mundo crecientemente dominado por la ignorancia, la vacuidad y la pasividad, expresadas como carencia de opinión de los individuos.

Volviendo a la predicción tecnológica, hay aciertos notables. Por mi parte, habiendo trabajado en el tema bastante tiempo, creo que la inteligencia artificial es posible, aunque será ‒para bien o para mal‒ una inteligencia diferente. Si es complementaria o excluyente, ya se verá. También puede que se produzca un nivel de integración hombre–máquina para ampliar las capacidades humanas mediante implantes de circuitos y sensores; eso ya está pasando. Los dispositivos de espionaje microscópicos ya lo usan servicios como la CIA hace años, mediante implantes en insectos. Esto lo leí poco después de que se publicara Las criaturas del cyborg. Hay que ir rápido entonces, si uno va por la ruta de la predicción tecnológica: es posible que la invención del autor quede obsoleta por el avance. Resulta divertido.

‒¿Cuáles te parece que son los temas de la literatura de CF hoy en día? Quiero decir desde su aparición en el mercado librero hasta ahora.

‒En Chile los temas se han ido diversificando y eso es muy bueno. Se va manifestando una narrativa de horror independiente, por ejemplo. Resurgen los mitos chamánicos de las etnias y se reacomodan a la actualidad o al futuro. Los viajes espaciales y los enfrentamientos entre civilizaciones diferentes. El dilema de la inteligencia artificial. La lucha despiadada contra los zombis y la sobrevivencia a diversas formas de holocausto, el llamado post apocalipsis. La fantasía más fina y más clásica, al estilo de Borges y Cortázar.

‒¿Cómo ves la conexión entre el género policial/negro y la CF? Te lo pregunto sobre todo por tus novelas del cyborg, que poseen una estructura de thriller que secuestra al lector.

‒En el caso de la saga del cyborg la conexión inter género es evidente y parte de la misma concepción, o sea, es estructural. De hecho, tuve muchas dudas en la etapa de concepción de Flores para un cyborg. No dejaba de producirme inquietud la hibridación entre CF, narrativa negra, novela social y novela de aventuras. Hay muchos momentos donde la intención paródica es evidente, y debe convivir con la necesidad de que la trama y el texto sean tomados en serio por el lector, se sumerjan en sus redes y alcancen la verosimilitud dentro de la estructura fantástica. El humor, en especial la ironía de alcance social, es un matiz permanente de la novela, donde la misma transición es satirizada; curiosamente esta cualidad fue negada al inicio, pero con el tiempo se hace más vigorosa su condición de novela social, indagando en la ambigua e incompleta transición a la democracia.

La conexión puede darse, caso a caso, pero por ahora no advierto una abundancia de ejemplos en nuestra narrativa, al menos no para marcar tendencia.

‒Hay detalles interesantes en la saga del cyborg, como son ciertos detalles anatómicos del robot, el ambiente tenso en que se desarrolla la acción, algunos personajes que recuerdan mucho a torturadores tristemente célebres. ¿Puedes abundar sobre eso?

‒Tom, el cyborg, traspone la frontera de los robots y entra al territorio de los humanos, de las emociones, y eso incluye ‒en su propio razonamiento‒ la sexualidad. El cyborg quiere convertirse en un ser humano completo, en este caso un varón, dotado de pene y capaz de mantener relaciones sexuales con una mujer, sentir placer, excitación, orgasmo, todo. Un día llega a la oficina de su creador con esta plataforma de exigencias un tanto bochornosa para Rubén, quien finalmente entiende la necesidad de Tom al ver que se trata de un anhelo profundo, intenso, y acepta el encargo. Es decir, debe hacerse cargo de un proyecto complejísimo: construir un pene biónico que no sólo debe tener la funcionalidad requerida, sino que debe conectarse al sistema emocional de Tom y proporcionarle un placer similar al de un varón humano. Menuda tarea. Pero Rubén, como es de esperar, lo logra con la ayuda de amigos científicos, y Tom se convierte en hombre activo sexualmente. Es posible que esté pendiente una tarea mayor: construir una mujer cyborg. Eso quizás en el futuro de la saga.

En Flores para un cyborg y Las criaturas del cyborg aparecen varios personajes cuyo pasado se relaciona directamente con los servicios de inteligencia de la dictadura. Se trata de criminales y genocidas cuyo prontuario es conocido, sobre quienes no cabe duda de la responsabilidad en horribles torturas que condujeron a la muerte a dirigentes de partidos y movimientos de la resistencia antidictatorial. De alguna manera la trama va llevando a que se haga algo de la justicia pendiente, aquella que la transición no pudo o no quiso aplicar a los responsables de los crímenes.

Flores para un cyborgse publicó en 1997, pero nunca en Chile se ha hablado acerca de esta componente social, que apenas se ha mencionado ‒como tema tabú quizás‒ y en otros casos como si fuera un defecto tocar estos temas en una novela de CF. De hecho, hay quienes la consideran en un territorio aparte, fuera de la CF por esa condición, lo cual es un soberano absurdo, por decir lo menos. Una cosa es que a alguien no le agrade esta clase referencias históricas, y otra muy diferente es la filiación al género. Sin embargo, pruebas al canto, cuando Flores para un cyborgse publicó en España en 2008, en la primera presentación, la primera pregunta del público hizo referencia a la falta de castigo a los criminales y torturadores de la dictadura chilena. Y lo mismo ocurrió después con la edición italiana.

Bueno, para cerrar, no me queda sino recomendar con entusiasmo la lectura de la saga del cyborg, una propuesta original en el ámbito internacional de la ciencia-ficción y un aporte al género negro en nuestro país, por la pluma segura, culta y llena de humor de Diego Muñoz Valenzuela. Los libros se encuentran en las buenas librerías (como se decía antes), en las bibliotecas municipales (o del metro), y además circula por ahí alguna copia electrónica. No se van a arrepentir.

Enero 2018

En www.libreros.cl