“La novela negra es una droga dura”

Intercambio con Marcelo González

Por Bartolomé Leal

Marcelo González, doctor en literatura, es uno de los pocos académicos chilenos que ha dedicado la mayor parte de su quehacer universitario a formar alumnos en la apreciación y el conocimiento de la literatura policial y negra, incluyendo la de autores nacionales. En el hecho su tesis doctoral, un trabajo único en Chile y que merece mayor difusión, titulado “La batalla de las metáforas. Neopolicial chileno en el siglo XXI” (2014), pone en contexto la trayectoria nacional en el ámbito de la evolución del género a nivel mundial, con especial mención a la literatura generada en América Latina. Para conocer sus percepciones armamos este intercambio sorteando los laberintos de la Facultad de Letras de la PUC, recalando, mareados, en una cafetería de los acogedores patios arbolados del campus San Joaquín.

-¿Hay una continuidad histórica en el género policial/negro en Chile? Quiero decir desde su aparición en el mercado librero hasta ahora.

Yo diría que sí, que el género ha ido desarrollando una línea que ha terminado por explotar hoy por hoy y que ha permitido que exista una enorme variedad de formas, asimilaciones y maneras de enfrentarse al mismo. A la vez, ha habido un trabajo crítico de encontrar y revisitar las fuentes del mismo, rescatando nombre y autores que han sido los predecesores de las generaciones actuales y que han sido fundamentales a la hora de la consolidación de esta forma literaria. Obras como Reconstitución de escena o Tinta de sangre han establecido finalmente una línea histórica en el género negro chileno.

-¿Se puede hablar de un movimiento colectivo o son puras individualidades?

No creo que se pueda hablar de un movimiento, menos ahora que hemos perdido “Santiago Negro”. Sí creo que varios autores dedicados en exclusiva al género y otros, de diversas edades, que lo utilizan como medio para contar sus historias. Tengo la sensación de que, entre ellos, los autores de novela negra son tremendamente solidarios y comparten constantemente sus historias y no tienen problemas en sentarse a conversar sobre literatura, de manera formal o informal.

-La situación desmedrada del género (en mi opinión), ¿se puede explicar por rechazo o indiferencia de las editoriales?

Hay una paradoja interesante en esta situación: el género negro es, después de la literatura infantil o juvenil, el género de mayores ventas en el mundo. Las editoriales han notado esto y han abierto ojos, manos y fauces y están empezando a etiquetar todo como “negro”, lanzando sellos o líneas especiales dentro de su producción. Esto es solo aparentemente bueno, porque, por una parte, continúa masificando un género de por sí, popular y masivo. Sin embargo, como en todo orden de cosas, el exceso produce la aparición de obras mediocres o que no se relacionan con el género más que porque ocurre u asesinato dentro de las páginas de las narraciones. Hay una oferta falsa entonces. Por otra parte, las enormes fusiones editoriales que han ocurrido en estos años invisibilizan las producciones nacionales al ojo del público lector menos entendido y así, estas compañías gigantes dejan de mirar la producción nacional y solo se quedan con el best seller. Que Isabel Allende o J. K. Rowlikng hayan escrito novelas policiales hace unos años demuestra lo tentador que es el género. Por lo mismo, el trabajo de las editoriales independientes y de Ferias como la Furia del Libro se vuelven fundamentales para hacer resaltar la producción nacional.

-¿A qué corriente internacional se puede asociar la novela negra chilena actual?

Creo que el grueso de la producción nacional se puede asociar al concepto del neopolicial latinoamericano o hispanoamericano. Las obras de Ramón Díaz Eterovic, de Carlos Tromben o José Gai van en esa dirección. Sin embargo, hay obras muy interesantes dando vueltas por ahí que se escapan de esta etiqueta. Pienso en nombres como Gonzalo Hernández, Ignacio Fritz o Pablo Rumel que están haciendo obras delirantes, aprovechándose de lo policial y alejándose más menos del neopolicial.

-En ese contexto, ¿existe realmente a tu juicio lo que se suele llamar el neopolicial latinoamericano?

Sí. No hay duda de que existe un corpus de textos que responden a las características de esta versión del género. Pero también hay autores que ya han dejado atrás este modelo y hacen novela negra de todo tipo, de todas formas.

-¿Hay patrones de análisis crítico del género, sea académico o periodístico?

Debiera de haberlos, ¿no? Ya a comienzos del siglo XX el chileno Juan Emar criticaba a la crítica por hablar de gustos literarios en vez de calidad literaria. Como el género negro es una forma en sí, con sus propias características, es necesario utilizar ciertos patrones para evaluar la obra: que el detective sea creíble pero además un personaje potente, el tipo de investigación y la forma en que esta se lleva a cabo, el tipo de crimen y los alcances del mismo, el mundo criminal, y por supuesto, un desenlace que al menos haga justicia con la obra en sí misma, por ejemplo.

–Así es. Desde las reglas de los autores clásicos a la semiótica cultural, pasando por Chandler, hay bastantes marcos conceptuales como para superar la ignorancia. Ciertos críticos influyentes han descalificado el género negro nacional, ¿te parece correcto?

Los hay quienes lo han valorado también, ¿no? Si a esos críticos no les gusta el género nacional, tendrán sus razones, ojalá que, no relacionadas con el puro gusto particular, aunque sospecho que es así. Yo he leído un gran número de obras chilenas y, como en todas partes, hay grandes obras, regulares y derechamente, de esas que no sigues leyendo. Si a un crítico con un lugar de privilegio le da por disparar contra la producción nacional solo porque se produce aquí… bueno… revela sus propias limitaciones como tal. Nada más que hacer que no seguir leyéndolo y cancelar la suscripción al diario… jejeje.

-¿Cuál es la recepción de los estudiantes frente al género negro en general y en particular con la producción nacional?

Cuando se enfrentan a él, por primera vez, usualmente conocen solamente a Poe o a Conan Doyle. Luego, cuando les enseña el enorme espectro que abarca la etiqueta de “negro” hoy, suelen darse, cuenta que se han acercado o lo han rondado en más de una ocasión. Y una vez que se meten en él, que lo comienzan a leer, siento que los atrapa y les llama mucho la atención: sin importar si es una obra de enigma clásico, un hardboiled o una novela posmoderna, atrae su atención y tienden a querer seguir leyendo más. Por lo mismo, siempre termino el semestre con una clase en que les sugiero futuras lecturas o visualizaciones obras inmortales, imperdibles y también, de cosas raras que creo que les pueden llegar a interesar. Ahora, en relación con las obras de autores chilenos, siempre les llega a los estudiantes de una forma más personal o cercana. El que la mayoría de éstas se halle ambientada en nuestro territorio les permite establecer una relación más directa con la obra y, muchas veces, les despierta un interés distinto por la obra de ese autor o de la producción nacional. Diría que en general, las obras chilenas son muy bien recibidas por mis estudiantes.

-Parece haber bastante entusiasmo de los jóvenes en el género de ciencia-ficción. ¿Ocurre lo mismo con el género negro?

Acabamos de tener un congreso sobre este tema en la universidad y fue impresionante la cantidad de gente joven que vino a exponer y a escuchar sobre ciencia-ficción. Creo que la gente asocia de manera más fácil el concepto con sus temáticas y eso facilita su llegada. La etiqueta de “negro” no siempre es clara, hoy por hoy, por decisiones editoriales, y eso implica que para saber de qué trata una novela una novela en particular que lleve esa inscripción, el lector debe estar familiarizado con la temática. Quizás sea eso el que no goce del mismo nivel de popularidad que la ciencia-ficción. Pese a esto, yo diría que sí atrae a lectores jóvenes y que muchos de ellos, una vez iniciados en estas andanzas, ya no lo puede dejar. La novela negra es una droga dura.

-¿Qué les interesa a los alumnos/as acerca de los autores nacionales del policial/negro?

Como señalaba, al leer a un autor nacional, les provoca una cercanía mayor tanto con los ambientes como con las temáticas. La obra de Ramón, en este sentido, es sintomática y ejemplificadora. Se siente distinto el leer sobre crímenes y hampa en las calles de un Santiago que uno recorre a diario. Y de la misma forma, los temas que tratan estas novelas, sobre todo el político, las transforma en una herramienta de lucha contra la política institucional del olvido de la concertación y la dictadura. Quienes buscan otra herramienta en contra de estas políticas gubernamentales, encuentran en el neopolicial, una batalla cultural. De ahí que mi tesis doctoral se llame “La batalla de las metáforas”.

-¿Qué autores chilenos incluyes en tu cátedra y por qué?

Acaba de terminar el semestre y en la cátedra leímos tres novelas: Ángeles y solitarios, de Ramón Díaz Eterovic, En el Cusco el Rey, de Bartolomé Leal, y Secuencia Chobart, de Pablo Rumel. Mi primera intención era que pudieran conocer una variedad de obras que diera cuenta, de cierta forma, de la variedad de formas y temáticas que existen en la producción nacional. Luego, evidentemente, tenían que ser novelas de calidad, bien escritas, en donde el misterio y la investigación atrapara al lector: quizás debiera poner dentro de los objetivos del curso que me interesa hacerlos adictos al género… jejeje. También quería hacer una mirada generacional, que vieran que es un género escrito por autores de todas las edades. Y bueno, toda selección implica dejar afuera a otros autores, pero para eso está la última clase, en donde les di una serie de nombres para que siguieran leyendo, si les interesaba profundizar más en esta temática.