Editorial Entrama Cultural, 140 páginas.
Por Antonio Rojas Gómez
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Lo dijo Pablo Neruda y es cierto. Para el poeta resulta inevitable traspasar al papel los versos que le caen al alma. La poesía no es un ejercicio ni un oficio que dependa de la voluntad. Simplemente es, como el desierto o el mar, como la lluvia y el viento. Nadie es poeta porque decida serlo, o porque estudió para serlo, o porque alguien lo designó poeta. Y si lo es, nada saca con negarlo, ni ocultarlo, ni asombrarse, ni dolerse. Debe terminar por aceptarlo.
Recién acaba de aceptarlo Felipe de la Parra Vial. Traspuesto hace ya algunos años el límite que marca el paso de la infancia a la adolescencia, y de esta a la juventud, que suele ser la etapa en que se manifiesta con mayor fuerza el atractivo de la poesía, y de la juventud a la adultez, que asienta y equilibra la vida humana. Felipe ha reconocido hoy que desde el ayer de su infancia le han caído versos al alma, como al pasto el rocío. Y que desde temprano dejó sus primeros intentos de versificación en hojas de olvidados cuadernos Colón. Y aquella atracción temprana se vio incrementada en la adolescencia y consolidada en la juventud. Y cuando esta quedó atrás, en años difíciles de lucha y de peligro, no lo abandonó. Y aunque ya no existían los cuadernos Colón, nunca faltó una hoja de papel apta para emborronar versos destinados a ningún lector.
Y al fin ahora, presionado por sus amigos, que por fortuna son muchos, y que lo han convencido de que no solo escribe poesías como otros hacen crucigramas, sino porque es un real y auténtico poeta, que tiene mucho que comunicar, se ha decidido a publicar su primer libro: 69 poemicidios y un te almo. Desde el título nos está sorprendiendo y advirtiendo al lector que ha de encontrarse con una voz diferente que le estará representando experiencias, sentimientos y sensaciones que nos son comunes a todos, y que, desde la mirada particular del autor, nos permitirá vibrar con emociones y recuerdos personales que extrae de aquella cajuela escondida que llamamos amor.
Estos son poemas de amor. El amor está presente en la poesía castellana desde 1330, cuando el Arcipreste de Hita terminó de componer en la cárcel su Libro del buen amor, piedra basal del inmenso edificio de la literatura en lengua española. Y el amor, como lo manifestó el Arcipreste de Hita, consiste en haber juntamiento con fembra placentera. Se trata, pues, del amor carnal entre un hombre y una mujer.
“Quién no se enamora / de una mujer que tiene alas / que baila cuando camina / que me roba el alma / cuando me vacío en ella / que me ilumina de azul / cuando me abraza / qué pueden hacer mis labios / delirantes en la cascada de su cuello / besando besando besando / como rezos roces / voces de sal y cenizas / mariposas destinadas a su cuello / besando besando besando”.
De eso se trata, en este libro de Felipe de la Parra.Del encuentro que todos buscamos, por imprescindible, más que por necesario. Por irrenunciable, más que por grato. La experiencia del amor nos es común a todos los seres vivos. Lo que hacen los poetas es brindarle a esa experiencia un sentido que los demás mortales percibimos brumosamente, y que de pronto nos ilumina una estrofa inesperada.
“Para qué guardar las estrellas en el armario / si no tienen tus nombres / esos que te invento todos los días / para iniciarnos en la primera mirada”.
El poeta va más allá de las palabras que usamos a diario: “La última vez que te dejé / morí de desabrazos”. Inventa palabras, no atropella el idioma, lo enriquece: “Cometió un sincericidio por segunda vez / le dijo que la amaba / desde el primer beso”. Va más allá de las imágenes comunes: “Te declaro piedra / piedra inextinguible / milenaria”. Y se desboca en un galope irrefrenable: “Te bautizo paleolítica / de risa litográfica / de lava y flor / piedra al fin y al cabo/ corazón de piedra”. Y cierra el poema con un homenaje inesperado: “Te pongo pedestal / para que no olvides / tu origen / de explosión y flama / piedra y cometa / piedra buena / piedra nueva / piedra planeta”.
Este es el primer caso en que la amada no se viste de flor, sino de piedra. Y nos sorprende. Y nos abre perspectivas para mejor estimar el mundo y el amor. Tales perspectivas abundan en este libro de Felipe de la Parra. No se puede dejar de leer. Y de esperar que los versos continúen cayéndole al alma como al pasto el rocío.
Publicado en Revista Occidente, agosto de 2017.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…