Por Tatiana Orellana
Astrid Fugellie (Punta Arenas, 1949) es una poeta sublime y profunda. Su poesía es transgresora y visceral. Se destaca en la actual lírica chilena por imponer un estilo que busca trascender sin tapujos. Sus poemas, acogen, interpelan e, incluso, hacen llorar al lector. Astrid afirma que su “vocación de poeta es clarividente y sintetizadora de la realidad, contingente, y de las grandes e imperecederas interrogantes del hombre”. En esta entrevista, Astrid Fugellie habla sobre su Cuarto Propio, la importancia de la poesía, de sus libros y del feminismo en la sociedad.
¿Qué es, para usted, la poesía?
Todo es poesía. Ahora, para mí específicamente, es mi modo de ser y estar en este mundo. Es mi trinchera, es mi reflejo condicionado frente a situaciones límites. Es lo que me hace vivir y no morir en el intento. Yo escrito para no morir; no morir trágicamente (en ese concepto). No hay una definición propiamente tal de lo qué es la poesía: es una creación, un fenómeno que va más allá de lo vívido, y lo vivido. Es un a-lugar. Hay varias definiciones, Parra dijo que la poesía es “todo lo que se mueve”; Breton sostenía que la poesía “es una pipa” y, para mí, ha sido un reflejo condicionado.
¿Cuánto tiempo le dedica a la escritura? ¿Considera que es tan importante, como decía la escritora Virginia Wolf, tener un “Cuarto Propio”?
Tú eres el único que puede desarrollar el arte de la poesía. No hay nadie que pueda escribir un libro tuyo. De ficción se pueden dar muchos, pero en poesía eres tú el hacedor. Para escribir necesitas tener un espacio, un cuarto propio, una soledad elegida, aun cuando en esa soledad, en un momento dado, se pase también a la desolación o a la locura: son dos instancias factibles. La soledad elegida es muy buena y es fundamental para el escritor. Yo dedico seis horas a la escritura, ya sea puliendo (que es una forma de escribir), creando o leyendo. Son seis horas o más… y me encanta. Yo me siento un pequeño dios.
¿Cree que se ha logrado respetar esa soledad elegida? ¿La mujer ha logrado, desde esa intimidad, sacar la voz y posicionarse frente al discurso del patriarcado que ha operado durante décadas?
No, bajo ningún punto de vista. Uno escribe en esa soledad y tiene que renunciar a muchas cosas mundanas que te impone el patriarcado. Es un doble juego. Es un ir a conseguir el objetivo, y es un retroceder porque se te niega en un minuto dado. El otro día leí que la esposa de Octavio Paz, había publicado un libro (no recuerdo muy bien cuál). Pero lo que sí recuerdo es que en este decía “esposa de Octavio Paz”. ¿Te das cuenta?
¿Y cómo cree que esto podría mejorar?
Creo que, como se están dando las cosas en este mundo, si no se termina, la mujer finalmente tendrá que ir paulatinamente empoderándose de ciertos espacios. Creo que la cultura es un espacio muy fértil para la mujer. En estos momentos, las que están leyendo son las mujeres, más que los hombres. Las que están haciendo cosas más de tipo artístico o cultural, son mujeres. Esta cosa patriarcal no da mucho dinero, ¿te fijas? Pero tendrán que abrirse los espacios y la mujer tendrá que irse imponiendo. Sin embargo, yo diría que la imposición de la mujer no es porque sea mujer o porque no lo sea, sino porque hace muy bien las cosas. La mujer es muy integral, holística. La mujer es con el otro. Obviamente hay mujeres que han nacido bajo el patrón patriarcal y son, a su vez, patriarcales. Pero aquí me estoy refiriendo a las mujeres que son feministas desde su principio de feminidad, que no es por poder, sino que simplemente es por entregar un trabajo legítimamente crecido y sostenido en el tiempo.
Actualmente el feminismo está surgiendo mucho más fuerte, abierto, con un discurso propio y sin miedo. ¿Qué le parece a usted- desde su punto de vista como sujeto, mujer y escritora- que algunos sostengan que el feminismo se ha transformando en una moda? ¿Discrepa de esta visión?
Sí, discrepo. Creo que cualquier crecimiento o evolución de una idea se va dando de forma empírica. Nosotras dimos una lucha: mi madre, mi abuela. Recién en el año 49 se dio el voto femenino. El problema que hay que resolver en este minuto, para que los otros lo entiendan, es que nosotras estamos luchando por nuestros derechos, no estamos luchando contra el hombre, todo lo contrario. Entendemos perfectamente que el hombre es un complemento nuestro. Sin embargo, nuestros derechos no están igualados con los derechos del hombre y por eso, políticamente, nosotras tenemos que ser animales políticos, y luchar por eso.
Creo que está muy bien que la gente joven –nuestras hijas y nietas– estén tan empoderadas en este minuto, para dar una lucha que, en el fondo, es recibir y ser receptores de lo que se hizo. Hay que concretizar para que vivamos en un mundo mejor, en donde los sueldos sean iguales a los de los hombres: donde podamos hacer un viaje solas como el hombre lo hace, podamos ir a una cantina solas y tomarnos una copa sin que se nos critique, podamos vestirnos como queramos, desnudarnos si queremos, y que nuestro cuerpo no sea objeto de críticas malsanas. En el fondo, el fin es crear un paradigma del estar con los otros, y no contra los otros. Es el amor.
Ahora la voy a llevar a su obra, desde su libro “Los Círculos” hasta “En Off”. ¿Piensa que su voz íntima es la voz de un gran coro? ¿Cree que, de alguna manera, su discurso íntimo se vuelve un discurso colectivo?
Sí, sin lugar a dudas, desde el primer libro. Hay un discurso, probablemente antropológico, pero es un discurso colectivo. Lo privado te lleva a lo colectivo. En este mundo está todo dicho, porque estamos todos imbuidos en poder descifrar los grandes misterios, que en buena medida son la muerte o el morir, la vida, el vivir y el amor. Si estamos en ese camino, obviamente, que si tú haces ese compendio, a través de una escritura antropológica, vas a decir que es la única manera de ser original, porque tu vida es única, intransferible e irrevertible. Tu verdad va ser única en eso (y es la única diferencia que puedes hacer), ya que están todos los estilos hechos, a no ser que reconstruyas sobre aquello, pero es una reconstrucción finalmente.
¿Cómo fue para usted escribir, su obra más reciente, el “Libro del mal morir” (2015)? ¿Qué reflexión hace?
Pienso que, en ese libro, hay una suerte de exorcismo y, a la vez, una sanación. Necesitaba terminarlo, necesité hacerlo como un orfebre, trabajando poema a poema, pieza a pieza, para desprenderme de ese sentimiento, y encontrar mi voz en tercera persona para colocarla en primera persona, lo cual duele mucho. Es un libro de gran aprendizaje para mí. Como escritora, es un libro que me llevó prácticamente diez años (bueno, todos mis libros me llevan diez años). Lo bueno es que tengo material como para estar permanentemente escribiendo más de un libro.
¿Qué piensa sobre los nuevos poetas que están surgiendo en la literatura chilena? ¿Qué les recomendaría? ¿Qué cree que le hace falta a la poesía actual en nuestro país?
Pienso que Chile es un país de poetas. A tal punto que propondría que fuéramos sujetos de exportación. Yo creo que no hay ninguna… no sé si será por nuestro carácter isleño, por la Cordillera, por ser una línea, por estar cayéndonos al mar permanentemente (lo digo por los terremotos y maremotos). Nos dan una situación como de isleño, y esa situación, por un lado, nos hace tristes, muchísimo más tristes y más incompletos como seres humanos (no tenemos una identidad formal reconocida), y esto sucede por haber negado sistemáticamente a nuestras etnias y no reconocer, con el respeto que se merecen, que somos ellos y productos de ellos, pues fueron los primeros que poblaron nuestras tierras. Somos mestizos. Creo que el Estado de Chile tiene una gran deuda con las etnias, que están por encima de mí. Ellos son los verdaderos habitantes de Chile. Qué lindo hubiese sido que no se hubiesen exterminado a los indígenas del sur de Chile. Cuánta riqueza le hubiesen dado a esa zona. No sabemos por qué los mataron: pagaban por oreja, cráneo, incluso, llegaron a pagar por pechos. Fue una cosa cruenta. Perdimos el lenguaje ancestral, cuánta riqueza podríamos haber incorporado al nuestro. Somos hijos de la tierra y eso no ha sido reconocido por el Estado de Chile. Lo ha negado reiteradamente y en forma muy salvaje. En definitiva, los gobiernos no se hacen cargo. Creo que esa son las dos grandes causas por la cual tengamos poetas tan maravillosos, porque estamos diciendo la otredad. El poeta crea, dice la otredad y lo inasible.
Pienso que hay una diversidad de voces maravillosas que se sienten poetas. Hay que sentirse poeta, ser como poeta y tener la valentía de vivir como poeta. Hay que ir contra el sistema y ser muy valiente. Ese es el camino que yo daría, humildemente: dedicarse única y exclusivamente a aquello, ver cómo puedes vivir de ello. El poeta es vocacional: no es accidental que tú seas ser humano, es accidental que tú seas mujer, y de ahí vienen todos los roles, que nosotros podemos decirle que no, para podernos realizarnos como mamá, amiga, hermana, profesional, etc. Son cinco o siete roles que uno cumple a diario.
¿Qué les recomendaría leer a los jóvenes?
Los clásicos. La humanidad vive su pasado. Así como yo te digo mi pasado, la humanidad es su pasado. Y si vamos a buscar el material, mientras más atrás lo busquemos, más nos vamos a dar cuenta de la génesis del mundo. Hay otra cosa muy buena para el poeta: leer los cuentos infantiles. Los cuentos que se dicen (malamente) infantiles, pero que, finalmente, son mitos.
Frase de Astrid:
Bendigo la posibilidad de haber dicho todo lo que dije. Me diste la libertad.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…