Por Sonia Cienfuegos

El olvido comenzó en el minuto del enamoramiento

como un reloj de arena, implacable

como la hora y fecha exactas en que el condenado

a muerte perderá la vida, irreversible.

El amor fue tejiendo tramas y urdiendo

ritos sagrados, ignorante

El tiempo fue desplegándose entre feromonas,

risas cómplices, las manos entrelazadas, los abrazos,

los hijos que no llegaron, nada más

Irrumpe entonces la oscuridad y esa garra maldita

que amenaza arrancar sus vísceras

Es que el amor se olvidó de amar

Se quedó detenido y silencioso hasta siempre

sobre el andén, la estación de ferrocarril,

dentro del tren, del vagón, en el interior

del féretro de los amores muertos