Por Diamela Eltit, escritora, académica UTEM, New York University
La Presidenta se querelló y todas las voces, aún las más respetadas, se han levantado contra esta querella apelando a la libertad de prensa. Nadie podría discutir ese bastión. Pero la pregunta más importante es: ¿Existe en Chile una real libertad de prensa?
Un escenario caótico cruzado por una sucesión inacabable de acusaciones. Un espacio tóxico, superficial, plagado de informaciones infractoras que no consiguen fijarse porque se suma una y otra, una sobre otra, hasta que lo heterogéneo se vuelve homogéneo y lo excepcional se convierte en norma. Entonces todo es igual, lo mismo. La ecuación política, evasión, cohecho consiguió convertirse en una suerte de farándula noticiosa estimulada por los conjuntos de los medios de comunicación que, más allá de excepciones, parecen incapaces de detenerse para realizar análisis detallados. Más bien compiten por adelantarse y conseguir noticias y las montan de manera precipitada sobre la siguiente. Así los relatos de las diversas formas de estos ilegalismos (algunos vulneran límites éticos muy sensibles) marcan pautas que nunca terminan su guión y sirven solamente para producir un cierto suspenso y amplificar el caos.
Parece oportuno –más allá de su obviedad– repensar el “caso” del matrimonio Dávalos-Compagnon pues concentra un conjunto de signos (agudizados hasta el paroxismo) provenientes de los efectos de un neoliberalismo frenético en los imaginarios sociales que empuja a confundir éticas de manera incomprensible. Un neoliberalismo que terminó igualar el valor del objeto con el sujeto.
La vocación empresarial turbia de estas personas generó un remezón de una magnitud inaudita. Nada menos que la caída estruendosa de la Presidenta de la República debido a las “malas prácticas” de esta pareja (tráfico de influencias) que se rodeó de sujetos extremadamente ominosos pertenecientes a la UDI como también vínculos comerciales con algunos militantes del Partido Radical.
Ya los Lexus de la pareja estaban en la mira pública porque estas situaciones parecían inconvenientes para la imagen de Michelle Bachelet, más su inesperado matrimonio realizado en el fundo de Gonzalo Vial. Sin embargo, estos aspectos quedaron rezagados porque fueron leídos como parte del contexto exhibicionista neoliberal que vivimos.
Pero en un peligroso centro estaba a la espera, listo para saltar, el “gatito Díaz” un testaferro UDI (con un historial oprobioso y extremadamente denso) que iba a mostrar el subsuelo de los negocios que comprometerían a alcaldes, funcionarios, síndicos como el turbio Chadwick (hijo y sobrino de la elite UDI más poderosa) y fue su condición de elite la que le permitió al síndico reunir novecientos millones para zafar de la cárcel y atenuar su delito. Pero, lo más importante, es que el salto (o asalto) del “gatito” iba a desestabilizar de manera inesperada y, a mi juicio, inmerecida a la Presidenta Bachelet cuyo error, desde mi perspectiva, consistió en no mirar -en el sentido más político- la dimensión de las “redes” de su nuera antes de nombrar a su propio hijo en la figura del primer “damo” en el gobierno.
Porque fue esa “ceguera” la que la enlodó (de manera injusta) y consiguió la inmediata emergencia de las peores luchas de poder –hacia adentro y hacia fuera– que caracterizan a la política y que ya fueron lo suficientemente abordadas por Shakespeare.
La “caída” de la Presidenta, en el sentido más simbólico del término, detonó la constante anarquía de la “Nueva Mayoría” que se volvió en contra de sí misma. Una anarquía cercana a una peligrosa disolución y, desde luego, la intensa e incesante revuelta del conglomerado derecha-empresarios dedicados a sabotear cada una de las reformas que buscaban descomprimir el saqueo incesante que experimenta el 90% de la población chilena.
La publicación de la revista Qué Pasa abrió una nueva compuerta Caval (justo en los momentos en que al sector UDI está muy complicado) al acusar mediante una voz doblemente interpuesta “dijo que ella dijo” –la del “gatito” Díaz– y lo que supuestamente se decía era nada menos que Presidenta Bachelet esperaba una “coima” de mil millones por la transacción Caval.
Desde cualquier perspectiva ese decir es falso. Y eso los periodistas lo saben. La Presidenta se querelló y todas las voces, aún las más respetadas, se han levantado contra esta querella apelando a la libertad de prensa. Nadie podría discutir ese bastión. Pero la pregunta más importante es: ¿Existe en Chile una real libertad de prensa? ¿Cuál es la extensión de la libertad más real de los periodistas? O, desde otro ángulo, la pregunta es: hasta qué punto el duopolio filiado a la derecha que conforma la prensa formal permite –en toda su extensión– en el interior de sí misma esa libertad que los periodistas invocan.
Ya sabemos, más allá del control de la derecha, que los espacios periodísticos son porosos, que tienen y mantienen zonas intermedias y hasta liberadas de la pauta general. Sin embargo, precisamente, son esas zonas porosas las que permiten ver la magnitud de lo homogéneo. Pienso, en lo personal, que esta querella de Michelle Bachelet abre una pregunta candente. Muestra en qué zonas políticas está radicado el ejercicio de libertad que origina el reclamo frente a un documento (el teléfono) que, sin dudar un instante, contiene una terrible calumnia que resulta no solo destructiva, sino que peligrosa porque atenta contra la estabilidad del gobierno mismo.
La forma que adoptó esta publicación por parte de la revista es asombrosamente retorcida y ya está largamente examinada. Pero estoy segura de que en este caso la Presidenta tiene todo el “derecho” de usar su “derecho” a una querella para así desmontar cómo se publicó y republicó esta noticia. Más aún, pienso que es una querella “útil” porque permitió esta discusión por la siempre compleja “libertad de prensa. Una discusión que se desarrolla de manera interesante con la “libertad” y diversidad que hoy la pensamos.
Publicado en El Desconcierto
Bachelet, Qué Pasa y el “caso” del matrimonio Dávalos-Compagnon: Hacer noticia
Esta opinión no representa necesariamente el pensamiento de la Corporación Letras de Chile
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