Por Ramiro Rivas

Emmanuel Carrére (París, 1957) es un escritor francés de gran prestigio en su país. Pero con la publicación del libro Limónov (Anagrama, Barcelona, 2013, 400 páginas) ha logrado reconocimiento mundial.

Galardonado con el Premio Renaudot, el Premio de la Lengua Francesa y el Prix Des Prix 2011, esta obra, un tanto inclasificable, podría catalogarse como un texto biográfico o una biografía novelada de la vida del extravagante escritor ruso Eduard Limónov. Carrére recorre la vida de Limónov desde su infancia en la ciudad de Járkov (Ucrania), prosiguiendo con sus vicisitudes en Nueva York (1975-80), París (1980-89), Sarajevo (1991-92), Moscú (1994-2001) y su reclusión en las cárceles de Lefórtovo, Savator y Engels,  en Rusia.

Limónov, hijo de un oscuro soldado, Veniamin Savienko, procede de una familia de campesinos ucranianos. El muchacho admiraba la carrera militar de su padre, pero, ya adolescente, lo despreciaría al descubrir su verdadera labor: inspector en la distribución de presos políticos a los campos de concentración y exterminio del régimen imperante. Tenía diez años a la muerte de Stalin en 1953, personaje que influiría en su vida política durante largos años de su juventud y adultez. Siempre fue un niño problema y debieron internarlo en un Hospital psiquiátrico al intentar quitarse la vida cortándose las venas. En su adolescencia se unió a un grupo de camorreros y delincuentes que terminaron en su mayoría presos y condenados a muerte por robos y violaciones. Limónov, a temprana edad, comenzó a escribir poemas. Ansiaba ser famoso y destronar a los grandes de siempre, Yevtushenko y Brodsky, a quienes miraba con rencor y los consideraba como semidisidentes, dueños de “dachas” de lujo y todo tipo de privilegios. Para su mentalidad rebelde todo eso le era sospechoso. Años después su menosprecio se focalizaría en Solzhenitsyn, a quien trató de viejo gilipollas. Limónov fue desde su adolescencia un provocador, un tipo que no respetaba las reglas éticas, morales o políticas, una suerte de estrella de rock, una anticipación de la moda punk a los que posteriormente protegería bajo su alero. Vestía en forma extravagante, se declaraba revolucionario bolchevique y rechazaba la vida pueblerina de Járkov.

Radicado en Moscú, vivió con la pintora expresionista Ana Moiséyevna una relación tormentosa en donde no faltó el alcohol y las drogas. Desilusionado de no poder triunfar como poeta en su país, emigró a Nueva York. Abandonó a su mujer y huyó con la poetisa Yelena Shchápova, mujer de gran belleza, con la que llevará una vida de excesos. Ésta lo deja por un fotógrafo de modas de gran renombre en la ciudad. Limónov vive los peores años de su vida en Manhattan, sobreviviendo con una mínima ayuda estatal y ejerciendo la prostitución con hombres. En su primer libro de narrativa cuenta sus inicios homosexuales con un negro homeless en un parque público. Luego trabajó de mozo en la mansión de un millonario norteamericano y empezaría a escribir sus primeros relatos autobiográficos. Algunos críticos lo comparan con los escritos de Celin por el lenguaje, a Bukowski y Genet por la crudeza sexual y la rampante amoralidad. Pero también podríamos relacionarlo con las novelas de Henry Miller en sus años parisinos. Esta es la época más sórdida y degradante de Limónov, no obstante ser su período más creativo. Escribe la trilogía de Nueva York, conformada por El poeta ruso prefiere los negrazos, Historia de un servidor  y Diario de un fracasado. Más tarde recurriría a las vivencias de su época de delincuente juvenil, con Historia de un canalla y Retrato de un bandido adolescente. Libros que son rechazados por los editores estadounidenses por obscenos. Pero más adelante, por intermedio de un amigo, conoce a un editor francés que lo publica en París y resulta todo un éxito de ventas. Limónov, junto a la cantante Natalia Medvedeva, se radica en París.

La visión que presenta Carrére de las últimas décadas de Rusia es bastante occidentalizada, a pesar de sus constantes viajes a ese país como periodista. No constituye la mirada desapasionada de un cronista imparcial, sino el cuestionamiento un tanto cruel de un observador poco objetivo y discriminador. Expresa que el pueblo ruso posee una tendencia inveterada por el alcohol, que todos los regímenes políticos han siso corruptos y los asesinatos a periodistas disidentes una constante. Conceptos y opiniones magnificados para con un pueblo tan multifacético como la tierra de Tolstoi.

 Con la vida de Limónov es igualmente duro, pero esta vez con mayor razón. Especialmente durante su estadía en Sarajevo, en plena guerra de los Balcanes, en donde se le ve luchando a favor del ejército  serbio, junto al criminal de guerra Radovan Karadzic. Se explaya, asimismo, en la hostilidad del poeta por la perestroika impulsada por Gorvachov. Carrére dice que Limónov “es un fascista raro”. Porque ama a Stalin y odia a Putin. Esto  lo conduce a liderar en Moscú a un grupo de jóvenes rebeldes reclutados de los skinheads”, los puks” y algunos filonaziz que constituyen su guardia personal y lo admiran como a un héroe. Funda el Partido Nacional Bolchevique, prohibido al poco tiempo y disuelto por ser declarado un peligro para el Estado. Limónov es condenado a prisión y enviado a las cárceles de Lefértovo, Sarátov y Engels. En prisión escribiría varios libros autobiográficos. Más tarde sería liberado por su prestigio de escritor.

Emmanuel Carrére, en esta biografía novelada, repasa toda la vida de este personaje casi de ficción por lo desmesurado de su existencia. No es un individuo que cauce admiración. Eso Carrére lo sabe y lo demuestra en su libro. Desnuda todas sus flaquezas y sus escasas virtudes. Lo presenta como un fiel representante del extinto nazismo alemán. Persevera en recordarnos hechos brutales de las guerras pasadas, como cuando los alemanes mataron veinte millones de rusos en cuatro años y el Estado ruso otros veinte millones de compatriotas durante el régimen de Stalin. El autor afirma que los rusos y los ucranianos corrientemente han sido antisemitas  nativos. Y Limónov no es la excepción. Y hasta pareciera estar de acuerdo con las palabras de Jean-Marie Le Pen que asegura que el Holocausto judío no es más que “una cuestión de detalle de la Segunda Guerra Mundial”.

Algunos escritores jóvenes rusos, discípulos de Limónov, expresan que el libro de Carrére es denigratorio con el escritor ruso. Éste, por su parte, que autorizó la biografía, no le agradó el resultado. Pero después se sintió favorecido, puesto que el libro se transformó en una novedad mundial y aumentó las ventas de sus propias obras. Parcial o no, la radiografía que Carrére hace de Limónov quizás se pueda interpretar como demasiado sensacionalista. Pero si consideramos que un hombre que ha experimentado tal cúmulo de aventuras, no se puede esperar de él una biografía inocente. A Limónov se le puede atribuir todo tipo de adjetivos, desde un sujeto oscuro y siniestro, a un megalómano rabioso, un extravagante egocéntrico, un criminal de guerra, un pervertido sin culpa, un alcohólico ocasional, un amante fracasado, un individuo con enormes delirios de grandeza. En resumen, un personaje detestable y único, odiado y amado por muchos lectores y escritores, como el propio biógrafo Emmanuel Carrére. Más un personaje cinematográfico que real. Pero que a sus 72 años sigue provocando polémicas y gozando de una fama tardía que buscó durante toda su vida.