Por Gabriel Zanetti

(Revista Lecturas)

En el contexto de Filba SCL 2014, el escritor catalán Enrique Vila-Matas tuvo la gentileza de conversar con Revista Lecturas. Les dejamos acá la entrevista realizada por Gabriel Zanetti.

Usted cuenta en El viajero más lento que se sentó en el mismo café donde Perec solía estar y anotar lo que en apariencia no tiene importancia.

 

Yo también lo hice después en la Plaza Rovira de Barcelona, una placita pequeña que está cerca de mi casa. Me dediqué a sentarme en el café y anotar todo lo que había en la plaza y todo lo que ocurría durante varias horas. Hice la misma experiencia en mi barrio. La repetí al cabo de un año para ver qué había cambiado desde que yo la había descrito y también para repetir la experiencia.

El “Café Perec” es también la columna que escribo quincenalmente en El País. Se llama así, genéricamente y posiblemente en el futuro salga un libro que reúna estas columnas bajo ese título.

 

En una conversación con Juan Villoro, en el Café Bauma, usted comenta una cita de Lichtenberg: “en cuanto se tiene un padecimiento se tiene una opinión propia”. Con el correr de los años tiene más claro por qué escribe…

 

No sé exactamente qué hubo. Seguramente un creciente apasionamiento por el trabajo. Uno no decide ser escritor toda la vida y no sabe en qué momento dejará de hacerlo. Siempre se plantea si se continuará o no. Llegué a la escritura, al principio, porque me servía para sobrevivir, en el principio fue por necesidad. Más tarde fue evolucionando con la literatura, siempre de forma positiva.

 

Por ahí vi que se ponía en la siguiente situación: tiene 95 años, un joven escritor va a su lecho de muerte y le pide consejo. Usted, con el último aliento, le dice “vive y averigua quién eres”.

 

Es un consejo un poco malicioso. Vive, está bien. Averigua quién eres es muy malicioso. Yo he escrito y vivido y no he averiguado quién soy.

Está el pretexto cuando se escribe, de que escribiendo vas a averiguar quién eres o que vas a averiguar cosas de ti. Pero después de tantas máscaras y tantos personajes, al final, no tengo ni idea de quién soy. La literatura ha ocupado ese espacio.

 

Si es más lector de ensayo y poesía por qué elige a la novela como soporte para desarrollar su obra.

 

La novela permite que entre el ensayo y la poesía, la mezcla de géneros en la novela se contiene muy bien. Pero no escribo exactamente novelas, las editoriales acaban llamándolo así porque tienen apariencia de novela. Mezclo ficción en historias autobiográficas o aparentemente autobiográficas, con el ensayo, mezclo todo. Y al final, como el resultado es narrativo, puede ser considerado novela. Pero realmente creo que hay una superstición con la idea de escribir novelas, que parece que es lo único que se puede hacer. Hay personas que escriben novelas y que les iría mejor si escribieran otro tipo de textos, porque no están preparados para ese género. Hay otras que se desesperan puesto que escriben libros magníficos y no se los publican porque les dicen que no son novelas.

 

Es un recipiente que lo puedes llamar novela porque toda novela es una esponja, sirve para todo. Al momento de venderlo comercialmente se prefiere decir que es novela, porque si se dice que es una cosa abstracta la gente huye. Uno puede crear un vino buenísimo pero que ya no sea vino, sino, por ejemplo “vini”, lo venden en el supermercado, pero nadie compra “vini”, entonces se opta por llamarlo vino.

 

Sigues pensando que la forma va a pasos agigantados ante la trama…

Una vez en un programa de televisión me preguntaron qué prefería, si el fondo o la forma. Y dije la forma y entonces iba a contar por qué y me dicen “un momento, que tenemos que repetir la toma.” Entonces me vuelven a preguntar ¿la forma o el fondo? Y respondo el fondo. Y es que también tengo racionamientos para decir que el fondo es más importante, porque lo que cuentas es lo que cuentas y que da igual cómo lo cuentes. Porque si es El Quijote y se traduce en China, por ejemplo, todo el mundo lo entiende independientemente del estilo. Las dos cosas van más que nada entrelazadas. Deberían formar un solo cuerpo en el que no se diferencia demasiado esto. Esta frase, de que la forma va delante de la trama, la uso para provocar, sobre todo en mi país. Ellos prefieren la idea del fondo, sobre todo si el fondo es una crónica social sobre la última noticia periodística y enfoca la crisis en España. Se aprueba como buena conducta de ciudadano responsable…

 

Tomando en cuenta la idea de “El arte de no terminar nada”, de que la noción de punto final es siempre ingenua, me gustaría saber qué piensa del lector, ¿lo considera cuando está escribiendo?

 

Es una figura abstracta. No puedo pensar en un lector general. Porque he tenido mucho contacto con lectores este último tiempo y son muy diferentes los unos a los otros. Pues todos leen mi literatura de manera distinta. Es imposible pensar en uno concreto. Además, si se intenta pensar así, es lo peor que puede ocurrir.

 

En todo caso se puede escribir hacia un lector que sea más inteligente que uno. Esa es una manera de escribir algo que valga realmente la pena. Es como si te toca dar una conferencia y en primera fila está un Premio Nobel. Entonces, a lo mejor cambias la conferencia, y la das mejor para intentar quedar bien. Por lo tanto, lo mejor que uno puede hacer al momento de escribir, es hacerlo de cara a un lector más inteligente, que en este caso nunca será un Premio Nobel. No son muy inteligentes que digamos.

 

Esto me recuerda a Umberto Eco que fue a dar una conferencia a Barcelona y en primera fila estaba un jesuita, que ustedes no conocerán. Tenía 95 años y que ha sido el hombre más sabio que ha habido en Cataluña en mucho tiempo. Sabía de todo. Y Umberto Eco lo reconoció y no se atrevía a dar la conferencia. Me imagino que cuando se atrevió a darla, fue de altos vuelos, porque tenía a este señor al frente.

 

Le quiero leer un fragmento de la entrevista que hace Jonathan Cott a Susan Sontag (Ediciones UDP, 2014): “para mí lo peor sería sentir que estoy de acuerdo con las cosas que dije o escribí. Eso me pondría realmente incómoda. Porque querría decir que he dejado de pensar”.

 

Estoy totalmente de acuerdo. Cuando hay dos personas que discuten, primero estoy a favor de una y después, de la otra. Las dos, me parece, que tienen razón. No estoy cerrado a una opinión inmóvil, sino más bien comprendo la apreciación de uno y de otro contendiente. Las dos me parecen válidas. Y esto ya ha pasado en Julio César de Shakespeare. Hay un discurso en Roma y luego viene un discurso contrario y los dos oradores lo hacen tan bien, los dos están enfrentados y los dos tienen la razón. Estoy en contra de las ideas viejas, dogmáticas.

 

¿Relee sus libros?

No, no releo mis libros. Sergio Pitol dijo que mi obra era un viaje sin retorno. No era un viaje circular como el de Ulises, sino un viaje sin retorno. De cierta manera mirar hacia atrás sería como mirar una estatua de sal.

 

A veces alguien me dice que le gustó mucho un libro mío. De hace cinco, diez, quince años. Entonces la primera tendencia sería ir a releerlo para ver qué hice bien. Sería ridículo. Es un error tratar de intentar repetir aquello. Porque uno ha cambiado y es otro. No es que sea mejor ni peor, es otro. Las circunstancias son distintas. Escribí cuentos que estaban muy bien, al principio, cuentos muy interesantes. Luego, más adelante, quise volver a escribir cuentos, pero mi manera de narrar había cambiado, estaba mezclada con el pensamiento, con el ensayo y los cuentos por mucho que querían volver a ser aquellos tan afortunados ya iban por otro lado, porque mis circunstancias habían variado.

 

Entonces hay como una especie de “tiempos” en su vida como escritor.

 

Hay etapas. Siempre yo utilizo una frase de Fernando Pessoa: “No evoluciono, viajo”. Eso lo subrayo para mí. No he evolucionado, es decir, no soy el mismo, pero he viajado. Viajo mentalmente. Por eso no puedo volver nunca donde estaba. Es un viaje sin retorno. Pero de evolucionar no he evolucionado. Que es el secreto de lo que he hecho hasta ahora, porque el lector no espera una coherencia en lo que vengo haciendo desde siempre. No me he traicionado nunca a mí mismo, a mi forma de ser. No he cometido nunca un error en ese sentido, es importantísimo. No he hecho nada que no quisiera hacer.