portada cautiverioPor Yuri Soria Galvarro

 

La cantidad de poetas mayores que ha dado Chile es abrumadora: Neruda, Mistral, De Rokha, Huidobro, Parra, Lihn, Tellier, Rojas, Uribe y un largo etcétera de buenos poetas. Este país juega en la primera división de la poesía mundial y por eso mismo no cualquiera es poeta por aquí. En la topografía poética han tenido siempre destacada actuación los poetas del sur: Riedemann, Mansilla, Velásquez, Vollmer, Huenún, Coplián y varios más, todavía juegan y se resisten estoicamente a sentarse en la banca o retirarse a tomar mate detrás del flojero. Pero hay una nueva generación de poetas jóvenes, entre ellos varias mujeres, que se toman la palabra y refrescan los escenarios. En Puerto Montt están Melissa Castillo, Ariela Santana y Camila Mardones que es la primera en publicar un libro: «Cautiverio».

Pero el libro no es iniciático, hay oficio en sus páginas y todos los textos respiran con ese pulso que hace fluir el poema, siempre al borde de perecer, que lo lleva desde el silencio a la otra orilla. A pesar de su corta edad Camila exhibe una poesía ya formada, destilada desde la oscuridad y el amor, que es el cara y sello de la moneda con que se pagan los versos. Al transitar Cautiverio, en el andén, a poco de iniciado el viaje, leemos «Todos amamos el sometimiento / Nada bueno he aprendido yo sobre la libertad». El itinerario persiste por sobre los designios o la voluntad «No quiero / mirar a los ojos al dios que creo la muerte de las cosas» como para no olvidar que la poesía constantemente está a punto de condenarnos. Y también hay luz y anhelo, esa nostalgia urgente que extiende todo el que vive en un Cautiverio, «Como si no temieras / ser robado por alguna estrella / o un ave dorada.» Y Como un clamor, o una súplica «ven ayúdame aléjate ven / abre de una vez por todas la jaula». El libro tiene fuerza, imágenes, lucidez, es un pequeño éxodo hacia el interior del lector. Camila Mardones emerge desde el Cautiverio y camina con muy buenos pasos en el sur de la poesía.