Por Milton Puga

Doctor en retiro

Lo digo sin una pizca de vanidad. Soy el más buscado. Quizá por los experimentos que realicé con los niños.

Mi vida no ha sido fácil. En cierta ocasión, para evitar que me reconocieran, me tuve que comer apresuradamente los extremos de mi bigote. No me atraparon, pero desde entonces tengo una bola de pelo obstruyéndome el intestino. He tenido que viajar constantemente y mis recursos han ido disminuyendo con el tiempo. En la vida todo tiene un precio. El silencio de los amigos también. Nunca antes padecí estas penurias. Provengo de una buena familia. Ahora Europa está lejos y las costumbres locales son muy desagradables. Aquí los hombres blancos tienen predilección por las mujeres de color. Incluso se casan. Proliferan los mestizos y a nadie le importa. Alguien debería ponerle remedio a esto. Yo soy médico, pero hace mucho que estoy retirado.

 

¡Qué pequeño es el mundo!

Estábamos en un templo. Era una iglesia protestante, arrendada provisionalmente a una pequeña comunidad asiática que celebraba allí una de sus festividades. Poco antes de la cuatro de la tarde irrumpió aquel hombre, blandiendo una espada tradicional japonesa. Acero bien templado. En medio de la confusión una mano pasó volando cerca de mí. Segundos después una mujer cubierta de sangre me tiró al piso y siguió corriendo hasta que logró salir. A mi lado había un hombre. Se veía muy mal. No se quejaba ni se movía. Entonces entró la policía. Rodearon al agresor y le explicaron sus derechos. Como insistía en agitar el sable, le lanzaron un chorro de gas mostaza en el rostro. Ya más tranquilo, declaró que había actuado “por razones personales”. Cuando lo introducían en un furgón para llevárselo, llegó el sacerdote católico que minutos después iba a oficiar un matrimonio interracial. Yo no podía quedarme. Había invitado a una amiga tunecina a comer en un restaurante hindú.

 

Más vale prevenir

Después de los últimos acontecimientos todos los ciudadanos responsables sabemos que el precio de la libertad es la eterna vigilancia. Yo vigilo a mi hija. Estrechamente. Hace poco su profesora jefe me citó para informarme que tendía a aislarse de sus compañeros y que se sentía incómoda cuando otras niñas hacían comentarios sobre algún muchacho. Otro día abandonó la sala de clases cuando se explicaba el uso del preservativo. Además insiste en usar faldas largas y ropa holgada, estimulando –con toda razón– las burlas de sus compañeros. Finalmente llegó al extremo de negarse a asistir al baile de graduación. Entonces decidí acudir a la policía. Vinieron una mañana muy temprano y allanaron su habitación. Incautaron su computador, sus libros y otros efectos personales. Una semana más tarde vinieron por ella. La evidencia estaba en su computador. Un ensayo que formaba parte de una tarea escolar. Trataba del suicidio. Ahora está detenida –con toda razón– en un recinto especial. No sé exactamente dónde. Se le acusa de instigar, conspirar y confabular para cometer un atentado suicida. Debería confesarlo todo. Pensando en ayudarla le sugerí a la policía que, durante los interrogatorios, la amenazaran diciéndole que si no reconocía sus crímenes, jamás nos volvería a ver. Ni a mí, ni a su madre ni a sus dos hermanitos. Se lo comenté a mi mujer. Me dijo que le parecía una completa locura. Quizá ella también forme parte de la red terrorista. Habrá que investigar.

Defensa propia

El juicio duró más de seis meses. El jurado deliberó durante cuatro semanas y demoró doce días en comunicar el veredicto. Ayer, pasadas las dos de la tarde, la declararon culpable. La sala del tribunal estaba repleta de gente. Ella se desplomó en su asiento, se puso muy pálida y no pudo contener el llanto. Al menos eso dice el diario. Podrían darle hasta treinta años. En el fondo, ella misma se lo buscó. Siempre defendía las causas perdidas. Contra viento y marea, siempre apostaba por la justicia. Generalmente perdía. Tuvo la mala ocurrencia de defender a un terrorista que pretendía dinamitar el palacio de gobierno, el aeropuerto internacional, la biblioteca, el congreso y las flamantes instalaciones de la televisión estatal. Al menos eso dice el diario. Finalmente la acusaron de recibir instrucciones de su pérfido cliente y hacerlas llegar a sus seguidores. La evidencia era demoledora. Videos de los encuentros con su defendido en la prisión. Después de recibir secretamente una declaración del acusado, ella se reunió con la prensa y se aseguró de que fuera difundida ampliamente. Era un ferviente llamado a terminar con la violencia y a edificar un mundo de hermanos férreamente unidos por la dulce argamasa del amor. La declaración era, en realidad, un mensaje en clave. Esto se comprobó luego, cuando una gigantesca explosión hizo volar por los aires la sede de la Corte Superior de Justicia, junto a sus preclaros tribunos. Hablo con conocimiento de causa. Yo soy su defendido.

 

Mártir

La ceremonia fue muy emocionante. Guardamos un minuto de silencio. La mayor parte de los asistentes llevaba flores y ositos de peluche para depositar junto a la placa recordatoria. En ella estaba inscrito el nombre del muchacho. Ahora todos lo conocen y lo recuerdan con veneración. Pero al comienzo no fue fácil identificarlo. Su torso apareció una semana después de la explosión y su cabeza mucho más tarde. Durante el homenaje, los jóvenes y las muchachas vestían poleras con la imagen del mártir y cubrían su rostro con gorros pasamontañas. La juventud no ha perdido ni una pizca de idealismo.

 

En la mira

 “Ni un paso atrás”. Éste es el nombre que la gente le ha dado a la nueva ley. Antes las personas estaban autorizadas para repeler una agresión sólo dentro de sus hogares, pero no en lugares públicos. Ahora, en cambio, cada vez que alguien se sienta amenazado –sea donde sea– ya no tendrá que retroceder. No importa si va conduciendo su auto, si viaja en Metro o si está en el estadio viendo un partido. A la menor provocación podrá responder. Ya basta de soportar impertinencias en la calle; no más merodeadores husmeando en nuestro jardín; se acabó la tolerancia con los patanes en los bares; no más piropos indecentes en plazas y parques; adiós a los niños impertinentes tocando timbres y escapando. Por fin la gente decente podrá defenderse y hacerse respetar. Con la nueva legislación todo el mundo estará mucho más seguro. Sólo hay que desenfundar y abrir fuego.

 

Reality

El escenario no podía ser más apropiado. Suaves colinas cubiertas de verdes prados. El edificio, de color blanco y moderno diseño, se encontraba al final de un sendero que ascendía por la pendiente. Era un paseo familiar muy frecuentado. En la entrada había varios matrimonios jóvenes con sus pequeños hijos. Todos habían sacado su número. Nosotros también. Las puertas se abrieron. El grupo que nos había precedido venía saliendo. Luego nos tocó el turno de entrar. Ingresamos y un funcionario muy amable nos condujo al auditorio. La mayoría ya conocía el camino. Se trataba de un espectáculo muy popular. Tomamos asiento y nos acomodamos. Algunos llevaban gaseosas y palomitas de maíz. Cuando la cortina se descorrió eran las 14:08. Todo el tiempo él mantuvo los ojos cerrados. En ningún momento miró a los espectadores. Cuando el color comenzó a desvanecerse de su rostro, alguien a mi lado comentó: “Demasiado apacible. Faltó acción.” Lo cierto es que yo también me sentí un poco decepcionado. Sólo hubo algunos estertores y jadeos. En realidad todo fue muy tranquilo. Cuesta aceptar que haya partido así, después de todo lo que hizo. A las 14:25 todo había terminado. Quizá la próxima ejecución resulte más emocionante.

 

Ver para creer

Ella siempre lleva un vestido negro de lino y el cabello tomado en un moño muy apretado. Él tiene el rostro demacrado y viste trajes que le quedan grandes. Antes de su conversión habían tenido tres hijos. Durante unas vacaciones en el extranjero conocieron a un santón que viajaba en un Rolls Royce, contaba chistes picantes y practicaba el más riguroso vegetarianismo. De inmediato vieron la luz. Avergonzados de haber estado sometidos por tanto tiempo a las perversiones de la cultura de la abundancia, renunciaron al consumo de proteína animal. Meses después ella dio a luz. Fue una señal. No cabía duda. Iban por el buen camino. Al pequeño lo llamaron Faqîr, en honor al maestro que los había redimido. A diferencia de sus hermanos mayores, que habían crecido en el error, Faqîr se benefició de la sabiduría adquirida recientemente por sus padres. Los padecimientos del alma inmortal residen en el tejido adiposo, les había revelado el gurú. Y para exaltar la espiritualidad hay que mortificar la carne. Cuando el pequeño Faqîr cumplió un año y medio pesaba seis kilogramos. El peso correspondiente a una criatura de cuatro meses. Sus padres lo habían logrado. Eran verdaderos creyentes.

 

Más sabe el diablo…

La debilidad es una provocación. Los jóvenes lo intuyen y los viejos lo sabemos. Por eso los expulsamos. Ahora sólo quedamos nosotros y ellas. Las mujeres. A los muchachos los fuimos abandonando en los caminos vecinales. Estaban aterrados. Y con razón. Sabían que jamás volverían a reunirse con su familia. Pero lo que más los angustiaba era la certeza de que estaban condenados. Nunca podrían alcanzar la salvación. Lo cierto es que este anhelo fue lo que motivó nuestra decisión. Habían comenzado a disputarnos las mujeres más jóvenes. Las buscaban, les sonreían, las invitaban a conversar a la sombra de los tilos. Estábamos en clara desventaja. No podíamos competir con ellos. Y la regla del fundador es muy estricta: “Ningún hombre será salvo a menos que despose a tres mujeres y tenga descendencia con ellas”. Es la única manera de poblar la tierra con gente devota. El fundador fue padre de trescientos cincuenta y seis justos después de derramar su semilla salvífica en el vientre de sus cincuenta esposas. A las autoridades les dijimos que nos vimos obligados a expulsar a los muchachos debido a su rebeldía y malas costumbres. Las muchachas, en cambio, son muy distintas. Hermosas, devotas y obedientes. Especialmente las más jóvenes.

 

El lobo feroz

En la madrugada un hombre fue atacado en el bosque. La mordida fue en el cuello. Un gesto rápido, limpio y muy efectivo. El gran Lobo Negro, presidente del Consejo, le  recordó a todos sus hermanos reunidos en asamblea que la mordida fatal sólo debía ser utilizada como último recurso. La responsabilidad recaía en una loba joven que tenía su madriguera cerca del lugar de los hechos. Ella se defendió diciendo que el hombre había llegado intempestivamente a las puertas de su hogar, había iluminado el interior con una potente linterna y había apuntado directamente a sus cachorros con su escopeta. El fiscal, encargado de formular los cargos contra la acusada, replicó en estos términos: “Éste es sólo el primer paso en una escalada inadmisible. Aquí no estamos hablando de un mero accidente. Aquí se ha atentado contra la vida de un mamífero semejante a nosotros; una especie hermana con la cual compartimos los dones de la creación. Exijo que de inmediato se ponga término a estos excesos inadmisibles.” En ese momento se inició un encendido debate entre los asistentes a la asamblea. Entretanto, el gran Lobo Negro contemplaba la escena con aire ausente. Estaba recordando la sentencia que en su infancia había escuchado del líder de la manada, un lobo viejo y sabio: “Homo homini lupus.”

 

Microfauna I

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 Milton Puga Reynolds

 Nacido el 25 de noviembre de 1960 en Rancagua, Chile. De profesión, Diseñador Gráfico.

En 1992 participó como diseñador asistente en la edición del libro Y Vio Dios Que Todo Era Bueno, proyecto  dirigido por el diseñador gráfico José Neira Délano para la Corporación Despertar.

De oficio, Publicista.

Con más de veinte años de experiencia en agencias de publicidad, donde se desempeñó como redactor creativo hasta noviembre de 2011.

Desde diciembre de 2011 reside en Temuco, donde se dedica a la consultoría en gestión de marca y estrategias de comunicación para instituciones y empresas.

El año 2012 realizó la corrección de estilo del libro Iglesias Andinas de Arica y Parinacota, para la edición en inglés presentada en el World Monuments Fund y en la Rizzoli Bookstore de Nueva York, el 3 y 4 de octubre, respectivamente (Andean Churches of Arica and Parinacota: The Traces of the Silver Route). Libro editado por Fundación Altiplano.

En marzo de 2013 realizó la traducción del francés al español de las Fichas Pedagógicas utilizadas en el programa de extensión “Classe Andalousie” del Instituto del Mundo Árabe, París, Francia; por encargo de Mme. Florence Langevin, en ese momento encargada de acciones culturales del Instituto.

De vocación, Lector que escribe.

Un libro publicado: Amanecer, Sudamericana, 2003; doce relatos de ficción.

También cultiva el microcuento.

Lector de poesía, narrativa y ensayo. Más allá de las diferencias de género, estas lecturas me han confirmado el hallazgo de una realidad sorprendente y muy rica, al reverso de la mirada habitual: la afirmación de que la realidad, al menos tratándose de las personas, se construye a partir del deseo y la imaginación.