Por José O. Paredes

No sueñe demasiado

De tanto pensarlo cómo hacerlo, perdió la vida. En el relato, no en la realidad. Había estado en que quería hacerlo y no. Y así se le pasó el tiempo y la vida, en el arte de caminar sin prisa.

Tuvo la hoja del cedro frente así; también la hoja de arroz y la pluma del ave en su madera. Era de un pavo real. Demasiado bello para ser cierto. Quiso volver los pasos, ya le era tarde. La perfección, la irracional prosecución de ésta, le jugó una mala pasada y por eso desapareció de la página. Encontraron en ella una lágrima roja en el centro del blanco; miraba al punto de la mira. Había preferido escribir una historia lata, pero le salió una breve, brevísima, relación de los hechos. Como el zumbido del dardo que da pleno en el centro del enigma, o del blanco. Se le dio demasiado en pensar en el final de la historia que el flechazo de la pluma, que estaba encantada, le dio medio a medio a ese sueño.

Coda final: Los sueños a veces se hacen realidad; no sueñe demasiado, termine su obra. Sin apuros, pero tampoco con mucho letargo; de ambas maneras le puede llevar a la sepultura.

 

Dialéctica

La riqueza es una enfermedad. La pobreza es una enfermedad. Axioma: ¿cómo salimos de este embrollo? Buena pregunta, dirá un incrédulo contradiciéndose. ‘Caminando y cantando’… Lo mataron. A quién. Al poeta brasileño: en su voz iba la esperanza, también la ejecutaron. La poesía no da pan; es cierto, pero alimenta la pena y la alegría y ayuda a cambiar… de alguna manera, misteriosa, nos hace mejores. Está claro: sin fe no llegamos a ningún lado. La fe no mueve nada… El dueño de la información mueve las montañas: se adueña de la verdad; es decir, le cambia el sentido y el valor al hecho noticioso llevando el agua a su molino. Saca el ‘hecho noticioso’ de su verosimilitud llevándolo más allá de su premisa, de su valor intrínseco, de su albur. He ahí el ‘valor’ de la manipulación: la distorsión de la noticia mirándola desde un espejo, a través de un prisma nebuloso. Por eso somos tan pobres. ‘Dí la verdad a cualquier precio’ fue el legado de Reich más que su teoría del orgón, y le cayó encima con todo su peso el libre mercado. Decir la verdad fue el legado de tantos otros que lo antecedieron. Todos terminaron en la locura, en la hoguera o bebiéndose el vaso de cicuta azuzados por el pueblo. Piedras blancas, piedras negras; era el voto de los griegos. ‘Piedra de sol’. En ese mapa astrológico está la verdad que fue asaltada por los dueños de la cruz, el diario, el noticiero televisivo y radial o en la red que también atrapa y distorsiona la visión sacándola del contexto, para llevar agua a los molinos de la desinformación. No hay salida; pobre de nosotros, los simples, los corderos, los que miramos desde la vereda del frente hacia el manicomio.

Coda final: Habrá escapatoria, en su momento, cuando cambien las condiciones subjetivas.

 

Signo vital

Un cuento tiene que dar vida para que sea cierto. Cómo llegamos a ser ‘el creador’ es otra historia. Es algo que hay que tener muy en cuenta. No es llegar y serlo; piénselo bien porque hay que tener mucho camino recorrido para iluminarse con la primera línea, o con un final no esperado. Cuando le llegue ese don, puede empezar a pensar en poner la primera piedra del cimiento; pero antes tiene que pensar en la estructura. En todo lo que hacemos el contenido va ligado a la forma. La miel viene de la belleza de las abejas, de su incansable trabajo. Para que llegue a ser lo que es, sin embargo, tiene que hacer una buena labor el que planta y quien cosecha, el dueño de la colmena. Si se fija, el resultado es la labor de los elementos mancomunados. El que planta y cuida los huertos; los seres que polinizan; las madres que riegan el jardín; y todos los que tienen que ver en el asunto que nos ocupa: el dar vida, regocijo, energía. Todo ello nos lleva a obtener la dulce sustancia de la tierra que trabajamos como las madres la crianza de sus hijos. Así es el nacimiento de la vida, o de una bella historia.

Coda final: Cuando un cuento no da vida, mata. No olvidemos a Huidobro con su profecía, por ningún motivo.

 

Si no da vida, mata

Ningún cuento es pequeño o largo. Si es cuento, no importa el porte que tenga; bien lo saben los que aman sin necesidad de que el sujeto del amor sea ‘pequeño’ o ‘grande’. Tampoco les importa el medio; en este caso es más importante el fin. Lea a Maquiavelo al respecto, si quiere ser más preciso en la enseñanza o en su oficio de escriba a un paso – en falso –  de ser escribano.

Coda final: Más vale un cuento verdadero – pequeño o grande –  en la mano, que cien volando.

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Silver Spring, agosto 2014