Por Juan Mihovilovich

 “Nunca había vivido con un niño y prefería observarlo a intentar conversar con él…” (Gansos, pág. 58)

La narrativa de Juan Pablo Roncone sorprende de entrada; y se trata de una grata sorpresa en el, a veces, alicaído universo literario nacional.  Premunido de una prosa ágil y desenvuelta, los cuentos de este libro se mueven con una destreza técnica inusual, sin perjuicio de tratarse de una obra innovativa, llena de giros inesperados, así se trate de situaciones que lindan en ritmos cadenciosos y sugerentes (el extraordinario Gansos, por ejemplo, o La muerte de Raimundo) o de aquellas que exploran las alternancias del espacio y del tiempo a través de un subjetivismo estremecedor (Muerte del canguro o Cazador de patos).

Bastaría centrarnos en Gansos para dimensionar la extraordinaria calidad de este libro.  Un joven se desliza hacia un pasado-presente,  que tiene forma y apariencia de lluvias al sur de Chile, en una isla frente a Calbuco,  para  encontrarse con un padre que desconoce y está al borde de la muerte.  El abandono se produjo a los tres años y nunca más, ni la madre ni el hijo supieron de aquél.  Salvo ahora, en que su imagen distorsionada por un recuerdo casi inexistente regresa para un rencuentro póstumo. Un, quizás, tardío arrepentimiento de quien anhela acceder al cielo o a esa otra dimensión donde los pecados humanos sean perdonados, hace que el padre clame por el hijo.  Y éste, entre titubeos accede.  Pero su descenso  hasta la isla  es un viaje que reproducirá una historia conocida.  La violencia implícita sobre  quien cuida al anciano asistida por su hijo pequeño es ejercida por otro padre ausente y que reaparece de tarde en tarde.  Ese es uno de los señuelos, otro truco del destino para hacer que el personaje deambule por un mes sin subir al segundo piso, donde el moribundo yace y espera.  Se trata de un texto que sacude las vísceras, que transporta la humanidad hacia el dolor de existir en soledad y en soledad se hermana con aquél hijo circunstancial que crece a la vera de la mujer y cuya imagen reproduce la propia. 

Y luego, La muerte de Raimundo, una narración que encubre un cuasidelito atroz y que el personaje altera de tal modo que el deceso de Raimundo parece un accidente personal.  La culpa luego, el remordimiento y ese sentido de  mitigar el hecho mimetizándose con la madre de Raimundo, como si intentara ser un poco el hijo perdido y suplantado, así se trate de circunstancias que se cruzan y no alcancen siquiera a rozarse.  Ese dolor que ella lleva en el alma se matiza con la cercanía del personaje, pero es una aproximación entristecida que apenas rasguña el sufrimiento y por más que se dilate,  resulta insuficiente para atenuarlo.

O Bien, el drama oculto en el suicidio de Antonio en el cuento que da nombre al libro, Hermano Ciervo, un relato también de menciones transpuestas (una de las características de la narrativa de Roncone).  Una suerte de asfixia ambiental respecto de quienes asumen el rol dolido de una sexualidad discriminada o que, al menos, termina siendo aislada y subterránea.  Un texto que sobrecoge por el angustioso destierro de quien ya ha muerto y que, no obstante ello, se presenta como el aguijón de una conciencia social adormecida. Una vida que podía “salpicar a la familia que se estaba construyendo.”  Una existencia que debía continuar tras bambalinas, en tanto se forjaba un desenlace triste y previsible, casi.  Un cuento, en suma, perfecto en su estructura, y que respecto a su contenido reproduce el desconocimiento absoluto que solemos tener respecto de quienes nos rodean y a quienes decimos querer, cálculo y distancia de por medio.

En fin, luego El Hijo de mi peluquero, Hombres que caminan solos junto al mar y Niños, conforman este Octaedro narrativo de excepción y que al lector corresponde escudriñar por sí mismo.

Un libro meritorio que es preciso leer hoy.  Ahora.  Que nos invita a surcar páginas atrevidas y llenas de personajes que parecen extraídos de una atmósfera irreal, pero que son y existen, que están al lado nuestro y que Juan Pablo Roncone se encarga de mostrarnos con una delicadeza que a ratos conmueve, que a ratos nos deja sumidos en la perplejidad y casi siempre nos inunda del sentido o sin sentido del abandono, sin que esa piedad natural que atraviesa los textos entre líneas deje de sacudirnos y advertirnos, no sabemos muy bien de qué, salvo del hecho de existir.  Y eso es más que suficiente. 

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Hermano Ciervo

Autor: Juan Pablo Roncone.

Cuentos. 128 páginas.

Editorial Libros del laurel 2014.