Por Fernando Jerez
¿Qué lleva a cierta gente, específicamente a la juventud que dispone de todo el tiempo para sacar provecho de su vida a sacrificarse por los demás? ¿Qué los lleva a ejecutar acciones que ante la visión normal de la gente asoman como actos demenciales?
¿Sustentando decisiones que no logra entender la mayoría inmensa que traza planes tendientes a conseguir hazañas prácticas, alguna notoriedad o al menos, una vida sin sobresaltos, dulce y pacífica?
Pero el transcurso de la vida juega algunas malas pasadas y el destino plantea a ciertos elegidos definiciones irrenunciables. Una oportunidad para la manifestación del temple y la calidad humana de esas personas predestinadas a marcar la gran historia, o el episodio sencillo protagonizado a diario por gente anónima que contribuye a sostener la fe en el ser humano. En lo doméstico, a puertas cerradas y en silencio, esto sucede con frecuencia. En la contingencia histórica, en cambio, las decisiones que se adoptan conducen a consecuencias dramáticas que afectan a gran parte de las sociedad. Períodos críticos cuyos ecos de vez en cuando vuelven a oírse con fuerza.
Un 19 de setiembre, el presidente José Manuel Balmaceda, víctima del asedio y la conspiración se suicida luego de escribir cartas a su familia y algunas amistades.
En el mismo mes de setiembre, un mes asociado a la independencia y a la libertad, y que nos trae la alegre primavera, se suicida otro presidente, Salvador Allende, instantes después de pronunciar entre el ruido de las balas traidoras, un discurso memorable.
Ya todos sabemos lo que siguió por 17 años, a lo menos.
Acontecimientos que marcan el destino de los pueblos y de quienes han sobrevivido a la tragedia. Pero quedan los rencores, los lavados de culpas con un simple perdón, y todo eso. Sin expiación.
En los años posteriores al 11 de setiembre, ahora todo el mundo lo sabe con certeza, ciertos ciudadanos dan la cara al destino o al azar maldito que brinda la omnipotencia de las armas. De pronto, el escenario se ve poblado de personajes inauditos. Por ejemplo, quien había sido un buen soldado, o el vecino intachable, admirado como buen padre, amante esposo y devoto de sus hijos, de la noche a la mañana siente que lleva en lo profundo a una bestia tan feroz que incluso se atemoriza de si mismo. Ahora, al lavarse las manos, el jabón escurre por los dedos de un torturador que ha descubierto el placer de practicar una nueva y execrable vocación. El compatriota, de intachable conducta anterior, el caín reencarnado, arma sus equipos de persecución, de exilio, de exoneraciones, y muertes. Y aplaude a un gobierno dictatorial que cree en la eternidad de su poder, y que va a la iglesia a comulgar vestido de gala para que Dios le guarde respeto y se sume a su cruzada de higienizar el país.
Lejos de Santiago, un grupo de campesinos recibía con consternación la noticia del golpe militar. Habían alcanzado cierta dignidad durante el gobierno de Salvador Allende trabajando unas enormes extensiones de campos expropiados por el Estado. Entre quienes declaraban ser dueños de esas tierras algunos ni siquiera poseían títulos de dominio y nadie sabía cómo se las habían agenciado. Los trabajadores habían desarrollado allí, junto a varios jóvenes colaboradores, un proyecto productivo que identificaban con el nombre de Complejo Forestal y Maderero Panguipulli. Recibida la nefasta noticia, la comunidad del complejo maderero resuelve dirigirse a Neltume, a tomarse el cuartel de carabineros y exigir a sus efectivos que se sumen a ellos en el esfuerzo por defender al gobierno popular. Por respuesta, reciben balas. Al cabo, la operación fracasa. La crónica cuenta que en el interior del cuartel había mujeres y niños emparentados con los carabineros. Una retirada ética, como se diría hoy.
Las consecuencias del hecho, más bien, lo que ocurrió con quienes intervinieron en la intentona, trabajadores y muchachos muy jóvenes, es la fuente de la que se nutre Rubén González para escribir los 12 relatos que conforman este libro.
El lector, habrá de sentir las penosas vicisitudes de los guerrilleros a través de su retirada a la montaña, elegida como el sitio ideal para rearmarse, y ocultarse de los efectivos desplegados por el ejército con la misión de exterminarlos. Pero no resulta fácil movilizarse en la agresiva montaña, llena de trampas y donde crece una selva enmarañada. Los prófugos todavía sueñan con cambiar el estado de cosas que acaba de asentarse en la moneda bombardeada, y sus ideales se fortalecen a pesar de las necesidades rutinarias que los exponen a peligros extremos: necesitan comida, necesitan medicinas para sobrevivir en la montaña, fuerza espiritual y armas para enfrentar a los piquetes del ejército que van a la caza de ellos. Limitaciones que con el tiempo no impiden la llegada subrepticia a la región, de exiliados ansiosos de sumarse a la lucha.
Muy poco ha trascendido lo que ocurrió después del golpe en el sur de Chile, en este caso en la pre cordillera de Valdivia y su agreste montaña. El libro de Rubén viene a revivir aquel hecho extraordinario que cuarenta años después, y cuantificada la superioridad feroz del régimen militar, nos parece la hazaña delirante de un grupo guerrillero que soñaba, no me cabe la menor duda, con un mundo mejor.
El lector habrá de sumarse a las largas caminatas de los guerrilleros, a su esfuerzo y agotamiento, entre ríos y lagos y, en medio de un paisaje tupido y maravilloso. Buscará dónde establecer un refugio, como defenderse de la lluvia y el frío. Bajará a los pueblos en busca de alimentos, eludirá inminentes capturas. Los fusilamientos acechan.
Se trata de un libro cuya acción es difícil de traspasar a otros lectores porque el encanto de lo narrado no reside en un anecdotario espectacular ni falsificado sino en las palabras que en el transcurso de la lectura van encadenando significados, y construyendo el paisaje físico y espiritual de los personajes que viven los momentos más trascendentales de sus vidas.
La lectura de este libro nos trae a la memoria dos símiles con el movimiento que se gesta en Neltume. Ellos son: la guerra de guerrillas en la montañas de Sierra Maestra, en Cuba, y el movimiento sandinista en Nicaragua, uno de cuyos episodios queda plasmado en “La montaña es más que una estepa verde”, el magnífico libro de Omar Cabezas. En esta otra montaña, la montaña rebelde, de Rubén González, no encontraremos peroratas, ni grandes discursos ni loas doctrinarias. El libro es la fotografía de un acto de resistencia al golpe de Estado que intentaba apagar la gran efervescencia popular y extinguir las reivindicaciones populares que demandaban reformas sociales y políticas.
Toda violencia es nefasta. Creo que pocos aman la violencia. Sin embargo, el mundo está hecho de violencia y de hombres imperfectos.
En el libro, los muchachos que se proponen tomar el control del retén Neltume, o que acopian dinero asaltando bancos recurren a la violencia en una sociedad que define a la violencia solo como aquella que causa lesiones físicas, o que culmina con el cese de la vida, no se ocupa de la otra violencia, de aquella que reside en los actos de fuerza silenciosa e hipócrita que cometemos las personas naturales y los grandes conglomerados económicos que ejercen su superioridad abusando el más fuerte del más débil.
Con todo, Rubén González no intenta definiciones morales, el bíblico sermón de la montaña está muy lejos de La montaña rebelde. El sacrificio de los hombres de Neltume, y de los hombres que regresaron al país subrepticiamente para sumar voluntades y el trágico destino de los guerrilleros que fueran fusilados en Valdivia abren la memoria a un escenario cuyas condiciones de vida antes del gobierno de Salvador Allende, sobre todo en el campo, eran de una precariedad que no imaginamos hoy día.
El mérito de poner en un libro, es decir, en la memoria del país, los hechos de Neltume, lo lleva a cabo Rubén valiéndose de doce cuentos que más bien parecen encadenar una novela cuyo eje conductor es la montaña. Se trata de textos que, además, presentan el atractivo de un lenguaje sencillo y eficaz para conducirnos por los vericuetos de la selva cordillerana en una época en que los sueños sufrieron el peor de los atracos.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…