Aldo Astete Cuadra (1978, Panguipulli-Chile) Profesor E.G.B. Magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea (c). Ha publicado Ensoñaciones 2009 (poemario-autoedición). Antología Poetas y Escritores de Quellón 2010. Lira Popular Crónicas de la Comarca de Quellón 2010. Cuaderna Vía revista literaria (ACHE) 2011 y Mente Suicida y Otras Muertes Narrativa, Editorial Cinosargo 2012. Editor del blog Chile del Terror. Director y editor de la revista Ominous Tales.
Maldita luz
Bajé por el callejón oscuro con la intención de comprar cigarrillos y a medio camino me sorprendió una luz potente que por breves segundos iluminó todo. Inmediatamente miré al cielo, para ver alguna formación nubosa que fuera la causante de un relámpago, pero estaba insólitamente estrellado. Continué caminando pensativo, ensimismado.
En el almacén, pese a conocer hace años a la señora Lucerina y ser amable con ella, sentí distancia en sus palabras además de frialdad y repugnancia hacia mi persona. De regreso en el callejón, continué taciturno intentando determinar el origen de la luz, ¿si no era un relámpago, qué podría ser?, pero cada idea era más absurda que la anterior.
Al ingresar al living le conté de inmediato a mi esposa. Ella absorta en la televisión, no me prestó atención, pese a que nada se veía en ese aparato, sólo interferencia. Me situé en frente para ofrecerle un cigarro, pero fue ahí la gran conmoción, me miró con ojos desencajados, gritando despavorida. Intenté acercarme y controlar lo que fuera que estuviera sucediendo, no obstante esto la descolocó aún más, profiriendo nuevos gritos y lanzándome a quemarropa un cenicero de concha de loco que rozó mi cabeza y dio estrepitosamente contra el espejo del buró. Increíblemente el reflejo de aquel espejo astillado me devolvía la horrenda imagen de un hombre viejo, desaseado, con la cabeza sangrante. Pese a estar seguro de encontrarme parado ahí, en medio de la habitación, el reflejo deformado era de otro. Ahora yo me unía a los gritos desesperados de mi mujer y escapé hacia los cerros.
Hace mucho tiempo que no regreso, habito en los bosques y de vez en cuando veo el rostro de otro reflejado en el agua y me asusto, no logro acostumbrarme. Estoy seguro que esto se debe a esa maldita luz.
Calor nocturno
Lo recuerdo claramente. El calor extremo provocó que las personas poblaran plazas y parques hasta altas horas de la noche, huyendo del estío. Los niños jugábamos entre las sombras en pantalón corto y polera, sudando como si estuviéramos bajo el sol. Mientras más nos acercábamos a la media noche, más ascendía el termómetro.
En las esquinas se agrupaban personas con guitarras, panderos y megáfonos, llamando al arrepentimiento inmediato y sincero, pues para ellos el calor nocturno era una clara señal divina de que todo lo conocido llegaba a su fin. Sin embargo, detrás de los cerros, más allá del río, se observaban arreboles rojos, violetas y naranjas; seguro —intuíamos— el calor venía de ahí.
Hoy acudió el recuerdo apenas la temperatura fue elevándose con el avance de la noche. En el horizonte, los mismos arreboles alumbran el cielo nocturno. No obstante, esta vez nadie sale de sus hogares, las personas se ocultan, pues saben que no se trata de un incendio forestal. Ahora la preocupación y el temor tienen directa relación con señales apocalípticas. El fin está cerca, ya nadie lo duda.
El calor viene de todos lados, lo observo en el horizonte, más allá del mar…
Café Ánima
Todas las tardes la observaba sentada en la misma mesa con una taza de café que apenas probaba. Esta escena se reiteraba invariablemente. La soledad, la tristeza que su rostro reflejaba, y los 30 minutos que permanecía sin moverse mayormente, con la mirada perdida en el asiento de en frente, hasta pedir la cuenta y salir cabizbaja por la mampara vidriada. Al observarla detenidamente una sensación nostalgia y embelesamiento le sobrevenía, no sólo por su belleza, sino por su melancolía y por otras razones que aún no lograba descifrar. Algo había en su rostro que le era familiar, una intimidad que tendía a transformarse en un deja vu del que no quería escapar.
En una ocasión intentó acercársele, pero por razones que desconocía, una fuerza superior le impidió moverse de su asiento, en el rincón más apartado del café, al que sólo se acercaban escritores que intentaban pasar desapercibidos y no figurar junto a los escaparates bellamente adornados del café «Ánima».
Transcurrieron tres días en que el café pareció perder todo su encanto sofisticado y su misterio aromático. Aquella misteriosa mujer había dejado de asistir a la diaria cita acostumbrada. Tampoco logró preguntar por ella, pues las palabras se agolpaban en su boca, no pudiendo salir oportunamente. Al cuarto día la vio ingresar, etérea, a través de la mampara.
Lo distinguió apenas puso un pie al interior del café. Una prístina sonrisa le devolvió a aquel déjà vu, sumándose esta vez recuerdos y sentimientos que le atormentaban mientras Cloe avanzaba entre las mesas, sin ser atendida por los clientes que hablaban y bebían ensimismados en sus mundos personales.
Al saludarlo, él supo ipso facto quién era y lo que había ocurrido, ahora comprendía esa misteriosa conexión. «Luego del accidente no supe qué hacer amor, quedé devastada, sólo vine como todas las tardes a sentarme en la misma mesa en que acostumbrábamos resumir el día el uno para el otro. Fueron semanas agobiantes que se sucedieron sin entender tu partida. No comprendía por qué no morimos ambos en el accidente, qué había funcionado mal. Te prometo que mi devastación fue total, pero venir a este café me dio fuerzas, logrando sentir de un modo u otro tu presencia. Hace días supe qué hacer y lo hice, el gas licuado es un asesino certero e indoloro, y ahora estoy aquí, en nuestro lugar, junto a ti. Quién podría cuestionar mi decisión, a quién se le ocurriría siquiera pensar que me equivoqué al dar el paso más importante en mi vida y que este me pusiera a tu mismo nivel» Todo esto fue dicho con una simpatía enorme que no merecía reparos.
Ahora ese rincón es el más concurrido, ellos están siempre rodeados de personas que no conocen, pero que disfrutan de lo mejor de la vida, así como ellos hacen con lo mejor de la eternidad.
La voz de Carlos Coraila
¡Carlos…! ¡Carlos Coraila despierta! Regresa, ya es hora de que vuelvas… ¿sientes miedo? , pues lo peor está por venir, ¡Carlos Coraila!, regresa a la realidad, ¡despierta!
Bien, reacciona, abre los ojos. Sí…, sé que aún no te puedes mover y que además no puedes ver. Tampoco sientes tu cuerpo ¿cierto? Bueno, ya lo sentirás y tendrás que exigirle como nunca antes lo hiciste. Carlos Coraila, sé que temes oírme y que nada bueno sucede cuando te hablo, pero créeme, si no despiertas del todo esto se pondrá peor.
Eso…, mueve las manos, inténtalo, inicia por tus dedos. ¿Te duele la cabeza? Despierta Carlos Coraila, lo peor está aún por venir.
Te preguntarás en qué lugar estás, a dónde te ha llevado mi influencia, seré sincero contigo… estás en la morgue… sobre una mesa de disección.
¿Quieres escapar? No me extraña, a tu lado hay un par de cuerpos que, como tú, esperan la autopsia. Así está bien… inténtalo, al menos tú puedes.
¿Sientes la fría baldosa en tu enorme y asquerosa espalda? ¿Sientes la desnudes vergonzosa de tu hinchado y amorfo cuerpo? ¡Carlos Coraila!, vamos escapa, huye de este lugar. Eso, ya estás moviendo las manos, ahora intenta mover los pies, debes ponerte de pie y marcharte.
Imbécil, te has caído… ¿te dolió? debiste hacerme caso y esperar mover bien las piernas antes de intentar pararte. Arrástrate maldito obeso… eso… continúa arrastrándote como el gusano inmundo que eres, huye hacia la luz, porque imagino ¿puedes verla no? Sí… es por aquella pequeña ventana que tendrás que salir, o creerás que la puerta de la morgue está abierta. Ahora qué puedes gritar… desgarra tu garganta haciéndolo… nadie vendrá por ti, a nadie le interesas, quién podría sentir afecto por una bola de sebo… nadie Coraila, nadie.
Bien ahora que estás de pie quiebra el vidrio, sal por la ventana, escapa de tu muerte, de mi voz… muévete, ¡qué esperas! ¿Te cortaste la mano?, eso no es nada, espera a ver cómo quedarás si es que sales por el ventanuco. Esto es muy divertido, grita todo lo que quieras, nadie viene al cementerio a esta hora de la madrugada, sólo conseguirás que el nochero te de un tiro al confundirte con un alma en pena.
¿No entras? Tu horrendo cuerpo no cabe en el agujero, has fuerza mierda, mueve tus piernas, gírate… Bien, ya tienes la mitad del cuerpo fuera, ya estás respirando aire puro otra vez, te duele tu panza, te lastimaste la grasa recubierta en piel, cerdo de mierda, ¿hasta cuándo comerás por tres, cuándo dejarás de hartarte con pan?
Parece que no lo lograrás…, que gracioso eres… continúa gritando, ya ves, nadie ha venido por ti, nadie vendrá tampoco, estamos solos tú y yo, como siempre o acaso alguien se preocupa de hablarte todo el tiempo, nadie Coraila, sólo yo Carlos Coraila, sólo yo…
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…