En entrevista con Victoria Ramírez, la destacada escritora habla sobre su última novela, la hegemonía de lo masculino y el “aburguesamiento de la Concertación”.

Por Victoria Ramírez

A pocos meses de lanzar Fuerzas especiales, su última novela, Diamela Eltit (1949) sigue sorprendiendo a sus lectores. La marginalidad y el cuerpo, temáticas que cruzan la totalidad de su obra, vuelven a estar presentes. Sin embargo, esta vez lo hacen desde una población asediada por la violencia policial. Junto al reconocimiento del medio nacional, Eltit es hoy una de las voces chilenas consagradas internacionalmente. A 40 años del golpe cree que la Concertación se ha aburguesado, que la hegemonía masculina todavía es reproducida en las letras y que las elecciones de noviembre quedan en manos de la juventud.

 

En Fuerzas especiales se habla de sujetos desagregados, que constantemente viven escasez económica y se sienten a la deriva. ¿Por qué le interesa retratar a ese tipo de personajes y cómo se acerca a ellos?

Todos estos sujetos son subproletariado, no están en las redes de organización oficial. Hay recientemente una población que está trabajando en los bordes del ilegalismo, es una realidad. Las cárceles no dan más, no son capaces de contener la cantidad de sujetos que viven en distintas intensidades, en formas consideradas fuera de la ley. Esa misma ley es la que produce desagregación en grupos familiares enormes que establecen otros códigos para poder sobrevivir. A mí me interesa eso porque creo que se ve en todas partes del mundo. Este sistema socioeconómico produce esa desagregación. Es algo que nos rodea y la pregunta es por qué crecen esos mundos. En Chile podemos pensar en la desigualdad. Puedo llegar a esos mundos porque yo llego no desde la sociología, sino desde la ficción. Fue tenso hacer la novela, construirla, pensarla, llegar a conocer los personajes, pero son opciones.

 

Considerando que la mujer se ha asociado a un tipo de literatura rosa y que convivimos en una sociedad machista, ¿Cómo cree que ha variado la participación de las escritoras en estos últimos años? ¿Cree que se han abierto espacios?

 

Creo que desde el siglo XX hubo una incorporación de la mujer a la letra por una serie de factores sociales. En los años 60 se produjo un boom de escritura de mujeres ligada a los dilemas de lo femenino. Si se separaban o no, si querían o no al marido, si tenían o no un amante, si perdonaban una infidelidad. Todo estaba asociado al sentimentalismo común relacionado a la maternidad y la pareja. Si bien las mujeres escribían con estereotipos, los hombres también. Sin embargo, a los hombres con novelas bien deficientes se los integraba al canon. Yo no creo que sea un problema de las escritoras, sino más bien de la superficie social. Es un problema cultural, complejo, profundo. Las que más llegaron a los discursos públicos fueron las periodistas, que consiguieron espacios. Pero ellas les dieron toda la palabra a los hombres, son mediadoras. Es sorprendente, porque no es un tema de escritura, hay un problema cultural donde el espacio se lidera por lo masculino y las mujeres duplican esa ordenanza.

 

En esta reproducción de hegemonía masculina en la sociedad y la literatura ¿Cree que hay algún mecanismo para irrumpir en este orden?

El punto es cómo se establece la mujer escritora frente a su discurso literario. Qué le preguntan en general a las mujeres, sobre todo en los suplementos de mujer de El Mercurio, La Tercera, Las Últimas Noticias: cómo ha sido para usted ser madre, cómo compatibilizó su maternidad con su trabajo. Yo no he visto que le pregunten a un hombre cuando lo entrevistan “cuéntame, cómo ha sido su relación con los hijos”, “cómo se sintieron porque su papá escribía”. Las mujeres caen redondas y lo peor es que comienzan a hablar de eso. No se dan cuenta que es un discurso para domesticarlas y para dejarlas en un plano subsidiario. Yo no tengo problema de hablar de mi familia si todos hablamos de nuestras familias. Yo creo que las mujeres no tienen bien elaborado el discurso público porque hay una tecnología para capturarlas en lugares domésticos. Es hora de que la mujer madure, que entienda que tiene que establecer un discurso cultural porque cae en ese juego de lo femenino que es un discurso que la liquida. Creo que hay pocas mujeres que hablan de mujeres y la mayor parte de hombres hablan de hombres. Así se consolidan los espacios literarios. No basta ser mujer para que me interese lo que escriben las mujeres, pero hay hombres que tampoco me resultan interesantes. No se trata de establecer guerra de sexos, sino de subjetividades y democracias.

 

 “La izquierda se aburguesó y hay que reestructurarla”

 

En relación a los últimos años de gobierno y los veinte años de Concertación anteriores ¿Qué rol cree que ha jugado la izquierda durante este período?

Estuvieron en una cosa muy complicada, muy negativa y favorable a la derecha. Por eso tenemos nuevos candidatos ahora, hay una atomización. Hubo un aburguesamiento de la izquierda, sobre todo de sus parlamentarios. Ellos están bien jodidos, porque ya perdieron el afecto y lo necesitan para las elecciones. Creo que la izquierda se aburguesó y rápidamente hay que reestructurarla. Tiene que haber una asamblea constituyente para renovar estas líneas burocráticas. Y cuando hablo de aburguesamiento no hablo de los viejos, hablo también de los que entraron. A mí me parece curioso que gente de izquierda viva en La Dehesa, eso no es representativo. No es resentimiento social, sino que yo le veo sentido al territorio. Ser de izquierda es tener una cultura y eso pasa por el territorio, pasa por con quién te juntas, con quién veraneas, dónde viajas, por qué viajas.

 

El hecho de que existan nueve candidatos y que se presente esta izquierda fragmentada ¿Lo ve como una proyección positiva?

Yo creo que es normal con todo lo que ha pasado. La responsabilidad de este Estado lo tiene el consenso militaroide de la Concertación. Si una Concertación más móvil, con una izquierda más activa, más genuina, menos acomodada, hubiese transitado estos 20 años como debía no habría ocurrido esta fragmentación. Pero como no fue así, lo que está pasando es fiel reflejo de la realidad. Parisi es completamente estrambótico, francamente no sé qué representa. Pero está bien, no digo que esté mal,  pero esto es lo que generó la derecha y la Concertación. Lo que a mí me parece fundamental es cambiar la Constitución. Si Pinochet hizo su Constitución mediante plebiscito, cómo nosotros no vamos a ser capaces de convocar a un plebiscito para cambiar la Constitución. Eso sí que me parecería gravísimo. Sigo pensando en los oprimidos, en que las mujeres hagan su tarea con lucidez, que piensen.

 

Y en ese sentido ¿Qué responsabilidad le otorga al movimiento estudiantil? Pensando también en las próximas elecciones y proyectándolo hacia un nuevo gobierno.

Siempre hubo demandas estudiantiles poderosas y vanguardistas. Lo que ocurre es que esas demandas por algún motivo no prendieron, salvo el 2006 con los pingüinos. Ahí se produjo un hito porque encontraron una metodología: la asociación de todos. Llegaron todos al mismo acuerdo y utilizaron voceros. El 2006 presagió el 2011. Pero el gran elemento fue la salida de Piñera, porque no hubo cooptación, no había algo que afirmara al gobierno. Habrá que ver cómo evolucionan los movimientos, no solamente el estudiantil, sino que por educación, salud, género, aborto. El aborto tiene que estar en el panorama de responsabilidad pública con la salud de las mujeres.  Veamos cómo los militares, la iglesia, el capital y los partidos políticos se comportan frente a la emergencia joven, si los transforman en viejos. A mí me parece bien un diputado de 23 años, no hay edades. El punto es si están en un sistema que les permita desplegarse. El binominal a mí me da mala espina. Hay que ver qué pasa con los jóvenes y el binomalismo. Es un riesgo y tienen que ver cómo van a salir de esa aventura.

 

 “Yo no creo que un escritor se haga en un taller literario”

 

Volviendo a lo literario. En un contexto social en que la sociedad chilena se mueve a la opresión y segregación de las clases bajas ¿Qué rol cree que deben jugar los escritores, los intelectuales, los artistas?

El rol que tienen que interpretar los escritores es escribir. Ahora, si alguien como ciudadano que además escribe libros quiere tener una voz “x” lo puede hacer. Pero si alguien no quiere, pues no quiere, porque la función es exponer los libros. Yo creo que la gente debe hacer lo que quiera. La obligación de un escritor es escribir libros. Ahora, si tiene una mirada inquieta va a ser siempre interesante esa palabra porque ha pasado por procesos.

 

Los talleres literarios –desde Donoso en adelante- se han convertido en un espacio ineludible para aquellos que desean iniciar una carrera de escritor. Incluso mucho más que carreras de literatura creativa, ¿a qué cree que obedece este fenómeno?

Tiene que ver sobre todo con generar una comunidad, porque a veces la gente escribe desde distintos lugares, no solamente desde una carrera de literatura donde puedes tener una mejor interlocución. Yo no creo que un escritor se haga en un taller literario, se hace solo o no se hace. Se debe a su ímpetu y a su imaginario. Entonces eso obedece a la necesidad de tener una comunidad desde la cual hablar los textos que se producen.

 

Por último, ¿en qué proyectos está hoy?

Yo pienso la literatura como una visita, tengo que esperar que llegue. Estoy investigando sobre emancipación y mujer. Voy a Nueva York porque dirijo talleres literarios en la Universidad de Nueva York, desde septiembre a diciembre. Tengo artículos y trabajos, el problema es que yo pensaba que ser escritora era algo bien libre, que tú escribías cuando querías. Pero en verdad yo paso escribiendo, si no escribo libros estoy escribiendo un artículo o una presentación. Siempre estoy muy inundada por la periferia de la escritura.

 

En: Revista Intemperie