Por Diego Muñoz Valenzuela

Desde dónde habla el autor

No puede referirse este libro -con tan significativo y hermoso título- fuera del contexto que lo originó: la lucha llevada a cabo por el movimiento estudiantil en 2011 –con tanto impacto- por una educación pública de calidad. Y tampoco pueden olvidarse otros antecedentes relevantes como la revolución pingüina de 2006, y la recuperación de la democracia contra la dictadura de Pinochet, que forma parte del continuum de las luchas sociales en Chile y el mundo.

El país que soñamos es una excelente e informativa crónica sobre la historia del movimiento estudiantil de 2011, pero al mismo tiempo es mucho más, ya que avizora y describe un futuro por construir. Esta nueva epopeya se inserta en la larga marcha de la humanidad por promover la justicia social y la participación de las personas en las decisiones de sus gobernantes.

Esta crónica permite conocer por dentro este proceso, llevado a cabo con tanta madurez e inteligencia por los jóvenes líderes estudiantiles, que fueron creciendo al ritmo y necesidades de la lucha. Se destacan aquí –como elementos movilizadores- los valores fundamentales que alimentaron las esperanzas y energías de decenas de miles de jóvenes y ciudadanos chilenos:

  • La sensibilidad ante la enorme inequidad que produce nuestra sociedad ultra neoliberal
  • La unidad y participación como claves para transmitir esta sensibilidad en un país donde la libertad de expresión no tiene cabida (por el control que ejercen los propietarios de los medios de comunicación) y donde se han entronizado en forma muy extendida los paradigmas del mercado neoliberal.
  • El extremo individualismo y el consumismo instaurados en la dictadura, y luego fortalecidos debido al continuismo de sus políticas en el periodo democrático.

El tipo de sociedad en que vivimos

Mucho cuesta que se escuchen las demandas de los ciudadanos conscientes cuando los políticos –para proteger su poder y propia conveniencia- se hacen los sordos. Más aún, cuando se tergiversan sus demandas con propósitos abyectos.

Y si los medios de comunicación –controlados por unos pocos grupos económicos- no actúan de forma realmente democrática y pluralista, pero aún. Tal es el estado de cosas en nuestro país.

La base del movimiento estudiantil  fue y es el reconocimiento de que nuestro sistema educacional no sirve al efecto de cambiar la demoledora desigualdad imperante, aspecto en el cual –lamentablemente- podemos postular a lugares privilegiados de los rankings.

El libro de Jackson expone como estamos aún (a tantos años del término de la dictadura) constreñidos por una constitución que impide, bloquea o anula la participación ciudadana y restringe el acceso al poder político, privilegiando el malsano equilibrio binominal, profecía autocumplida de inmovilismo en términos económicos y sociales.

Hoy en nuestro país, tener es la base del éxito social. Tengo, luego existo, vendría a ser la divisa del sistema. Quienes más tienen, también poseen los medios de comunicación. La desigualdad es un eficaz instrumento de dominación. En consecuencia, el lucro es la deidad del sistema y la ambición se convierte en un móvil principal.

Los actuales sistemas de vivienda, salud, educación y previsión son expresión de ghettos que condenan a la inmovilidad social y el dominio por parte de los poderosos.

Cuestionamientos que surgen

Las reflexiones de Jackson me llevan a cuestionar la idea -aceptada sin reservas- de que para que el país se desarrolle, el PIB debe crecer. ¿No será el crecimiento más importante la distribución del ingreso? Hasta aquí lo que se ve es que el crecimiento del PIB es lo que permite asegurar las jugosas ganancias de los bancos y los grupos financieros. Y paradójicamente es a los bancos a quienes se lanzan salvavidas cuando el sistema económico entra en crisis, y no a los más pobres que están condenados a padecerla en su totalidad y con intenso dramatismo.

¿Acaso el estado no debiera jugar un rol más activo en el sistema previsional? ¿Es aceptable que las AFP se enriquezcan y aumenten sus ganancias, mientras los fondos de los ahorrantes disminuyen o con suerte crecen a tasas ínfimas que son profecía de pensiones insuficientes?

¿Es aceptable que la salud se haya convertido, en esencia, en un gigantesco negocio del sector privado? ¿O que se haya instalado el lucro en la educación como si ello fuera del todo natural?

Hacia dónde caminar

Plantea Giorgio Jackson, con justicia y lucidez, que hoy resulta fundamental  cultivar la empatía, la solidaridad, palabras que han ido siendo olvidadas por nuestra sociedad ultra individualista, donde reinan el egoísmo y la desconfianza. Y para lograr esto se requiere leer, pensar, dialogar. Este libro es un aporte a esta tarea de todos.

Como es natural, el sistema se defiende de quienes lo enrostran, criticando el actual estado de cosas. Como surgen conciencias desde la ciudadanía, ya no basta con el control de los medios, con el silencio y la manipulación, con la mera inercia. Por eso la represión se ha manifestado de manera creciente. Ya no hay respuestas a las demandas, por ende solo caben la sordera y la represión. Es de esperar que esta tendencia se revierta, porque la caldera social va e irá aumentando de temperatura en directa proporción a los abusos. No es posible postergar por más tiempo las demandas justas de la ciudadanía. Más aún si éstas apuntan a un desarrollo que puede llevar a nuestro país a un verdadero estado superior en lo social.

Los gobiernos, actuales y futuros, deben escuchar este clamor y actuar en consecuencia, con valentía y firmeza, para llevar a cabo las grandes reformas necesarias en educación, previsión, salud, vivienda, cultura, libertad de expresión.

Además, es necesario que surjan nuevos referentes políticos que respondan a las nuevas condiciones y refresquen el accionar democrático con nuevas ideas, nuevos métodos y prácticas. Las personas pueden ser constructoras si se les permite participar en las decisiones. La política no puede actuar como un círculo cerrado de expertos iluminados; esa es una falacia.

El futuro de Chile requiere imperiosamente ciudadanos empoderados, informados y conscientes. Esa es la base de un auténtico desarrollo económico, social y cultural.

El país que soñamos es un llamado a la organización y participación ciudadana. El silencio y el inmovilismo solo pueden perpetuar las injusticias. Así interpreto la esencia de este excelente libro que debemos agradecer a Giorgio Jackson.

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El país que soñamos, de Giorgio Jackson

Colección Debate, Random House Mondadori, 143 pp, 2013