fco rivasPor Ramiro Rivas

Francisco Rivas es un hombre de muchas inquietudes y variadas virtudes. Durante la dictadura militar firmó sus primeras novelas con el seudónimo Francisco Simón. Premiado y reconocido en el extranjero, es silenciado y casi desconocido en su país.

Es el único escritor chileno que ha rechazado el Premio Municipal de Literatura por otorgárselo un gobierno antidemocrático. Sus colegas lo respetan y eso pareciera bastarle. Es, además, neurocirujano activo y profesor de filosofía. Su prolífica creación literaria abarca más de diez novelas y dos libros de cuentos.

En la escritura de Rivas se ha mencionado mucho la relación entre la realidad y la ficción. Pero esto viene de sus influencias literarias, muy en particular de Borges, al que se le atribuían estas mismas características. Pero estudios más profundos precisaron que dicha relación no era precisamente con la realidad cotidiana, palpable, sino con otras ficciones literarias. La experiencia borgeana provenía de los libros. El caso de Rivas, sin ser similar, recurre también a lo ficticio, a la tergiversación de la historia, a la mixtificación de hechos inexistentes presentados como reales, pero apoyados en sucesos históricos más sustentables. La realidad de sus obras, claramente demarcadas en un período definido, confluyen y se expanden en imaginarios irreales y fantásticos, propios de la ficción garcíamarquiana, para luego retornar a la realidad normal de una determinada época. Esto no como un escape o un modo de evasión de esa realidad, sino como una confrontación con esas otras realidades ficticias que sólo la literatura es capaz de representar.

Alguien dijo que “el arte y la realidad no se tocan nunca”. Es decir, que lo puramente ficticio, potenciado con lo ficticio aleatorio, finaliza por crear una obra de arte que viene a ser la representación de lo real maravilloso que se asemeja a lo verosímil y termina por tornarse creíble literariamente. Por este medio el escritor puede experimentar todo tipo de historias, desenmascarando la política, los vicios sociales, la amoralidad y las improcedencias religiosas, como se revela en esta nueva novela, La esfinge en el espejo (Editorial Galinost, 2012, 320 páginas), en donde se interioriza en las nefastas prácticas de la Inquisición, no sólo en Europa, sino hasta los lejanos virreinatos de América.

No obstante que el relato se sitúa en la época de la Inquisición Romana y Española, que fue creada con el nombre de Congregación del Santo Oficio en 1542 en Roma y con la designación de Tribunal de la Santa Inquisición durante la Corona de Castilla en 1478, en la segunda, el autor no explicita mayormente los años en que se desarrollan los hechos de esta historia. Sólo se insinúa como los años de declinación de dichos actos repudiables, poco tiempo antes de su cancelación definitiva.

La novela está escrita con gran maestría. El autor, con la finalidad de dar mayor autenticidad al relato, emplea un lenguaje apropiado a la época, evitando arcaísmos lingüísticos que malogren la lectura, pero sin renunciar al uso de algunas palabras propias de ese tiempo, con el fin de robustecer atmósferas, descripciones y recreaciones de parlamentos. Sorprende el acabado conocimiento de un sinfín de objetos, comidas, medicinas y elementos religiosos que denotan el exhaustivo trabajo de investigación de Rivas para sumergirse en las fuentes y lograr exhibir con fidelidad una sociedad tan impenetrable y hermética.

La esfinge en el espejo es una novela compleja, para leer con detenimiento. El enorme acopio de información, que tanto puede ser auténtico o deliberadamente artificioso, contribuye con la escenificación, con una aparente verosimilitud que funciona como telón de fondo a los desplazamientos justicieros del protagonista por los diversos países y regiones por los que se mueve en busca de los últimos eslabones ocultos de la Inquisición. En efecto, Orazio Malacqua, un cura italiano condenado y torturado por el Tribunal del Santo Oficio  por predicar versiones heréticas de la palabra de Dios, sobrevive o “resucita” –como piensa la gente- , después de ser dado por muerto y depositado en un mausoleo, del que logra huir mal herido. Aquí se inicia la peregrinación interminable de Malacqua a lo largo de las regiones romanas en busca de sus verdugos y los miembros de la congregación secreta que persevera en sus prácticas, a pesar de su prohibición definitiva. El torturado descubre que determinados obispos y cardenales de la Iglesia continúan funcionando bajo otro nombre, la Perseveranza, no sólo en Roma, sino extendiendo sus tentáculos a España y América. Malacqua, provisto de ciertos poderes infrahumanos, asume su poder redentor y justiciero, asesinando a obispos y miembros de la curia romana, con una alevosía más propia de Satanás que a ese Dios que ha abandonado, transformándose en un apóstata irreversible. En su derrotero por el mundo se une a Ruth, una judía víctima del Santo Oficio, y Gabriella, una adolescente que ha perdido a su madre en manos de la Inquisición. El largo periplo por Europa y América, es descrito con admirable soltura narrativa, en donde la imaginación y la realidad se confunden, creando un mundo novelesco de gran solidez. El cierre de la historia, que finaliza casi en el mismo punto de partida y que se presenta como una salvación o un castigo para Malacqua, es notable.

Pero hay algo que no podemos dejar de mencionar y que se refiere a la deficiente edición del libro. El texto está diagramado con una avaricia sorprendente para reducir el número de páginas, dejando las hojas con un margen mínimo y una tipografía tan pequeña que dificulta la lectura. Presentación que no se condice con la calidad del escrito y el prestigio de uno de los autores más destacados de la narrativa chilena actual.