Por Lilian Elphick
Esta antología, publicada el año 2010 por Simplemente Editores, reúne los textos de 19 escritoras chilenas, desde Isidora Aguirre, ya fallecida, hasta la joven pluma de Claudia Apablaza.
En el proceso de publicación del libro, también falleció Ana Vásquéz Bronfman, en la ciudad de París, que llegó exiliada a Francia en 1974. Cito a Virginia Vidal que, a su vez, cita a Ana:
“De personaje a protagonista, qué difícil camino. Esfuerzo que nosotras mismas apenas vislumbramos, porque no hay verdades sino búsquedas, y debemos avanzar a tientas, apoyándonos unas en otras, tratando de escuchar silencios, tratando de interpretar los gestos más comunes y corrientes. Buscando, inventando los caminos de nuestra autonomía.”
No hay verdades, sino búsquedas, y es así como estos cuentos se van engarzando de modo fragmentario, como retazos de espejos o vidrios. Las mujeres cuentan, a lo Scherezade, en la rebeldía de la escritura, para vivir y para no olvidar. Aquí no hay Penélopes ni una Ana Karenina tirándose a las líneas del tren. No está el veneno fácil de Emma ni las piedras en los bolsillos de Virginia Woolf. Aquí hay búsqueda en sí misma dentro de la materia literaria; hay lenguaje único, tan transparente en su desgarro. Los temas son muy similares en muchos de los textos: violencia, dictadura, muerte, hombres y mujeres que huyen, las ciudades sombrías, devastadas, sucias. Hablo de los cuentos Paseos en moto, de Pía Barros, Quinto piso, de Ana María del Río, Ojos Memoria, de Sonia González, Bzz, de Irene Geis, Capar a uña, de Gabriela Aguilera, El legado, de Alejandra Basualto, Breve retrato de Juan, de Carolina Rivas, El apuntamiento, de Isidora Aguirre. En todos estos textos la violencia se abre como una flor carnívora, recreando situaciones límites en donde el amor y la muerte van de la mano. El cordón de los tiempos de la dictadura bien apretado en el cuello de las historias; las ansias de libertad, o más bien, la empresa utópica de la libertad en donde pasado y presente se unen en los ojos de la memoria.
Otras violencias se desgranan en esta antología. Me refiero a los textos de Andrea Jeftanovic y Lina Meruane, Marejadas y Ay, respectivamente, en donde se relata la muerte del hijo/hija.
Lo tanático da paso a lo erótico. En ambos textos, narrados de forma muy sensual, se despliega la crueldad de las circunstancias y la posterior desolación ante la pérdida. Los títulos de estos cuentos sintetizan el desgarro violento e inesperado del hijo/a que muere de modo traumático. En Ay, la hija es atropellada por un microbus y pierde la mano, aunque Lina Meruane se encarga de salvarla con la suya propia en el acto de la escritura. En Marejadas, sucede algo similar, ya que la narradora intenta recrear al hijo muerto a través de una escritura en corriente de conciencia.
Amores de sueño, ridículos, de novela rosa, a lo Tarantino, con asesinato e incesto incluido, marcan la temática de los cuentos Flora Floral, de Teresa Calderón, La epidemia de Traiguén, de Alejandra Costamagna, Del amor y otras historias, de Lucía Guerra, Blanca, de Nona Fernández, Eva, de personaje a protagonista, de Ana Vásquez Bronfman y Amadora incurable, de Virginia Vidal. Estas autoras nos muestran los insondables caminos del amor en variados puntos de vista. Hay pulsión y compulsión en todos estos cuentos, las historias se despliegan como abanicos donde se busca el amor dentro y fuera del amor. Hay búsqueda escritural, deseo de plasmar en el lenguaje el cuerpo mismo del lenguaje.
De modo especial, nombro los textos El aliento de Fátima, de Cynthia Rimsky, relato que obtuvo el primer premio en los Juegos Literarios Gabriela Mistral, 1995 y S(s) y la no historia, de Claudia Apablaza, por tratar temáticas diferentes a las ya citadas. De Cynthia Rimsky la catedrática Chiara Bolognese ha dicho:
“Cynthia Rimsky se inserta de forma muy interesante en su época literaria. La suya es una labor que se integra de manera singular en el mercado editorial, y que se ubica en otra línea con respecto a la narrativa de la posdictadura chilena. Su trabajo es complejo y arriesgado de leer, aunque ya una simple primera lectura hace disfrutar al lector. Se trata de una escritura tensa, apasionante, cuyo tono es confidencial y su lenguaje sugerente, fruto de un viaje y de una labor de investigación que se hace patente en cada línea. La escritora es también, y sobre todo, una viajera investigadora; o una investigadora viajera, como lo demuestran también sus novelas posteriores.”
El texto El aliento de Fátima supone el viaje y la búsqueda de una identidad que, de un modo metafórico, es recuperada a través de Fátima. El cuerpo desplazado de la narradora viajera se aúna con la escritura del mismo viaje, a modo de diario. Sin embargo, prevalece el sentimiento de otredad, de no pertenencia.
Se podría decir que Claudia Apablaza también es una escritora viajera, ya que reside en Barcelona, ha publicado sus libros en otros países, aparte de Chile, y es editora de Editorial Barataria. Su cuento se introduce en la temática de la producción del objeto libro y se desenvuelve de modo muy absurdo –quizás borgeano-, sarcástico y con toques de humor. Se trata de denunciar el mundo de las ediciones y de las no ediciones y de presentar la historia de la no literatura universal. Con respecto a la producción literaria hecha por escritoras chilenas, dice: “Chile es uno de los países más conservadores del mundo y la misoginia es algo que no se ha superado y no se va a superar tan pronto. Da pena y vergüenza ver que no se edita a mujeres, o en mínimo grado, cómo se las silencia y/o ningunea, cómo es que evalúan sus obras con el parámetro del canon masculino y cómo es que se las sepulta.”
(En: http://elguillatun.cl/claudia-apablaza )
Quiero finalizar esta breve presentación de Las mujeres cuentan con una cita de Hélène Cixous:
“Es necesario que la mujer se escriba porque es la invención de una escritura nueva, insurrecta lo que, cuando llegue el momento de su liberación, le permitirá llevar a cabo las rupturas y las transformaciones indispensables en su historia, al principio en dos niveles inseparables: -individualmente: al escribirse, la Mujer regresará a ese cuerpo que, como mínimo, le confiscaron; ese cuerpo que convirtieron en el inquietante extraño del lugar, el enfermo o el muerto, y que, con tanta frecuencia, es el mal amigo, causa y lugar de las inhibiciones. Censurar el cuerpo es censurar, de paso, el aliento, la palabra.” (Hélène Cixous (2001) La risa de la Medusa. Pg. 61).
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Presentación hecha en el Primer Salón de Editoriales “Caminando el Sur, Puerto Montt, Chile, septiembre de 2012.
Encontré esta: https://grupoigneo.com/blog/entrevista-jose-baroja-literatura/