1 j etcheverryPor Jorge Etcheverry

Sería interesante tratar de determinar la conexión entre poesía y exilio, qué es lo que hace que la poesía sea la forma artística más cultivada en una situación de exilio y a la vez, el vehículo literario más productivo para expresar los problemas sociales y políticos del momento.

Quizás sea su conexión con el “corazón humano”, que es lo mismo que la conecta con lo que le importa más a la gente, no tan sólo en términos personales o individuales, sino en general, en su circunstancia vital, ya que la separación persona-mundo no existe, ya que los seres humanos no pueden ser separados de su entorno, social, cultural, político o cualquier otro. “Yo soy yo y mi circunstancia”, dijo Ortega y Gasset, cosa ya manida pero cierta. Es decir las circunstancias, el yo y la poesía, lado a lado. La poesía es, entre otras cosas, la forma más inmediata de expresión artística mediante el lenguaje, quizás solo después de las letras de las canciones, que a su vez pueden ser otra forma de la poesía.

Sin embargo, además de su conexión con la palabra hablada, sus aliteraciones, sintaxis y ritmo, aparte de ser una expresión de sentimientos ligada a la expresión física y corporal, la poesía es una forma de representación, y por lo tanto, una forma de conocimiento.

Si aceptamos que la poesía es una forma de representación, de conocimiento, entonces lo será del mundo objetivo, y se instalará allá, delante de nosotros, como tantas otras instancias mediadas—las únicas posibles—del conocimiento humano, situando para nosotros el espectáculo del mundo que nos incluye en el mismo movimiento que lo muestra.

La poesía es la forma de representación literaria más inmediata y comprometida—en un sentido amplio—, ya que requiere que el conocimiento se haga presente en el acto mismo de la creación o actuación poética. Incluso luego de los intentos más radicales para des-significar la poesía mediante la combinación al azar de palabras y frases, el significado permanece y se instaura a través y en esta mezcla aparentemente caótica de sonidos, letras y palabras. Entonces podemos afirmar que los poetas siempre están cercanos a, o dentro, del ojo del huracán, del meollo de las cosas, en la medida misma en que están expresándose a sí mismos, no porque la poesía sea esencialmente y excluyentemente una expresión lírica— muy lejos de eso— sino porque de manera inevitable en su manifestación abarca al mundo. La poesía, como sus progenitores y compañeros de ruta — el mito y la religión — se desarrolló entre “los trabajos y los días”, registrando los momentos destacados de la vida histórica y cotidiana, ya sea en la palabra exaltada de los profetas y sacerdotes o en el lenguaje de la calle, o ambos, a la vez que expresaba la posición del hablante o la comunidad.

En este mundo contemporáneo de nómadas y expatriados, de migraciones y trashumancia, el exilio no es excepcional. El filigrana complejo y abarcador de la novela parecería ser el instrumento más adecuado para crear un patrón que abarcara a todas esas odiseas — al absorberlas, digerirlas y expresarlas. Pero sin embargo es la poesía y no la novela la que puede representar todo eso muchas veces fragmentario en la mejor y más rápida forma y a la vez comunicar o expresar las opciones disponibles para la comunidad exilada. La poesía es inmediata, reúne a una audiencia a su alrededor. La presencia del poeta que habla es esencial, así como el recitado (incluso el recitado que de alguna manera hace el lector individual de un libro de poesía). De ahí que a menudo las comunidades exiladas incluyen a la poesía en sus eventos políticos, junto a las canciones que narran la lucha de los exilados y los lazos que los unen a su tierra natal. La poesía puede jugar diversos papeles en la comunidad exilada pero siempre está ahí. El poeta puede compartir, preservar y divulgar las causas y problemas de la comunidad exilada en su lenguaje original. En la comunidad de compatriotas en el país anfitrión, el poeta testifica la permanencia de esta comunidad exilada y sus lazos con el país originario y su historia. No es necesario que los poemas traten de temas específicos. La poesía del exilio puede ser y habitualmente es, determinada temáticamente— compromiso político o nostalgia personal — pero no tiene que ser necesariamente así. En la experiencia de la comunidad chilena exilada en Canadá, en Ottawa, específicamente de fines de los 70 y comienzos de los 80, en cada evento de solidaridad el público escuchaba poemas comprometidos, las canciones de Víctor Jara, la música de los grupos chilenos emblemáticos que interpretaban los artistas chilenos locales, pero también los poemas en prosa más o menos crípticos de los miembros exilados de la Escuela de Santiago (agrupación neovanguardista urbana del Santiago de los sesenta y comienzos de los setenta) y fragmentos de La ciudad de Gonzalo Millán, con algunas páginas notables, que se convertiría en una obra emblemática del exilio poético chileno y la poesía chilena en Canadá. La resonancia lingüística y el contenido de esos textos impactaba al público que reconocía experiencias vividas o de las que sabía, creando así empatía y un sentido colectivo de pertenencia.

La poesía como elemento cultural y político del exilio es un hecho vital de larga tradición. Cuando los miembros de la comunidad salvadoreña de Ottawa se reunieron en un café para seguir la elección que tenía lugar en esos mismos momentos en su país, a nadie le sorprendió que hubieran invitado a poetas a ese evento que muy pronto pasó a ser celebración. Existe una red mundial y más o menos informal de poetas que utiliza las tecnologías de información y comunicación para transmitir y divulgar casi inmediatamente su posición frente a situaciones que antes los poderes fácticos mantenían ocultas del público en general.

Esta red de poetas forma parte de una red informal de solidaridad, e incluye listas de sitios que la gente puede usar para conversar, intercambiar textos, documentación y opiniones, protestar contra determinados sucesos o acciones, divulgar información o firmar peticiones y declaraciones. Poetas del Mundo, con más de 6.000 poetas miembros en múltiples países, ejemplo del éxito de este tipo de redes, es una organización mundial de poetas regida por el principio de promover la paz y equidad mundiales y luchar por ellas. Los eventos y festivales organizados en las Américas por el Taller Cultural Sur que opera desde Montreal, son otro ejemplo de la amalgama de poesía y solidaridad en el continente, y por supuesto y primeramente están los Poetas Antiimperialistas de América también con sede en Montreal, el portal precursor y quizás el más importante, compuesto de poetas reconocidos nacionalmente en sus países y con posiciones progresistas y revolucionarias, y no podríamos dejar de mencionar a los festivales anuales de poesía de resistencia que se celebran en Toronto.

Es obvio que cualquier grupo o comunidad exilados van a tener su cuota de poetas, a veces reconocidos, muchas veces activistas culturales, a menudo además críticos o ensayistas, en general activistas que participan en trabajo político o de solidaridad.

La historia, especialmente en las Américas, está llena de estos poetas exilados polimorfos. Pablo Neruda produjo en el exilio su Canto general, que algunos consideran el trabajo más importante de la poesía latinoamericana. Y fue la nueva perspectiva exterior a su ambiente habitual, la situación en el exilio lo que permitió que Neruda, sin perder su modo de expresión ni su impulso, pudiera haber escrito este poema desde la perspectiva dual del participante y el observador.

Hoy en día el exilio es una realidad que puede abarcar a comunidades a menudo no plenamente integradas en el país anfitrión. Algunos de estos grupos en exilio no desean ser totalmente asimilados, ya que su visión de mundo y concepciones políticas y sociales nunca van a ser aceptadas en la cultura de corriente principal, e incluso podrían ser objeto de anatema. La globalización impone homogeneidad. El comercio elige y utiliza todo lo que puede empaquetar, promocionar y vender. Puede ser ropa, comida o espectáculos, incluso la religión de una población emigrada/exilada. Pero no puede comercializar una ideología que promueve un sistema económico y social alternativo. En este entorno, el pensamiento político, producido localmente o importado por quienes lleguen del exterior, no será tan bienvenido como lo son las religiones, ya que tenderá a atentar contra el ‘orden establecido’. Las sociedades desarrolladas tienden a convertirse en unidimensionales. Terminan por aislar a la gente en tribus diferentes. Crean individuos aislados y alienados.

En este contexto, la poesía puede convertirse en el compendio de los signos culturales que no se pueden expresar de otra manera. Tiene un efecto catártico. Después de asistir a una reunión en que se ha leído poesía, la gente se va a la casa de alguna manera calmada, satisfecha. Para las comunidades exiladas, o nacidas en el exilio, la poesía sigue siendo la manera literaria principal de mantener un vínculo con su identidad original o de continuar elaborando una nueva identidad sin perder en su totalidad la antigua. Ya se han mencionado algunas redes de poetas que se despliegan por el mundo. Con seguridad hay otras, cuya presencia es la posibilidad del refugio virtual en una cofradía para compensar de alguna manera los avatares de la vida cotidiana, muchas veces alienada o carente de plenitud. Pero a la vez nos unen en los exilios internos o externos, refuerzan los vínculos con otros poetas y amantes de la poesía en todo el mundo, que comparten nuestros principios básicos y que desde la infinita pluralidad de sus voces, estilos y poéticas aspiran a ese nuevo mundo mejor, más pacífico y equitativo, que a veces se suele esbozar detrás o más allá de este.

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En: La Cita Trunca

Letras de Chile reproduce este artículo con permiso de su autor.