1. ¿Escribir sobre lo público o lo privado?
Si uno escribe sobre lo privado, deja de serlo. Si es demasiado privado, no interesa a ningún lector. Si uno escribe sobre lo público –lo que todos conocen– no tiene demasiado interés.
La única solución a este dilema sería escribir sobre lo público desde una óptica privada. O escribir algo sobre lo privado que pudiera ser atingente a lo público. Todas estas disquisiciones son inútiles. Uno nada más escribe. A veces resulta, otras veces no. Lo importante es escribir. Y que alguien te lea.
2. ¿Escribir de día o de noche?
Escribo de día, de preferencia por las mañanas silenciosas, muy temprano, idealmente mirando hacia un jardín bañado de sol, donde los pájaros retocen. A menudo despierto de madrugada y me instalo en mi escritorio a esperar el amanecer mientras escribo.
3. ¿Cuál es la obra literaria más sobrevalorada?
Es posible que se trate de aquella clase de libros de la que todos hablan (por temor a quedar como ignorante), pero que muy pocos han leído. Hay muchos ejemplos de esta clase.
Para cumplir el encargo, daré un ejemplo. A pesar de que constituye un paradigma del micro relato, el afamado El dinosaurio de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Creo –y no soy el único- que este famoso cuento ha contribuido a exagerar la importancia de la mera brevedad –y no la concisión, que es lo más relevante- para este género.
4. ¿Y la injustificadamente olvidada?
Prefiero poner más de una, pensando en que esto pueda llevar, a quienes leen el cuestionario, a la búsqueda de las obras:
El club de los parricidas, de Ambrose Bierce. Brillante autor casi secreto a estas alturas, una colección de cuentos imperdible.
El sol desnudo, novela de Isaac Asimov. Una joya única que se pierde en la amplia galería de éxitos de un autor tan divulgado.
Cuento de hadas en Nueva York, de J.P. Donleavy, novela que incursiona maravillosamente en el humor negro.
El país de espuma, emocionante novela de reconstrucción histórica de la antigüedad por Iván Efremov.
5. ¿La obra maestra que nunca ha leído y quizá ha dicho que sí?
Ulises, de James Joyce; nunca he podido terminarlo. Me ha vencido varias veces. Soy un lector por placer, poco dado a los desafíos excesivos y a las obligaciones.
6. ¿Cuál es el secreto literario mejor guardado?
Aquel que te espera en un mesón de librería en cualquier parte del mundo, en los anaqueles de una biblioteca a la que entras por primera vez, en las cajas de un vendedor de libros usados en una feria de las pulgas, en una página web, en cualquier lugar inesperado. Me maravillo cuando eso ocurre: abres el libro de un autor que no conoces, te llama la atención el título, luego investigas la contraportada o las solapas, y prolongas el examen a las primeras líneas, y de pronto estás atrapado en la magia de la lectura, y lo pides, lo compras y lo lees, y sabes que has hecho un hallazgo maravilloso. Después lo compartes con otro lector y compruebas que se trata de un tesoro. Algo así constituye una gota de felicidad susceptible de ser atesorada.
7. ¿Hace daño el culto al escritor?
Todo culto hace daño si es excesivo. No obstante, puede ser más dañina la ausencia total de culto, el que te nieguen, ignoren, omitan.
8. ¿Cómo reaccionaría si descubriera miles de copias piratas de sus libros en el mercado negro?
Me pasarían varias cosas, aquí van algunas de ellas:
Sentiría halagada mi vanidad: ser escogido para el pirateo implica un reconocimiento.
Me alegraría por quienes tendrán la posibilidad de leer mis libros a un precio considerablemente más bajo (en Chile los libros son muy caros).
Experimentaría la inquietud propia de una persona pobre a la cual le han robado la billetera en un medio de transporte.
9. ¿El Estado debe pagar para que los escritores escriban?
En un país como Chile, con un mercado editorial tan reducido y con tan bajos niveles de lectura, es necesario que el Estado provea condiciones mínimas a los autores de trayectoria probada y a los nuevos creadores talentosos. Esto se hace en Chile, pero todavía a una escala muy mezquina. No obstante, hay otras buenas razones para que el Estado le pague a los escritores:
Para que visiten las escuelas primarias y secundarias a fin de conversar con los alumnos y los profesores, a transmitirles su entusiasmo por la lectura (quién puede estar más entusiasmado con la literatura que un escritor).
Para que dirijan talleres de lectura o de escritura, especialmente dirigidos a los jóvenes (no exclusivamente, por cierto).
Para que vayan a las universidades a leer sus creaciones y dialogar con la comunidad.
Para que vayan a todas partes a leer y conversar sobre literatura: a bibliotecas, sindicatos, centros culturales, gremios, plazas, ferias, librerías, mercados.
10. ¿La “escritura creativa” puede aprenderse en un taller?
Estoy seguro que puede hacerse. La experiencia propia y ajena en talleres me lo ha demostrado. Es un oficio que puede transmitirse. Hay técnicas que pueden explicarse y enseñarse, y por cierto practicarse. A condición de ser generosos –y no pretenciosos- un buen director de taller puede enseñar lo que ha aprendido. Lo más interesante y sorprendente, es que el director puede aprender mucho más que sus supuestos discípulos. Eso confirma que la mejor forma de aprender es enseñar. El talento no se puede enseñar, pero si hay competencias potenciales no expresadas, estas pueden desarrollarse en un taller (si lo dirige un buen monitor: experimentado, cercano, generoso, sencillo).
11. ¿Qué es un best-seller?
Un best-seller es un libro (siempre de otro) que consigue la magia de hacer confluir un conjunto de factores misteriosos que desatan en las personas la pasión por leerlo, o al menos por poseerlo. Un best-seller es un golpe de suerte que resuelve los problemas económicos de un autor y le acarrea otros probablemente más graves, como el odio de sus colegas, el menosprecio de otros, la envidia de todos, la persecución de los admiradores, la comodidad del anonimato.
12. ¿Qué hábito envidia de otro escritor?
Muchos que son muy útiles:
Jamás olvidar andar con una libreta y un lápiz (algunas pocas veces lo olvido, y siempre lo lamento).
Prescindir de cualquier otra actividad distinta a leer y escribir. No dedicarse a ninguna otra cosa (aunque eso requiere tener resuelta la subsistencia, cuestión compleja en un país como Chile).
Conversar relajadamente con los editores, los académicos o los críticos.
13. ¿Qué eslogan propondría para una campaña nacional de lectura?
“Leer nos hace mejores”.
14. ¿Si fuera libro cuál sería?
Las mil y una noches porque es un libro total, que contiene tantas historias dentro de otras historias, como una caja china infinita y maravillosa.
15. ¿Cuál fue el primer libro que robó o debió haber robado?
Debí robar -a los diez años- Las mil y una noches en versión completa. Cuando descubrieron que lo estaba leyendo, me negaron el acceso. Fue este el primer embate de la censura. Por suerte me faltaban pocas páginas, y si había algún daño en mí, ya estaba más que hecho (el único daño tendría que haber sido enamorarme de la literatura en vez de algo más práctico, como el comercio). Como el libro estaba en una biblioteca pública, no quise robarlo, porque pensé que otros como yo podrían leerlo en el futuro. No me atreví a privarlos de ese placer. ¡Qué admirable responsabilidad!
16. ¿Raya los libros?
Suelo hacerlo: los subrayo, escribo anotaciones al margen, reflexiones que probablemente no veré hasta que pasen muchos años. Creo que es una manera de establecer mi posesión, mi dominio absoluto del libro, y convertirlo en un objeto de trabajo personal. No obstante, suelto sentir culpa y arrepentimiento, pensando en aquel lector subrepticio que un día verá ese libro –cuando yo se lo preste (ingenuamente) o cuando yo ya no exista y mi biblioteca haya dejado de ser mía–. Pero sigo rayándolos (no todos, por suerte). Esto viene desde la infancia. He encontrado, por ejemplo, párrafos de Sandokán de Emilio Salgari subrayados y anotados.
17. ¿Con qué cliché literario se (le) identifica?
Acaso pudiera considerarse un cliché que la narrativa se trata antes que nada de contar una historia. Luego, otro cliché es que la historia sea bellamente escrita –pues, como todo ya está escrito- para seducir al lector con el lenguaje.
Finalmente, el cliché de ser entretenido, no desperdiciar tiempo con cuestiones secundarias, no amodorrar con descripciones excesivas, ser sucinto y ágil. No quisiera que mis libros queden abandonados por allí porque surgió algo mejor que hacer.
18. Si estuviera en su poder ser obedecido como gobernante, ¿qué regla le impondría a los ciudadanos?
Les impondría media hora de lectura silenciosa obligatoria, dejándoles la absoluta capacidad de escoger entre miles de obras muy diversas. Vería el modo para que se les prestara ayuda –sobre la base de una conversación con un buen asesor- para encontrar aquello que pudiera agradarles más. Tengo la duda legítima respecto de imponer cualquier medida como obligatoria, me suena a dictadura. Habría que buscar incentivos poderosos, me parece un reto muy superior.
19.¿Qué muerte célebre, de algún personaje real o de ficción, le gustaría tener?
No me gusta ninguna muerte. Quisiera que nadie muriese, que todos fuésemos como los inmortales de Jorge Luis Borges, así cada cual tendría la oportunidad de ser todos los hombres.
20. Si este es su último aliento, ¿cuáles son sus últimas palabras?
“Lástima que no pude terminar lo que estaba escribiendo…”
………
Diego Muñoz Valenzuela (Chile, 1956)
Ingeniero civil químico por la Universidad de Chile, donde fue maestro en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Sus cuentos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y croata. Socio fundador de la corporación Letras de Chile.
Libros publicados: Nada ha terminado (Ediciones de obsidiana,1984), Todo el amor en sus ojos (Mosquito editores, 1990), Lugares secretos (Mosquito editores, 1993), Ángeles y verdugos (Mosquito editores, 2002), Déjalo ser (F.C.E., 2003), De monstruos y bellezas (Mosquito editores, 2007), Flores para un cyborg (EDA, 2010), Las criaturas del cyborg (Simplemente editores, 2010) y Las nuevas hadas (Simplemente editores, 2011).
En: Letras Libres
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…