irene nemerovskyPor Miguel de Loyola

En El baile, Irene Nemirovsky condensa tal vez su mayor ironía y sarcasmo para describir aquel clásico arribismo social incubado como lacra en la mente de los nuevos ricos.  Se trata de una pequeña obra maestra, una nouvelle que recrea una idea universal con la correspondiente mirada crítica que marca la gran diferencia entre literatura y best seller.

Una adolescente ofuscada y despechada, arruina las pretensiones de sus padres de instalarse en la alta sociedad, tirando al Sena unas invitaciones que debe llevar al correo.

Estamos frente a un libro denuncia de los medios utilizados por los nuevos ricos para establecerse y llegar a ser reconocidos por sus pares, sin importarles las consecuencias. La descripción de los personajes, mirados desde la perspectiva de la adolescente Antoinette de catorce años, permite acercarnos al interior de sus conciencias para tomar una panorámica de una realidad social presente en nuestra cultura, a partir de la llegada al poder de la burguesía, y de la burguesía francesa concretamente en este caso, la cual, hasta donde sabemos, fue la primera en dar el asalto al poder tras la llamada Revolución Francesa.

Desde luego, se trata de una nueva forma de comunión social, donde es posible entrever esa latencia de lo que Marx llamó lucha de clases, una lucha que no enfrentaba el hombre del medioevo, y que comienza a surgir con la llegada al poder de la burguesía, poniendo por principales a los hombres que consiguen hacer fortuna, como ha ocurrido con la familia Kampf. El señor Kampf ha conseguido su fortuna mediante la especulación, siguiendo el derrotero más fantástico y envidiable del capitalismo. La novela nos deja entrever sus orígenes humildes, cuestionando esa humildad con la vanidad y el orgullo que surge en el matrimonio tras saberse ricos, pero descuidando los afectos, como ocurre con Atoinette.  La perspicacia y el soterrado sarcasmo de Irene Nemirovsky para mostrar los contrastes de lo que son y lo que fueron, abren el diálogo con nuevas tendencias, como el llamado teatro del absurdo. El hombre, o la sociedad, comienza así a perder su camino, a perder aquel sentido idealista que alentara sus pasos, para perderse por los caminos tortuosos de un individualismo despiadado que ha culminado con la negación del sujeto y con la aparición del ser existencial, arrojado al mundo y ahora negado como tal.

El baile también cuestiona otros asuntos, y no menores. La suspicacia de la narradora le permite tocar cuerdas latentes en las nuevas estructuras sociales, como ocurre con la religión cristiana versus la judía, un tema que comienza otra vez a estar candente en Centroeuropa por esos años, Hitler en Alemania se acerca al poder. La familia Kampf, se ha convertido al cristianismo, no sólo para blindar de esa manera su condición de nuevos ricos, sino también para escalar al poder.  Cito: “para avanzar en este mundo no hay más que seguir al pie de la letra la moral del Evangelio (…)  Si te dan una bofetada, pon la otra mejilla…El mundo es la mejor escuela de humildad cristiana.” La ironía no puede ser más fría y rotunda a la hora de comentar argumentos del culto cristiano. Los judíos, puede inferirse, no son bien mirados en la alta burguesía francesa, precisamente, por esa asombrosa facilidad que tienen de escalar y hacer fortuna. La liberación de sus orígenes, pareciera ser entonces otra llave para abrir las puertas de la alta sociedad. Los nuevos ricos, no tienen pasado. El hombre, dirá el existencialismo más adelante, es puro presente, negando los puentes hacia los orígenes.

Irene Nemirovsky, rescatada del olvido por la crítica, es una autora que todavía tiene mucho que decirle al hombre de nuestros días. Tras su trágico final, quedó su obra inconclusa, pero hay al menos cinco novelas suyas en circulación que ponen en evidencia los grandes males del llamado siglo del nihilismo.

 

Miguel de Loyola – El Quisco – Marzo del 2011-08-01