Pía Barros (Melipilla, Chile)
Ha publicado los volúmenes de cuentos Miedos Transitorios, A horcajadas, Signos bajo la piel, Ropa usada, Los que sobran; los libros de microcuentos Llamadas perdidas y La grandmother y otros; y las novelas El tono menor del deseo y Lo que ya nos encontró.
Es una de las cultoras relevantes del microcuento en Chile. Aparece en una treintena de antologías en Chile y en el extranjero. Ha dictado clases en universidades de Estados Unidos y Alemania. Dirige talleres literarios. Entre otras distinciones ha obtenido el Premio Gabriela Mistral y el Premio Televisión Nacional. Directora desde 1978, de los Talleres Ergo Sum. Directora desde 1990 de Ediciones Asterión. Diez libros publicados, tres de ellos de minificción. Cuatro libros de cuentos en edición bilingüe. Profesora en universidades extranjeras y chilenas. El lugar del otro recibió el Premio Altazor 2011.
Órdenes
Le dice que se quede quieta, quietita, será sólo un momento, que suelte las manos rígidas, que separe las piernas, así, buenita, que respire por la nariz, abra los muslos, así, justo así, no dolerá nada.
Después, el dentista ejecuta la extracción.
Vandalismo
La calle estaba desierta a esa hora. Furtivo, dobló la esquina y la escondió en su bolsillo.
Cuento tal vez oído en un bar a las tres de la mañana
(a Lauro Zavala)
Me dijo que el Emperador, conmovido por su prosa, le regaló diez años más de vida, al cabo de los cuales le concedería una noche para la lectura de lo que hubiese escrito y luego lo decapitaría. El escritor miró a las estrellas y comprendió que su tiempo era un pestañeo en el universo. Tomó entonces a su hija pequeña y comenzó la tarea.
Al cumplirse el plazo, el Emperador se presentó ante su puerta.
El escritor trajo a la muchacha y le dijo:
-Cuando termines la lectura, la devuelves a su madre y me decapitas-. Luego, el escritor retiró el manto de seda que cubría el cuerpo de su hija. El Emperador contempló los hombros, el cuello, las axilas, el pubis y vio que el cuerpo entero de la muchacha estaba escrito en una apretada caligrafía.
Creo haber oído que aquella noche el Emperador amó a la muchacha. Dicen que la leyó una y otra vez, pero lo asombroso es que a cada giro del amor, los cuentos se entremezclaban y nunca podía leerse la misma historia. El escritor murió anciano. El Emperador también de viejo y feliz. Dicen que la muchacha no murió jamás. A veces va a los bares, y antes de desnudarse, cuenta historias como ésta.
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Microcuentos leídos en el III Encuentro Chileno de Minificción “Sea breve, por favor”. Valparaíso, junio del 2011.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…